Puede uno decir que la nueva película de Lee Chung-hyun es su versión de Atómica o John Wick y no por su historia, sino por una dirección o puesta en escena que no tiene nada que envidiarle al director David Leitch en su versión de Corea del Sur.

Lo cierto es que estamos en una correcta película de acción al estilo coreano que tiene su mayor fuerza en una contundente dirección y una hermosa fotografía que permite que disfrutemos de toda esta acción bajo las luces de neón y una aditiva música con los cuales nos ofrecen un menú de secuencias de pelea y sangre por doquier.

Es entretenida por varios pasajes de su metraje, lo que permite que nos mantengamos siempre conectados a lo que está sucediendo en pantalla y si no se puede dejar de lados que tiene momentos mucho más flojos y un poco simplones para una historia que de por sí ya es bastante simple en su cometido. No obstante, su correcta duración y la buena interpretación de su estrella Jeon Jong-seo hace que terminemos quedándonos con sensaciones más positivas que negativas de esta apuesta coreana de acción.

Es dinámica, sencilla y fácil de digerir, aquellos tres condimentos hacen que tengamos un buen pasatiempo para los que andan buscando cine de acción que tiene mucho de cine hollywoodense cosa que en gran parte termina siendo efectiva debido a que el cine coreano suele ser bastante más lento en su desarrollo, pero aquí su director sabe montar todo en su tiempo preciso para que nunca sintamos que nos sobra tiempo y momentos, es una película que te engancha fácil y desde ahí no baja el ritmo hasta su final, pese a que tenga varios momentos donde salta a ese drama a veces necesario para entender el fundamento de todo.

Netflix nos entrega una propuesta que vale la pena darle un rato de nuestro tiempo y disfrutar del cine coreano lleno de balas y acción con una puesta en escena que termina siendo su mejor atracción.