Verla en un avión cuando no puedes pegar ojo es desaconsejable para valorar cualquier película. La he visto porque prometía más de lo que era: una moderna interpretación del mito de la Bella y la Bestia.
Ni moderna, ni interpretación ni nada. Una simple y torpe versión donde todo es previsible sólo escuchando hablar al guapo al principio. Un guapo que ni siquiera es malvado porque es tan estúpido que no podría serlo.
Los retos a lo lacrimógeno de la película, sobre todo los dramas familiares entrecruzados, llaman a la náusea más absoluta y tal.
Si no fuera porque no me gusta dejar películas a medias no hubiera aguantado tanto. Por suerte el aterrizaje ha cortado la reproducción a tiempo y me he librado del bombardeo azucarado que se preveía desde el principio y que he podido comprobar en casa más tarde.
Promete mucho, no da nada.