Kurt Russell acababa de colgar su gabardina de cuero, despidiéndose así definitivamente de su Serpiente Plissken, cuando Jonathan Mostow confió en él para este entretenido thriller de acción enmarcado en el extenso desierto de Nuevo México que, partiendo de una base muy simple y familiar, va aumentando en tensión conforme avanza la trama.

El entorno es protagonista absoluto de la cinta, silencioso testigo de todo lo que acontece en sus carreteras, resulta desasosegante que la mujer del protagonista desaparezca sin dejar rastro en un lugar tan abierto y soleado, así como, cierta inquietud y rabia al comprobar como esos escenarios naturales tan aparentemente tranquilos, habitados por personas en principio normales, como puedan serlo camioneros o granjeros de la zona, se pueden convertir en un abrir y cerrar de ojos en un entorno hostil y peligroso, así como, sus lugareños en seres oscuros y herméticos.

Por su base argumental tan cercana y posible, también gracias a que Kurt Russell no es aquí ningún héroe de acción (pasaré por alto el, por otro lado trepidante, final), la mayor parte de lo que sucede en Breakdown lo vive y lo siente el espectador como propio, le inquieta, le turba psicológicamente y será únicamente hacia su desenlace cuando sea liberado en gran parte de ello con unas (algo exageradas para la trama, pero necesarias para el desahogo del espectador) estupendamente rodadas secuencias de acción.

Una acertada muestra sobre ese otro cine de acción donde, sin alardes pirotécnicos ni efectos especiales, consigue dejarle a uno por un rato el culo inquieto en la butaca (o allá donde se haya dejado caer) y con esa impagable satisfacción de que, con una peli sencilla, se lo ha pasado de puta madre.