Es difícil encontrar películas decentes que satisfagan gustos exigentes en el panorama actual. Por eso, cuando uno entra en la sala predispuesto a ver un melodrama de segunda o una comedia absurda sin fundamentos realistas, comienza a cuestionarse el valor de esta pieza que empieza como muchas otras. No obstante, el descubrimiento de las verdades que se van mostrando en el transcurso de la obra genera un interés creciente y un diálogo íntimo entre el espectador y los personajes, culminando en algunas de las escenas más catárquicas, por miméticas, que se hayan visto en los últimos años.

La técnica también aporta una parte importante en esas impresiones que van configurándose en la mente del receptor; el uso de ciertos planos detalles, el empleo inteligente del color y la dirección de actores, además de las calidades de las interpretaciones, termina por hacer que el espectador sucumba a la cantidad de información contenida en la historia.

(Nota: hay que verla en cine, en vídeo se perderá el diálogo íntimo y no será lo mismo)