A todos nos han pasado cosas malas en la vida. Gracias a Dios a mí no me han matado a mi mujer en un tiroteo en un bar, pero vamos que he tragado también mi mierda. Y puedo entender la caida en el infierno de Parry, el personaje interpretado por Robin Williams que hace un labor estupenda como mendigo loco enamorado de la rara de narices Lucy (Amanda Plummer). La también caida en el infierno, desde lo cielos además, del locutor de radio neoyorkino Jack Lucas también es interesante. Ayudado por una estupenda Anna (formidable Mercedes Ruehl), que le ayuda sin interés ninguno cuando lo ve caido en la más absoluta depresión tras sentirse responsable de esas muertes del bar antes contada. La unión de ambos personajes (Parry y Lucas) se vuelve mágica. El primero sólo vive en un particular cuento medieval con la búsqueda de un cáliz y de una princesa y el otro busca redimirse ayudando a encontrar lo que él, de algún modo, le hizo perder. Una película que me ha llegado al alma y de la que no esperaba nada de nada. Una muestra del talento de Williams, Bridges y Rhuel y la considerada por muchos la mejor película del ex Monty Phython, Terry Gilliam. Con partes dramáticas, con partes cómicas, con geniales actuaciones, personajes, historia y con presupuesto. ¡Joder! No le voy a poner el 8 que pensaba, le doy un 9 casi 10. Recomendable aunque sea algo fantaseosa.