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España España · Madrid
Voto de J C:
8
Drama En Nueva York, la pequeña Maisie (Onata Aprile), con apenas 6 años, se ve involucrada en el amargo divorcio de sus padres, una estrella del rock (Julianne Moore) y un marchante de arte (Steve Coogan). (FILMAFFINITY)
30 de enero de 2014
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
De todos es sabido que en un divorcio entre dos adultos que tienen críos la peor parte la llevan éstos, pues a menudo se ven obligados a lidiar con las neuras de sus padres sin comerlo ni beberlo. No sólo han de afrontar lo que tiene de incómodo una separación, sino que a menudo se convierten en el arma arrojadiza de sus progenitores, en el instrumento que utilizan para joderse el uno al otro.

Pues de esto más o menos va “¿Qué hacemos con Maisie?”, una de esas películas pequeñas que se asoman de cuando en cuando y como de puntillas a la cartelera, generalmente con retraso, pero que a pesar de su discreción suelen gustar más que otros filmes que gozan de todos los beneplácitos de los distribuidores y de espectadores que acuden al cine en busca de emociones rápidas y fácilmente olvidables. Inspirada, según leo, en un texto del escritor Henry James, cuyo paso por la gran pantalla nos ha dejado títulos memorables como “La heredera” o la turbadora “Suspense”, “¿Qué hacemos con Maisie?” es la historia de un divorcio y las consecuencias que ello acarrea en su hija de seis años.

Y es que de algún modo es la cría la que nos va contando la película a través de su mirada perpleja y asombrada ante el comportamiento de sus padres, ella una cantante de rock que parece vivir únicamente para su trabajo, y él un marchante de arte a quien sucede tres cuartos de lo mismo. Estando así las cosas, el único consuelo lo encuentra la pequeña Maisie en las respectivas parejas de uno y otra, curiosa pirueta del azar que alumbrará también el comienzo de otra historia.

Lo más notable de esta película sencilla es la naturalidad que impregna toda la narración, desprovista de artificios baratos y donde la interpretación de la cría, Onata Aprile, brilla con una luz intensa que se proyecta a lo largo del metraje. Con ella vamos asistiendo, atónitos, a todo cuanto sucede, y de su mano comprobamos una vez más la necedad de los adultos cuando olvidan que tienen hijos, lo que por otro lado han decidido ellos mismos, y sólo piensan en su persona. Aunque lo sabemos, no está de más que el cine nos lo recuerde de vez en cuando.
J C
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