Se agradece que no sea una nueva adaptación, porque ya ha habido muchas y ninguna superará a la de Kenneth Branagh (por su fidelidad).
Tampoco es una alternativa en plan “Penny dreadful”. Es relativamente original con un punto de vista distinto. Ya que se empeñan en explotar una y otra vez personajes arquetípicos de la ficción que todo el mundo conoce, por lo menos se agradece que lo hagan con un nuevo enfoque.
El protagonista es Sean Bean, el famoso actor de las mil muertes. ¿Sobrevivirá aquí? Es un agente de la ley que investiga unos misteriosos asesinatos relacionados con el tráfico de cadáveres en el Londres del siglo XIX.
En la serie aparece Mary Shelley como personaje, y su libro es real, con lo cual el camino que toma la serie es completamente distinto a lo que todos hemos visto ya alguna vez.
La ambientación victoriana está muy conseguida, como suele pasar cuando hay medios, y más si la serie es británica, ya que los ingleses suelen cuidar lo que sienten como propio. Siempre me han gustado estas historias, bien sean de terror, o de Sherlock Holmes, Jack el destripador o lo que encarte que encaje en tal contexto.
La investigación empieza de manera bastante interesante, y promete mucho.
Lamentablemente, a partir del tercer episodio, el relato empieza a tomar un ritmo demasiado lento para mi gusto. La historia avanza muy despacio y se pierde un poco el interés. Hay pocos elementos sobrenaturales y está más centrada en los dramas personales de los personajes.
Con todo, al tener muy pocos episodios no llega a hacerse tan cansina como para dejarla, eso está claro. Aunque, a día de hoy, tras estos seis episodios, no está claro si va a continuar o no, que en el mundo de las series nunca se sabe.