La carrera de Dario Argento comenzó a decaer con esta desfasada cinta de terror que cuenta los asesinatos que se producen en una elitista academia de baile regida por unas misteriosas brujas. Una vez más el director volvió a contar con la colaboración de la banda de rock progresivo italiana Goblin pero su música resulta cargante y tampoco me parece acertado la inclusión de susurros, lamentos y voces en las secuencias de más suspense porque en vez de potenciar el clímax lo ridiculiza. La resolución de la historia no supone ninguna novedad. No hay ningún misterio relevante. La identidad del asesino y de lo que pasa en la academia se ve venir a la legua. La historia termina precipitadamente y sin sorpresas. Me gustó eso sí, el uso de los colores pastel (verde, azul y rojo) de la fotografía, algunas escenas de asesinatos y la inesperada presencia de un jovencísimo Miguel Bosé.