No pasará a la historia esta simpática película italiana, una más de las cientos y cientos que intentan diseccionar esa cosa llamada amor. Sin embargo, es innegable el encanto que desprende, debido a su falta de pretensiones. Cierto es que ese encanto va decayendo a medida que avanza el filme. Un filme, que se está dividido en cuatro episodios, con lo que también debemos contar con la irregularidad inherente a ese tipo de trabajos.

Sin duda, el primero de ellos es el mejor. El más fresco y original, con unos personajes en estado de gracia, y un sentido el humor muy estimulante. Es también el más optimista (no en vano, es el dedicado a la fase del enamoramiento). Y cuenta con la intervención de ese compañero de piso del protagonista, uno de esos secundarios que enriquecen el conjunto final.

Tampoco está nada mal, el segundo capítulo, que es el más amargo (dedicado a la crisis). Sin ser un portento, el director retrata de forma bastante fidedigna lo que es una pareja cuando entra en crisis. El sarcasmo que rezuman los pocos momentos humorísticos que puntean este relato hace aun más contundente y sólido el discurso; aunque tampoco deje de lado un pequeño resquicio para la esperanza y el cariño hacia sus personajes (premisa fundamental de toda la película).

Los episodios restantes (dedicados a la traición y el abandono) tienen algún momento interesante pero, en general, van cayendo en lugares comunes y chistes de vodevil en más ocasiones de lo que sería deseable, lo que provoca que estén más cerca de la vulgaridad que del encanto y la frescura anteriores.

Aunque el balance general, sigue siendo favorable, y la película nos deja un agradable sabor de boca. Hemos pasado un rato muy agradable y nos hemos reído con situaciones y personajes perfectamente reconocibles. No es una película que deje huella, pero se disfruta muy bien.