Edén no es un drama, no es un thriller, no es - desde luego que no - una comedia, ni una peli de acción. Es una obra difícil de clasificar, y en estos tiempos en los que lo que no entra en un molde se desecha, eso le pone las cosas complicadas ante cierta parte de la audiencia que necesita saber con total claridad qué terreno pisa.

Sin duda se puede decir que el tempo de la película es lento pero no cansino, y habría quien se queje porque el guion deja abiertas varias incógnitas. Entre ellas están las razones profundas de una de las protagonistas - las del resto, más o menos, se aclaran - para estar donde está, lo que, sinceramente, casi se agradece. De nuevo no es fácil encontrar hoy en día películas - y ya que estamos, tampoco novelas o series - que no lo dejen todo absoluta y totalmente explicado. Por una vez, como pasa en la vida, me gustó que no todo se resolviese ni aclarase, que el espectador se quedara con dudas, con preguntas, con sensaciones y con, - permítanme la palabra, que está en el diccionario de la RAE-, incertezas. Todo eso a mí, desde luego, me ayudó a rumiar algo más de lo habitual lo que había visto en la pantalla.

Me pareció interesante y reflexiva, bien filmada y muy bien interpretada. Excelente, totalmente veraz, Ramón Barea; contenido y solvente con el personaje más atormentado, Israel Elejalde; espléndida con un papel con subidas y bajadas, bipolar, muy bien resuelto, Marta Nieto, y manteniendo con pulso firme al suyo, espléndida, Charlotte Vega, que al final es el hilo conductor del film.

Los actores brillan bajo la dirección de una Estefanía Cortés que no parece estar ante su primera obra. Me parece que anticipa muchas y buenas cosas. La experiencia y la madurez profesional que cabe desearle que adquiera en próximas obras, dejará sin duda en el futuro películas aún más interesantes que este Edén.