Majid Majidi, veterano del cine social iraní, fue candidato a los Óscars con Los niños del paraíso. En la misma línea, el director vuelve a seguir de cerca las andanzas de un grupo de chiquillos en la calle, pero esta vez añadiendo acción a la característica temática de la infancia.

El film contextualiza la cotidianidad que vive la sociedad de Irán de manera precisa y detallada. Sin embargo, se distancia del estilo contemplativo e introduce momentos de humor, tintes de suspense y un ritmo ágil que facilita el visionado al público menos aficionado a las propuestas pausadas. Además, de este modo, también consigue que la denuncia cale más hondo pues el espectador, fatigado a causa de las trepidantes aventuras que ha presenciado, se topa de golpe con una conclusión diferente de la que podría haber previsto y que le lleva irremediablemente a la sorpresa y –ojalá– a la reflexión.

No solo está cuidada la ambientación, sino que la construcción de los personajes también es compleja. El universo infantil –violentado por la vida adulta que algunos se ven obligados a llevar– se plasma de manera excelente en los protagonistas. Estos, interpretados por actores nobeles y carismáticos, contribuyen a evidenciar la realidad con honestidad y sin florituras.

La trama entrelaza varias historias bien hiladas y tiene un tono general triste y pesimista, ya que abundan circunstancias de corrupción y explotación. No obstante, a pesar de ser un título descorazonador, sirve para recordar que cualquier niño merece educación y apoyo.

En definitiva, es una conmovedora película dedicada a todos aquellos que están forzados a trabajar y a quienes luchan por defenderlos y cambiar esta situación.

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