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España España · Granada
Voto de Kikivall:
7
Drama Julián, Ramón, Juan, el Chato, Paco y Manolo son seis jóvenes que sobreviven como pueden en los arrabales de Madrid. Juan quiere ser torero, y sus amigos cometen pequeños atracos para poder pagar su debut. (FILMAFFINITY)
24 de abril de 2018
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Admirada película de Saura rodada en tono cuasi documental y con un claro sesgo social. No se asimila al realismo social italiano, pues Saura habla de unos jóvenes de postguerra que roban y timan, en aras a promocionar a un amigo . A diferencia del realismo italiano, no hay aquí un mensaje moral sino simple y pura supervivencia de unos muchachos que carecen de todo y tampoco tienen esperanzas de encontrar nada mejor en un mundo paupérrimo a todo nivel: político, social y económico.

Fue la primera película que dirigió Saura, rodada por entero en exteriores y reflejando el Madrid de la época: sus calles, el mercado, autobuses de cuarta, toda aquella panorámica que hoy se antoja tercermundista pero que era lo que había entonces. Saura entona su primer cántico fílmico con solvencia, a pesar de los escasos recursos con los que cuenta. O sea, técnicamente el film no destaca, por tratarse de una obra de aficionado; pero la valentía de Saura y su equipo consiguen compensar estas deficiencias.

Ya desde la propia temática vemos la frescura que aportaba el film, pues Saura hace un atinado registro de la vida cotidiana de este grupo de jóvenes. Saura no estuvo sólo, Mario Camus y Daniel Sueiro, dos nombres ilustres de nuestra cinematografía, le acompañaron a la hora de realizar el guión, un libreto bien construido, de manera sencilla pero efectiva. La música de Antonio Ramírez y José Pagán acompañan bien la obra y una buena fotografía en blanco y negro de Juan Julio Baena.

Los actores eran mayormente semidesconocidos o directamente aficionados, lo que no impide que hagan un trabajo coral muy meritorio y con gran verismo en sus roles. Jóvenes actores todos ellos conjuntados y en sintonía.

La realización requirió por parte del equipo, estar codo con codo con la gente del mercado de Legazpi y los barrios bajos de Madrid. El objetivo era obtener información fidedigna sobre sus costumbres y su modo de vida, lo que implicaba una voluntad antropológica cercana al Neorrealismo italiano (algo de la Nouvelle Vague en cuanto a su agilidad narrativa); pero sin moralina, como antes decía. La película, como rezan los títulos, fue rodada en escenarios naturales, los mismos donde se había recogido la información. En aquel Madrid con descampados, bloques de los extrarradios que se recortan entre casas de uno o dos pisos, y el trabajo casi inhumano de los descargadores en el mercado de Legazpi: un penoso panorama.

Esta película de Saura fue un anticipo de una afamada corriente que vendría en años posteriores, conocida como “cine Quinqui” (p. e. Perros callejeros (1977); o, Yo, El vaquilla (1985) de José Antonio de la Loma; o Tres días de libertad (1995), ya en el crepúsculo de este cine). En esta modalidad los personajes principales eran delincuentes juveniles reales que incluso actuaban en las películas, siendo que muchos de ellos eran famosos en ese mundo delincuencial (El torete, El Pirri, El Mini o El Vaquilla, entre otros). De una manera poética, el propio Saura realizó su aportación a este subgénero con una película titulada Deprisa, Deprisa (1981), con la cual ganó el Oso de Oro en el Festival de Berlín.

Seguramente Saura y Camús conocían la película de Ladislao Vajda de 1956, Mi tío Jacinto, en la que igualmente aparece el mundo ‘under ground’ del Madrid del rastro, de la picaresca, los timos, el trabajo feroz, los recoge-colillas y todo un extenso manual de supervivencia en la más cerval miseria y reciedumbre de un Madrid donde abundaban los bebedores, los pedigüeños y por supuesto, el mundo de los toros y de las Ventas (que tanto amó Vajda).

Saura concluye con un cierre demoledor que produce tristeza y abatimiento. Las cosas no salen como querían los chicos y Saura termina el film de manera abierta pero claramente definitiva.

Conclusión, una película que merece la pena, en la cual Saura no hace concesiones a la esperanza o la ternura, y mucho menos al humor; tan solo a una especie de respaldo pandillero que deviene obra dura, pero necesaria para entender nuestro pasado, que fue igualmente y para muchos, cruel.
Kikivall
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