¿Se trata, quizás, de una tendencia nocturna que me hipnotizó ahora? Porque es una de las pocas veces en las que debo diferir en cuanto a la nota y la apreciación que doy sobre una peli con respecto a las otras críticas. No puedo evitarlo, veo mucho en esta obra. Es verdad que se aproxima al telefilm y que ciertas caracterizaciones se vuelven acartonadas, pero encuentro más, mucho más.

Sheffer invita al desvío, al desvío de todo: sexual, moral; al desvío de las buenas costumbres, al desvío por los gustos gastronómicos; al desvío de tu mirada como espectador, porque toma convenciones narrativas propias de Tarantino, porque la estética se acerca mucho al folletín de Pulp Fiction. Desde ahi es un plato viejo, un gusto ya degustado, pero esto no es Tarantino, y no lo digo en el peor sentido.
La obra adquiere de principio a fin un tono de falso desenfado, bordeando la acidéz y hundiéndose en la ironía, en la parodia. Toda la trama se encuentra en clave del más absurdo grotesco y se encarga de situar como temas específicos todas aquellas cuestiones definitivamente consideradas como "delicadas", y algunas realmente lo son (pedofilia, prostitución infantil). Mediante una convencional trama de historias entrecruzadas, diversos personajes, literalmente, dan vuelta todo. La obra se adentra en un peligroso espiral iconoclasta del que decide salir con un final, a mi gusto, tímido, recatado, conservador.
El desvío no solo se encuentra en las situaciones, sino también en los diálogos: homosexualidad, prostitución y vegetarianismo, con sus correspondientes prioridades, son arriesgadamente puestos en tela de juicio: esto es lo llamativo de esta propuesta.

Me atrevo a recomendarla: pueden desecharla como pizza rancia, pero esta muzzarela tiene un gusto, a mi gusto, particular.