Situaciones no muy creíbles consiguen que tus intestinos se acomoden un poco; esos momentos en los que te acuerdas que estás viendo una película. Pero es de reconocer que salvo una, las demás llegan a ser verosímiles dándolas un par de vueltas.

- El miedo y la paralización constantes que sufre el padre de familia son exagerados a lo largo de todo el filme, por destacar algún razonamiento no muy apropiado, cuando se da por vencido después del segundo intento llamando a su vecino con el móvil...

- La mujer, Ana, no es capaz de hacer ninguna señal a los amigos que aparecen en un barco y se acercan para saludar; sin duda era una situación favorable, cuatro contra uno.

- La escena del plano fijo en el salón, después de la muerte del niño, es demasiado larga (10 minutos que parecen 30) y acaba por desesperar a cualquiera lo cúal es un logro de la película pero costoso en tiempo. Se llega a pensar que se ha quedado sin argumento y hace que pegue un bajón... que luego vuelve a remontar.

- El detalle del rebobinado de la escena es la situación imposible, vílmente ilógica, pero no pretende más que dar otra vuelta de tuerca a nuestra indignación... y lo consigue, al menos no deja indiferente.

Conduce por dónde quiere irremediable y previsíblemente (a disgusto de muchos), desde el momento en el que te habías conseguido relajar, viendo como una familia normal empezaba a disfrutar de unas pacíficas vacaciones en el campo.