Suspiria (Luca Guadagnino, 2018

Hay un riesgo inherente a la hora de abordar cualquier remake. Ha ocurrido antes y ocurrirá después. Tenemos Psicosis (1998, Gus Van Sant), oldboy (2013, Spike Lee), ber hur (2016, Timur Bekmambetov) o incluso Rebecca (2020, Ben Wheatley). Esta lista no pretende sentenciar que todo intento de tocar una obra se considere un sacrilegio. La Ben hur de 1959, considerada una de las grandes películas de la historia del cine, era también un remake- Por lo que se habla de ambición y propuesta artística a la hora de reinterpretarlas.

Suspiria (2018) de Luca Guadagnino consigue alejarse completamente de la original de 1977, siendo su mejor virtud. Dario Argento confeccionaba una enigmática película que confundía con su estética cromática. Su forma exagerada era superior a el fondo de una historia que se leía entre líneas. La nueva suspiria es todo lo contrario, su fondo se quiere igualar a la forma que a la par también cambia.

Este redoble en ambición se nota en la duración, de 1h 40 min a 2 h 30 min. El tiempo se usa para desarrollar nuevas subtramas dentro de un contexto espacio temporal mucho más presente. En la práctica se nota que el ritmo sufre, notándose que sobra contenido porque quien mucho abarca poco aprieta.

La forma cambia a un realismo histórico que funciona bastante bien con el amplio contexto histórico que cuentan de Alemania. El cambio se da también es la danza, un de los pilares de ambas películas. Ahora es danza moderna y por tanto, la coreografía toma una papel principal. Consigue transmitir a la perfección el esoterismo, erotismo y terror necesario. En una escena el baile en montaje paralelo muestra las consecuencias terroríficas. Esto se llevará hasta las últimas consecuencias al final de la película. En este punto, supera a la original dotando a la danza de la importancia que merece.

El fondo es más claro, perdiendo la mística de la original. Por una parte, entiendo que esconder lo que esta pasando no tiene mucho sentido siendo un remake de un culto, pero por otro hay conversaciones y replicas explicativas que se notan forzadas. El juego esta entonces en, sabiendo como están las cosas, que y como van a suceder. Para ello, las interpretaciones son fundamentales. Tilda Swinton y Dakota Johnson son los ejes interpretativos de la película. Hay muchos personajes secundarios que al final son irrelevantes pero destaca Johnson por ser la protagonista vehicular y Swinton por interpretar a dos personajes distintos de gran relevancia. Esto, sumado a la estética de Luca Guadagnino, hacen funcionar los engranajes hasta el final.
Como nota aparte a la narrativa, hay una subtrama que va ganando fuerza, donde más que el terror, lo que lidera en un romanticismo melodramático. Es quizás lo más artificial de la película, porque se intenta en todo momento darle una importancia principal que no llega a casar a pesar del esfuerzo.

La música dirigida por Thom Yorke es, como la película, muy diferente. Sin entender nada de música en lo analítico, es eléctrica en contraposición al clasicismo tanto estético como narrativo de la propuesta. A mi me agrada ver un contraste con tan buen resultado. Como la película en su conjunto es irregular, en algunos momentos es brillante pero en otros un quiero y no puedo. Le aplaudo la propuesta de autor, propia e intransferible. No esta dentro de esta lista de remakes sin alma propia y por eso como mínimo merece la pena.