"Cowboy de medianoche" ("Midnight Cowboy" en el original, tanto en inglés como en castellano es un título perfecto) es una de las películas emblemáticas de los años 60 (ganó tres Oscar, incluyendo el de mejor película, y ha sido la única con calificación X que lo ha logrado) aunque su brillo no disminuyó con el paso del tiempo. Es más, no pierde con cada revisionado (únicamente se llega a hacer algo pesado el fragmento de la fiesta de "modernos", pasados los 80 minutos de película, con demasiadas imágenes psicodélicas, sesenteras en exceso), el tema que canta Nilsson sigue siendo mágico (y notable la melancólica bso de Barry) y diversas escenas conservan su poderío, como las del cowboy deambulando por las atestadas calles neoyorkinas.

"Cowboy de medianoche" es una de las películas más duras, sórdidas y amargas pero sin embargo hermosas que conozco. Combina de manera extraña y genial estampas de miseria casi extrema, depravación y podredumbre con otras enternecedoras, fundamentalmente la amistad entre los protagonistas, dos pobres diablos que no tienen nada en Nueva York. Dicha relación dio y da pie a la teoría de que realmente son algo más que amigos, dado a lo que se tiene que rebajar el cowboy en las calles y al desinterés de Rizzo por las mujeres (también puede ser que sea alguien asexuado).

Pocas parejas masculinas en la historia del cine más contradictorias y geniales que ésta: Joe Buck, armario texano de 1,90 simple, inculto y de buen corazón, pero ingenuo y ambicioso, que cambiará su anodina vida en su tierra por vivir como gigoló el "sueño americano" en NY, y Enrico "Ratso" Rizzo, un vagabundo de corta estatura y precaria salud que malvive de las sobras de la sociedad y ocupa un asqueroso y ruinoso tabuco. A ello ayudan dos jóvenes actores en estado de gracia: Voight apolíneo y lozano con 31 años en su primer papel, Hoffman con 32 y que cambia totalmente de registro, ya que venía de hacer "El graduado" y está notablemente afeado, con el cabello grasiento, los dientes negros y transmitiendo de veras que es un enfermo desgraciado que no se asea demasiado.

Aunque trate de la ciudad de Nueva York (y como pocas veces se ha visto, repleta de chaperos, pervertidos y gente de baja ralea malviviendo entre ricachones y modernos) y de un frustrado sueño americano, lo cierto es que el mensaje es universal ya que la historia de alguien que deja su tierra y se marcha a la metrópoli para intentar mejorar su vida es muy vieja.