El director alemán afincado en Hollywood Roland Emmerich, dirigió esta superproducción catastrofista protagonizada por Will Smith, que se convirtió en una estrella gracias al éxito del filme. La película narra una hostil invasión marciana a la Tierra y la posterior reacción de los humanos liderados por el presidente de Estados Unidos.

La cinta es una fantasmada patriotera en toda regla con momentos bochornosos, como cuando el presidente americano en un alarde populista al más puro estilo Chávez, declara que el 4 de julio ya no será únicamente el día de la independencia americana sino el de toda la humanidad. Todavía resuenan las carcajadas del público en el cine. Tampoco ayuda mucho el final, en el que los extraterrestres para ser una civilización superior tan avanzada, en el fondo no son tan listos. O la escena en la que Will Smith, que interpreta a un piloto de combate, se lía a tortas con un alienígena después de una persecución en avión imposible por el Gran Cañón. Y si a eso añadimos la presencia de un científico loco clavado al mago Juan Tamariz, resulta muy difícil que podamos tomarnos en "serio" una película involuntariamente risible.

Lo mejor son sus cuarenta y cinco minutos iniciales hasta ahí todo bien, el resto decae estrepitosamente. Las escenas en las que aparecen las imponentes naves marcianas similares a las de la mítica serie V, junto con la espectacular destrucción de los principales edificios de Nueva York y la Casa Blanca, son lo mejor de una película que resucitó el género catastrofista tan de moda en los setenta.

Recuerdo que la campaña publicitaria generó confusión en el público al anunciarse el estreno en los telediarios de forma que más que un anuncio publicitario de la película parecía una noticia real, en fin cosas del marketing. Y por cierto Jeff Goldblum está muy desaprovechado y en general todo el reparto porque los auténticos protagonistas son los efectos especiales.