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Voto de TOM REGAN:
6
7,0
21.302
Drama
En 1969 se celebró uno de los juicios más populares de la Historia de Estados Unidos, en el que siete individuos detenidos durante una manifestación en contra de la guerra de Vietnam fueron juzgados tras ser acusados de conspirar en contra de la seguridad nacional. Su arresto se produjo a consecuencia de unos disturbios contra la policía y el juicio, impulsado por el nuevo fiscal general, fue claramente político, dando lugar a una serie ... [+]
19 de diciembre de 2020
17 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
411/20(17/12/20) Sobrevalorado drama judicial creado por el reputado guionista Aaron Sorkin, que aquí dirige su segundo largometraje, de un proyecto inicialmente destinado a ser capitaneado por Spielberg. No es que sea malo, es que tras leer muchas críticas loatorias esperaba mucho más y me he encontrado con un film entretenido a ratos, manipulador, sectario, con personajes clichés, ninguno desarrollado mínimamente, todo muy académico, sin sorpresas, todo previsible, y nunca llega a emocionarme en sus ansias de empujarme a la lágrima fácil. En 1968 tres grupos de activistas de izquierda decidieron unirse a una manifestación contra la guerra de Vietnam en Chicago, donde se estaba llevando a cabo el Congreso del Partido Demócrata. Tras cuatro días de altercados con la policía, 668 personas fueron arrestadas. Dos años después, con Nixon ya en la Casa Blanca, se acusó a 7+1 de los líderes de las protestas, de conspiración y cruce de fronteras estatales con la intención de incitar a disturbios en la Convención Nacional Demócrata de 1968 en Chicago. En aquellos altercados, la policía utilizó fuerza bruta, gas lacrimógeno y violencia excesiva para detener el inminente peligro que representaban un montón de jóvenes presentados como pacifistas, el presente del filme está situado en 1969, en el juicio de casi un año a estas personas, el juicio de los 7 de Chicago retrata tanto los momentos previos al incidente (ello yendo y viniendo en el tiempo con flash-backs), como el propio proceso judicial.
Sorkin vuelve a desplegar lo que mejor sabe, como es su inventiva endiablada para los diálogos ágiles, con réplicas y contrarréplicas ingeniosas, de las que tiene jugo en sus mensajes soterrados y en muchas ocasiones apasionados, que intentan mandarnos mensajes morales y éticos, aunque en esta ocasión se sienten más moralinas que aleccionadores inteligentes, pues en este microcosmos creado no hay lugar a la complejidad o ambigüedades, los personajes o son buenos muy buenos o malos horribles hasta el sadismo, con lo que me siento un títere en las manos de un panfleto político, que puede que esté de acuerdo con lo que cuenta, pero como valor de película con capacidad de punzarme es escasa en su modo de propaganda atomizada en el tiempo a ser anti-Trump (no ‘santo’ de mi devoción), y proyectado en el tiempo a las revueltas en USA tras la muerte de George Floyd, aquí seguro Sorkin quiso hacer una alegoría con Bobby Seale cuando es amordazado en el tribunal (nada es casual para este escritor), o sobre todo en el soliloquio que Hayden espeta a Hoffman se puede entender como un discurso por votar contra McDonald Trump (dixit la ‘coheniana’ Borat II). Donde todo se idealiza y demoniza tanto que pierde capacidad de utilidad y matiz alguno. Vale que nos quieren colar algún tímido debate en dos formas de enfrentar al problema, representadas en el ‘hippy’ Abbie Hoffman (Sacha Baron Cohen) y el líder estudiantil Tom Hayden (Eddie Redmayne), pero esto se siente artificioso y prefabricado para dar algo de jugo, pero no toca la fibra sensible. Y encima desembocando en un final pasteloso donde me siento estafado por lo poco valiente del final. Por supuesto que hay temas a reivindicar y atacar en lo que se cuenta, como es la justicia frente al abuso del poder, la democracia frente los lobbys que tras la cortina quieren dominarlo todo, la justicia social frente al racismo.
Se inicia de un modo desconcertante, mediante un montaje donde vemos imágenes convulsas de los sesenta, con secuencias de los magnicidios de Martin Luther King y Robert Kennedy, en mezcolanza con escenas de la Guerra de Vietnam, pero ello adornado por una discordante música de Daniel Pemberton (“Steve Jobs” o “Spider-Man: Un nuevo Universo”), grimante por su aire alegre con el dramatismo de lo que vemos. A lo que sigue el prólogo a los acontecimientos antes de ir a Chicago los que serán encausados que destila humor ligero y nada de enmarcarnos en las motivaciones (que se dan por sabidas por el público). Y ese es uno de los problemas de la película, la mezcla desequilibrada entre humor y dramatismo, esto resta capacidad de tensión e intensidad.
Sorkin entrelaza varias formas de contar los hechos, provoca en mí cierto caos narrativo, vemos a Hoffman cual cómico de stand-up relatar los hechos, esto entretejido a la visión más cruenta de Hayden, y ello apegado como cuentan el fiscal lo sucedido, toda una maraña, donde al final me siento manipulado por la bondad de un Sorkin demasiado complaciente consigo mismo en que todos iremos tras él en su ataque contra el poder establecido, pero para que no se le acuse de antipatriota (hasta ahí podíamos llegar) n os cuela una escena en que todos los acusados estando en preparando el juicio en su residencia (en libertad condicional) se ponen firmen y escuchan con respeto el himno nacional frente a la tele (mientras pasan nombres anónimos, supongo que muertos en Vietnam). Nos muestran a los manifestantes cual ‘happy-flower’, donde no hay atisbo de violentos, todo son cancioncitas y aires revolucionarios naif, donde lo más salvaje que vemos hacer a estos es desinflar la rueda de un coche (puaj! No me creo tanto buenismo!), por supuesto que me creo los excesos policiales (esa forma aterradora de quitarse las placas identificadoras), pero el modo de enfocarlo todo me resulta irracional, en cómo nos quieren avasallar con una verdad absoluta poco verosímil. Y flaco favor se hace a la causa que se defiende cuando no se sabe dar alma al ‘adversario’, cuando se lo caricaturiza se pierde fuerza dramática.
Los 7 de Chicago eran mixtura de activistas políticos de varios grupos habían participado en protestas de 1968: El líder estudiantil Tom Hayden encarnado con suficiencia por Eddie Redmayne, que posee arrogancia ideológica ante los demás. Hayden junto a Rennie Davis (un Alex Sharp muy al fondo) líderes de Students For A Democratic Society;... (sigo en spoiler)
Sorkin vuelve a desplegar lo que mejor sabe, como es su inventiva endiablada para los diálogos ágiles, con réplicas y contrarréplicas ingeniosas, de las que tiene jugo en sus mensajes soterrados y en muchas ocasiones apasionados, que intentan mandarnos mensajes morales y éticos, aunque en esta ocasión se sienten más moralinas que aleccionadores inteligentes, pues en este microcosmos creado no hay lugar a la complejidad o ambigüedades, los personajes o son buenos muy buenos o malos horribles hasta el sadismo, con lo que me siento un títere en las manos de un panfleto político, que puede que esté de acuerdo con lo que cuenta, pero como valor de película con capacidad de punzarme es escasa en su modo de propaganda atomizada en el tiempo a ser anti-Trump (no ‘santo’ de mi devoción), y proyectado en el tiempo a las revueltas en USA tras la muerte de George Floyd, aquí seguro Sorkin quiso hacer una alegoría con Bobby Seale cuando es amordazado en el tribunal (nada es casual para este escritor), o sobre todo en el soliloquio que Hayden espeta a Hoffman se puede entender como un discurso por votar contra McDonald Trump (dixit la ‘coheniana’ Borat II). Donde todo se idealiza y demoniza tanto que pierde capacidad de utilidad y matiz alguno. Vale que nos quieren colar algún tímido debate en dos formas de enfrentar al problema, representadas en el ‘hippy’ Abbie Hoffman (Sacha Baron Cohen) y el líder estudiantil Tom Hayden (Eddie Redmayne), pero esto se siente artificioso y prefabricado para dar algo de jugo, pero no toca la fibra sensible. Y encima desembocando en un final pasteloso donde me siento estafado por lo poco valiente del final. Por supuesto que hay temas a reivindicar y atacar en lo que se cuenta, como es la justicia frente al abuso del poder, la democracia frente los lobbys que tras la cortina quieren dominarlo todo, la justicia social frente al racismo.
Se inicia de un modo desconcertante, mediante un montaje donde vemos imágenes convulsas de los sesenta, con secuencias de los magnicidios de Martin Luther King y Robert Kennedy, en mezcolanza con escenas de la Guerra de Vietnam, pero ello adornado por una discordante música de Daniel Pemberton (“Steve Jobs” o “Spider-Man: Un nuevo Universo”), grimante por su aire alegre con el dramatismo de lo que vemos. A lo que sigue el prólogo a los acontecimientos antes de ir a Chicago los que serán encausados que destila humor ligero y nada de enmarcarnos en las motivaciones (que se dan por sabidas por el público). Y ese es uno de los problemas de la película, la mezcla desequilibrada entre humor y dramatismo, esto resta capacidad de tensión e intensidad.
Sorkin entrelaza varias formas de contar los hechos, provoca en mí cierto caos narrativo, vemos a Hoffman cual cómico de stand-up relatar los hechos, esto entretejido a la visión más cruenta de Hayden, y ello apegado como cuentan el fiscal lo sucedido, toda una maraña, donde al final me siento manipulado por la bondad de un Sorkin demasiado complaciente consigo mismo en que todos iremos tras él en su ataque contra el poder establecido, pero para que no se le acuse de antipatriota (hasta ahí podíamos llegar) n os cuela una escena en que todos los acusados estando en preparando el juicio en su residencia (en libertad condicional) se ponen firmen y escuchan con respeto el himno nacional frente a la tele (mientras pasan nombres anónimos, supongo que muertos en Vietnam). Nos muestran a los manifestantes cual ‘happy-flower’, donde no hay atisbo de violentos, todo son cancioncitas y aires revolucionarios naif, donde lo más salvaje que vemos hacer a estos es desinflar la rueda de un coche (puaj! No me creo tanto buenismo!), por supuesto que me creo los excesos policiales (esa forma aterradora de quitarse las placas identificadoras), pero el modo de enfocarlo todo me resulta irracional, en cómo nos quieren avasallar con una verdad absoluta poco verosímil. Y flaco favor se hace a la causa que se defiende cuando no se sabe dar alma al ‘adversario’, cuando se lo caricaturiza se pierde fuerza dramática.
Los 7 de Chicago eran mixtura de activistas políticos de varios grupos habían participado en protestas de 1968: El líder estudiantil Tom Hayden encarnado con suficiencia por Eddie Redmayne, que posee arrogancia ideológica ante los demás. Hayden junto a Rennie Davis (un Alex Sharp muy al fondo) líderes de Students For A Democratic Society;... (sigo en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
... El pacifista radical David Dellinger al que da vida de modo notable John Carroll Lynch, teniendo su momento de gloria cuando explota ante el tribunal. Dellinger junto a John Froines (poco más que figurante Danny Flaherty) y Lee Weiner (otro que cuasi-cameo Noah Robbins), del Comité Nacional de Movilización para Poner Fin a la Guerra de Vietnam; El hippy-pacifista-comediante-revolucionario Abby Hoffman encarnado por el camaleónico Sacha Baron Cohen, en un papel manufacturado en su guiñolismo, con ese pelucón, pretende ser aquello de que las apariencias engañan, esto en el duelo con Hayden, pero me queda chirriante. Unos claros remedos influenciados por el dueto cómico de porretas Cheech y Chong; El compañero de Abby, es otro hippy Jerry Rubin (ambos líderes un movimiento contracultural, el Partido Internacional de la Juventud, conocido como "Yippies"), al que pone rostro Jeremey Strong (con otro ridículo pelucón) en un papel meno presencial y que solo sirve para dar desengrasante humor naif (como esa falsa, y tontuna sub trama con una policía infiltrada); Y está el octavo en discordia, Bobby Seale, cofundador del Partido Pantera Negra, encarnado por Yahya Abdul-Mateen II, es un electrizante roba-escenas con una energía brutal refleja el rqacismo imperante en el juez y por ende en la sociedad. Su consejero entre el público es Fred Hampton (correcto Kelvin Harrison Jr.), partidarios de métodos más expeditivos contra la injusticia; Todos ellos conforman un grupo heterogéneo que se quiso hacer ver estaban confabulados para derrocar al gobierno (puaj!).
Entre los abogados defensores destaca el gran Mark Rylance como letrado por los Derechos Civiles William Kunstler, con un rol que deja constancia de su carisma contenido y mesurado; Frank Langella extraordinario en el papel del juez Julius Hoffmann (como él se mismo aclara, sin relación con el acusado Abby), todo un despliegue de villanía incendiaria, con un fuerte carácter que traspasa la pantalla; Uno de los fiscales es Richard Schultz, embestido por un buen Joseph Gordon-Levitt, pero en un papel que no me creo como empatizante de la causa a la que acusa, tanto es así que cuando he leído sobre la persona real, me he dado cuenta de mi instinto, pues distaba de la realidad, descrito como ‘pitbull’ por lo mucho que atacaba a los procesados. No es más que una idealización sorkiana de cómo querría él que fuera su mundo; Aparece el ex Fiscal General con Lyndon B. Johnson, Ramsey Clark, interpretado por Michael Keaton de modo impetuoso.
La puesta en escena resulta funcional, si acaso mencionable la dinámica edición de Alan Baumgarten (“El Chip Prodigioso”), cambiando entre diferentes escenarios, incluso temporales e incrustando imágenes de archivo reales. Asimismo reseñable la labro de cámara de Phedon Papamichael (“Nebraska”), por las tomas de seguimiento por pasillos en steadicam mientras personajes hablan de modo frenético, algo muy sorkiano (remitirse a la serie “El Ala Oeste de la Casablanca”). Dando la ambientación predominancia a los ententes verbales, a las batallas dialécticas en consonancia con lo teatral y con ello potenciando las actuaciones.
Spoiler:
El clímax se da cuando va a dar un último alegato antes del fin del juicio Hayden, recita uno por uno los nombres de los muertos americanos en la Guerra de Vietnam, el público en la sala responde alborozado y entusiasta, los acusados y abogados defensores se ponen en pie, la algarabía es caótica, el juez pide se calle Hayden, incluso el fiscal Schultz se pone en pie en señal de respeto, la música de violines nos empuja a emocionarnos (puaj!), final penoso por lo maniqueo y almibarado.
Me queda una película irregular, entretenidilla, pero demasiado tendenciosa, sin dejar lugar a pensar al espectador. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2020/12/el-juicio-de-los-siete-de-chicago.html
Entre los abogados defensores destaca el gran Mark Rylance como letrado por los Derechos Civiles William Kunstler, con un rol que deja constancia de su carisma contenido y mesurado; Frank Langella extraordinario en el papel del juez Julius Hoffmann (como él se mismo aclara, sin relación con el acusado Abby), todo un despliegue de villanía incendiaria, con un fuerte carácter que traspasa la pantalla; Uno de los fiscales es Richard Schultz, embestido por un buen Joseph Gordon-Levitt, pero en un papel que no me creo como empatizante de la causa a la que acusa, tanto es así que cuando he leído sobre la persona real, me he dado cuenta de mi instinto, pues distaba de la realidad, descrito como ‘pitbull’ por lo mucho que atacaba a los procesados. No es más que una idealización sorkiana de cómo querría él que fuera su mundo; Aparece el ex Fiscal General con Lyndon B. Johnson, Ramsey Clark, interpretado por Michael Keaton de modo impetuoso.
La puesta en escena resulta funcional, si acaso mencionable la dinámica edición de Alan Baumgarten (“El Chip Prodigioso”), cambiando entre diferentes escenarios, incluso temporales e incrustando imágenes de archivo reales. Asimismo reseñable la labro de cámara de Phedon Papamichael (“Nebraska”), por las tomas de seguimiento por pasillos en steadicam mientras personajes hablan de modo frenético, algo muy sorkiano (remitirse a la serie “El Ala Oeste de la Casablanca”). Dando la ambientación predominancia a los ententes verbales, a las batallas dialécticas en consonancia con lo teatral y con ello potenciando las actuaciones.
Spoiler:
El clímax se da cuando va a dar un último alegato antes del fin del juicio Hayden, recita uno por uno los nombres de los muertos americanos en la Guerra de Vietnam, el público en la sala responde alborozado y entusiasta, los acusados y abogados defensores se ponen en pie, la algarabía es caótica, el juez pide se calle Hayden, incluso el fiscal Schultz se pone en pie en señal de respeto, la música de violines nos empuja a emocionarnos (puaj!), final penoso por lo maniqueo y almibarado.
Me queda una película irregular, entretenidilla, pero demasiado tendenciosa, sin dejar lugar a pensar al espectador. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2020/12/el-juicio-de-los-siete-de-chicago.html