Efectivamente, como alguien dice por ahí, se trata de un mediometraje cuyo mayor valor en alza está en su contenido tan inofensivo como rescatable por su carácter documentalista para consagrados directores de la talla del propio Tim Burton.

La película es un clásico de ficción de los cincuenta, un clásico desfasado y cándido, pero de alguna manera esa candidez la mantiene viva. Tal vez sea su fotografía en blanco y negro, tal vez sus diálogos, acaso las escasas y cutres localizaciones o incluso los propios marcianos y sus "inquietantes" platillos volantes, no se, pero hay algo que convierte a estas producciones en pequeñas joyas merecedoras de su revisión y reivindicación.