Reconozco que no esperaba gran cosa de una película sobre las famosas Tortugas Ninja. Recuerdo que esta serie animada fue lo que se dice una auténtica locura para los chavales de hace unas décadas; y quiero especificar eso de «chavales», porque las niñas
estábamos en otros menesteres.

Así pues, mitad por curiosidad, mitad por nostalgia de tiempos pasados, he visto por primera vez «Las tortugas ninja» o, traduciendo directamente del inglés, «Las tortugas ninja mutantes adolescentes». Mucho mejor en español, sí, pero no me digáis que el tema no es de lo más llamativo. Donatello, Michaelangelo, Leonardo y Raphael son cuatro tortugas quinceañeras que han llegado a ser lo que son por una incomprensible influencia de líquido radiactivo, de ese que perfectamente uno puede encontrarse en las alcantarillas de una gran ciudad... Las cuatro tortuguitas tienen la fortuna de caer bajo los cuidados de una rata listísima que en su época de simple mascota de un maestro ninja (también muy normal, lo que todo el mundo tiene en su casa en una jaula) es capaz de aprender el arte del Ninjutsu. Prodigioso. Afectada al igual que las tortugas por la radioactividad, los cinco personajes formarán, ocultos de los humanos, una bonita familia.

Pese a lo absurdo que pueda parecer, y ser, «Las tortugas ninja» tienen algo muy bueno: que hay unos valores de fondo intachables. Artes marciales, esfuerzo físico, superación personal, sacrificio, amor, lealtad y espiritualidad son los componentes de una trama entretenida donde hay muchas peleas bastante curradas, sobre todo si pensamos que estos actores tienen que moverse con un traje de tortuga puesto. Todas las enseñanzas del maestro Splinter son espectaculares, creando momentos de verdadera intensidad, como el de la hoguera o la conversación sobre la ira. El tono es muy juvenil, pero lejos de las ordinarieces a las que estamos acostumbrados.

Una aceptable opción para los peques. Simpática.