Con una trama basada en el relato de las vacaciones sardas de su pareja protagonista (Gitti y Christ), esta cinta alemana exhibe como elemento más logrado su plasmación de la fragilidad del amor, cómo éste se degrada, se disipa o se difumina a partir de la percepción diferenciada (dadas sus idiosincrasias) de aquellos que lo viven en el ámbito de una relación en la que el elemento sexual juega un peso determinante, si bien lo hace a través de un desarrollo dramático un tanto moroso (que extiende su metraje hasta casi las dos horas) y en el que lo débil de otras líneas argumentales complementarias (apenas esbozadas) terminan generando un espacio narrativo demasiado cerrado que propicia el aburrimiento: no siempre el minimalismo formal y material deriva en una concentración interesante, y la cinta de Maren Ade no consigue, pese a la naturalidad con que se desenvuelven sus intérpretes, atrapar emocionalmente al espectador.