Un pequeño contratiempo es una propuesta más sobre bucles temporales que, aunque haga varias referencias a Atrapado en el tiempo, se parece más a esas películas navideñas en las que uno hace balance de su existencia como en ¡Qué bello es vivir!

La interesante premisa presenta a un hombre que, cada ciertos minutos, salta al siguiente año de su vida, por lo que el tiempo transcurre veloz. Y de igual manera se acompasa la trama: rápida y alocada, pues de otra manera no podrían comprimirse diez años en una hora y media de metraje. El problema de esta celeridad es que la cinta no se toma tiempo en perfilar a sus personajes ni en mostrar su contexto. De hecho, poco se conoce de la historia en común de la pareja protagonista. O del trabajo de él, aparente causa de los problemas matrimoniales, aunque en ningún momento el espectador llega a saber en qué consiste esa profesión.

Debido a que es un proyecto de limitado presupuesto, el elenco también es reducido. Al dúo principal les acompañan pocos actores más. Aun así, Rafe Spall y Zahra Newman llevan el peso del film con bastante arte. Su trabajo contrarresta el poco desrrollo de sus roles.

Ambos proporcionan numerosos momentos de humor, que pueden llevar a la carcajada. Es interesante cómo se ha logrado hacer comedia de una situación familiar dramática pues, a pesar de que a medida que avanza la trama se van sumando tragedias, el largometraje exprime los tintes cómicos de cada una llegando a ser muy divertida.

Aunque tiene varios problemas de ritmo y profundidad, el título recoge unas conclusiones muy útiles. Recuerda al público –varias veces– que solo se vive una vez y, en consecuencia, la importancia de aprovechar el tiempo, valorar las cosas buenas que uno tiene, perder el miedo a comprometerse y aprender de los errores para que no caigan en saco roto.

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