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Los golfos

Drama Julián, Ramón, Juan, el Chato, Paco y Manolo son seis jóvenes que sobreviven como pueden en los arrabales de Madrid. Juan quiere ser torero, y sus amigos cometen pequeños atracos para poder pagar su debut. (FILMAFFINITY)
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Críticas 14
Críticas ordenadas por utilidad
24 de enero de 2015
31 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hubo un Nuevo Cine Español? Un movimiento paralelo a la Nouvelle Vague o al Free Cinema en España? En líneas generales hay un consenso por señalar que en realidad las películas que pretendían renovar el panorama cinematográfico español de la década de los cincuenta y sesenta son minoritarias y no pudieron finalmente brillar (entre los nombres de aquel período podríamos citar gente como Manuel Summers, Basilio Patino o Jorge Grau, entre muchos otros). En parte, porque el régimen franquista no veía con buenos ojos la pujanza de estos nuevos jóvenes (y sin embargo, como gran parte del arte, el gobierno se encargó de exportarlo al extranjero para demostrar que en España había algo parecido a una democracia) que parecían querer ofrecer nuevas perspectivas.

Uno de ellos fue Carlos Saura, quien debutó en el 1959 (una fecha icónica para el mundo del cine, pues surgen los largometrajes más célebres de la Nouvelle Vague en Francia) con Los Golfos (Los Golfos, 1959). Ya desde la propia temática podemos ver la frescura que aportaba el filme, pues Saura registra la vida cotidiana de un grupo de chavales que se dedican al hurto fácil y a la delincuencia juvenil. Todo además para cumplir el sueño de uno de ellos. Saura no estuvo sólo, Mario Camus y Daniel Sueiro, dos nombres ilustres, le acompañarían a la hora de realizar el guión del filme.

Para la realización de la película, el equipo trabajó con gente del mercado de Legazpi y los barrios bajos de Madrid, para obtener información sobre su Modus vivendi[1]. Esta voluntad antropológica demuestra una actitud más cercana a la del Neorrealismo italiano que no a otras corrientes como el Free-Cinema Británica o la ya citada Nouvelle Vague francesa. La película además se rodó en escenarios naturales (donde los propios miembros habían participado recogiendo información) y con actores semi desconocidos, algo que también nos acerca aún más al Neorrealismo.

El filme anticipa lo que sería una corriente realmente exitosa en años bastante posteriores, conocida como cine Quinqui. Estas películas, al igual que lo hace Los Golfos, mostrarían la cara más oculta y amarga de las grandes urbes y siempre tendrán como personajes principales a delincuentes juveniles, muchos de ellos famosos dentro del mundillo. Poéticamente, sería el propio Saura quien liquidaría el subgénero con una película titulada Deprisa, Deprisa (Deprisa, Deprisa, 1981) que además ganaría el Oso de Oro en el Festival de Berlín.

Los Golfos nos adentra en un mundo de delincuencia efervescente. Durante la primera parte del metraje Saura se dedica a mostrarnos robos y hurtos desde todos los puntos de vista. Robos con navajas, robos sin agresión, por distracción…Sin embargo, uno de los muchachos, el que interpreta Oscar Cruz, quiere convertirse en torero, en una estrella mediática, algo que quizá puede recordarnos a alguna de las películas del Free Cinema, más o menos coetáneas, como The Loneliness of the Long Distance Runner (La Soledad del Corredor de Fondo, 1962) de Tony Richardson, o This Sporting Life (El Ingenuo Salvaje, 1963) de Lindsay Anderson donde los personajes, que pertenecen a clases sociales bajas, ven el deporte como una fórmula (casi mágica) que les permitirá salir de la miseria en la que se encuentran.

Así que los personajes del filme, amigos del futuro torero, deciden realizar una recolecta para que nuestro protagonista puede permitirse el debut en una plaza de toros. La película nos enseñará pues como estos jóvenes se dedican a dar palos y robos para realizar la recolecta. Quizá técnicamente el filme no destaca en demasía, por tratarse de una película prácticamente de aficionado.Sin embargo la valentía del cineasta consigue tapar estas carestías.

La parte final del filme la encontramos en la propia plaza de Toros, que aparece como meta final para nuestros personajes. Y sin embargo Saura realiza un cierre tan cínico y demoledor que a uno se le parte el corazón simplemente de verlo. Porque las cosas no salen como desean los compañeros, y Saura termina el filme con un final abierto pero claramente definitivo. No sólo porque la policía ya haya entrado en la propia plaza y los estén esperando, sino porque además el futuro de nuestro personaje principal como torero es imposible. Si el final no es aún más espectacular es porque el gobierno censuró 10 minutos en esta parte, además de prohibir el estreno de la película durante un tiempo. Algo que no evitó que el filme fuera estrenado de manera internacional para mostrar las libertades del país.


[1] Guy H. Wood, La Caza de Carlos Saura: Un Estudio, Ed. Prensa Universitaria Zaragoza, Zaragoza 2010, p. 24


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Kyrios
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20 de febrero de 2011
24 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
A mitad de camino ente el tono de denuncia social del neorrealismo y la agilidad narrativa de la nouvelle vague, un debutante Carlos Saura traza un sombrío dibujo de la España tahúr y zaragatera de finales de los 50, basado en las desventuradas correrías de cuatro amigos próximos a desembocar en la delincuencia. Rodada en escenarios naturales de los arrabales y barrios bajos de Madrid, el film tuvo dificultades con la censura. A destacar el trazo expresionista de los personajes con ciertos ecos de los aguafuertes goyescos, y la descrioción naturalista de los ambientes degradados de la gran urbe en la que los golfos ven truncados fatalmentes sus sueños. Tuvo una especie de secuela un tanto irregular en los 80 con la premiada Deprisa, Deprisa, que carece del empuje y la fuerza descriptiva de la original.
tasiodesevilla
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23 de noviembre de 2008
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una pandilla de jóvenes que viven en los suburbios de Madrid se buscan la vida para ir subsistiendo mediante pequeños hurtos y atracos. El sueño de uno de ellos es convertirse en figura del toreo. Debutar como novillero supone tener que pagar una alta cantidad de dinero, por lo que los atracos se multiplican para entre todos lograr alcanzar esa suma. La idea que tienen es que si el torero triunfa, éste les ayudará a salir de la miseria. Pero los planes se truncan y no discurren según lo previsto.

Recuerda esta película a las realizadas dentro del movimiento neorrealista italiano. Escenarios naturales retratados en blanco y negro, personajes marginales e historias que no siempre tienen un final feliz, desarrolladas en un ambiente económico de escasez y pobreza. Todo esto aparece en "Los golfos", que también puede ser considerada un notable documento sobre la manera de vivir en los arrabales de las grandes ciudades españolas a finales de los años cincuenta.

Saura aboga por realizar en éste, su primer largometraje, un cine comprometido, que desarrollaría mas tarde en filmes como "La Caza" o "Peppermint frappé" (anteriormente había realizado los mediometrajes "La tarde de domingo" en 1957, con el que se diplomó en dirección y el documental "Cuenca" en 1958)

Interesante película por tanto, en la que su director ya esboza lo que sería su trayectoria cinematográfica comprometida en los años sucesivos. Este tema lo volvería a retomar años más tarde en 1980 con "Deprisa, deprisa", que más bien parece una revisión y puesta al día de la película de la que estamos hablando
hambredecine
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30 de junio de 2015
13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hola
Cine neorrealista español, nos trae el lado menos amable de Madrid, año 1960.
Gusta verla.
Chao.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
miguelez65
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24 de abril de 2018
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Admirada película de Saura rodada en tono cuasi documental y con un claro sesgo social. No se asimila al realismo social italiano, pues Saura habla de unos jóvenes de postguerra que roban y timan, en aras a promocionar a un amigo . A diferencia del realismo italiano, no hay aquí un mensaje moral sino simple y pura supervivencia de unos muchachos que carecen de todo y tampoco tienen esperanzas de encontrar nada mejor en un mundo paupérrimo a todo nivel: político, social y económico.

Fue la primera película que dirigió Saura, rodada por entero en exteriores y reflejando el Madrid de la época: sus calles, el mercado, autobuses de cuarta, toda aquella panorámica que hoy se antoja tercermundista pero que era lo que había entonces. Saura entona su primer cántico fílmico con solvencia, a pesar de los escasos recursos con los que cuenta. O sea, técnicamente el film no destaca, por tratarse de una obra de aficionado; pero la valentía de Saura y su equipo consiguen compensar estas deficiencias.

Ya desde la propia temática vemos la frescura que aportaba el film, pues Saura hace un atinado registro de la vida cotidiana de este grupo de jóvenes. Saura no estuvo sólo, Mario Camus y Daniel Sueiro, dos nombres ilustres de nuestra cinematografía, le acompañaron a la hora de realizar el guión, un libreto bien construido, de manera sencilla pero efectiva. La música de Antonio Ramírez y José Pagán acompañan bien la obra y una buena fotografía en blanco y negro de Juan Julio Baena.

Los actores eran mayormente semidesconocidos o directamente aficionados, lo que no impide que hagan un trabajo coral muy meritorio y con gran verismo en sus roles. Jóvenes actores todos ellos conjuntados y en sintonía.

La realización requirió por parte del equipo, estar codo con codo con la gente del mercado de Legazpi y los barrios bajos de Madrid. El objetivo era obtener información fidedigna sobre sus costumbres y su modo de vida, lo que implicaba una voluntad antropológica cercana al Neorrealismo italiano (algo de la Nouvelle Vague en cuanto a su agilidad narrativa); pero sin moralina, como antes decía. La película, como rezan los títulos, fue rodada en escenarios naturales, los mismos donde se había recogido la información. En aquel Madrid con descampados, bloques de los extrarradios que se recortan entre casas de uno o dos pisos, y el trabajo casi inhumano de los descargadores en el mercado de Legazpi: un penoso panorama.

Esta película de Saura fue un anticipo de una afamada corriente que vendría en años posteriores, conocida como “cine Quinqui” (p. e. Perros callejeros (1977); o, Yo, El vaquilla (1985) de José Antonio de la Loma; o Tres días de libertad (1995), ya en el crepúsculo de este cine). En esta modalidad los personajes principales eran delincuentes juveniles reales que incluso actuaban en las películas, siendo que muchos de ellos eran famosos en ese mundo delincuencial (El torete, El Pirri, El Mini o El Vaquilla, entre otros). De una manera poética, el propio Saura realizó su aportación a este subgénero con una película titulada Deprisa, Deprisa (1981), con la cual ganó el Oso de Oro en el Festival de Berlín.

Seguramente Saura y Camús conocían la película de Ladislao Vajda de 1956, Mi tío Jacinto, en la que igualmente aparece el mundo ‘under ground’ del Madrid del rastro, de la picaresca, los timos, el trabajo feroz, los recoge-colillas y todo un extenso manual de supervivencia en la más cerval miseria y reciedumbre de un Madrid donde abundaban los bebedores, los pedigüeños y por supuesto, el mundo de los toros y de las Ventas (que tanto amó Vajda).

Saura concluye con un cierre demoledor que produce tristeza y abatimiento. Las cosas no salen como querían los chicos y Saura termina el film de manera abierta pero claramente definitiva.

Conclusión, una película que merece la pena, en la cual Saura no hace concesiones a la esperanza o la ternura, y mucho menos al humor; tan solo a una especie de respaldo pandillero que deviene obra dura, pero necesaria para entender nuestro pasado, que fue igualmente y para muchos, cruel.
Kikivall
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