Hacía tiempo que tenía ganas de explotar el gran formato del cine después de la pandemia, y un título como este parecía "apostar a Kong ganador". Uno sospecha que "hay Godzilla encerrado" cuando, ante una media regulera del público, la crítica profesional -normalmente de un criterio más exigente de quienes se dejan entusiasmar por filigranas marciales y baratijas con filo- en vez de noquearla, la aplaudía satisfecha saliendo del pabellón deportivo.

Un espectáculo audiovisual de dimensiones titánicas con una notable realización de la acción, dotada de golpes escondidos que suman interés a la trifulca cinematográfica. No va solo de monstruos, también es una película de aventuras. Ligada con referencias constantes a sus antecesoras y otros guiños al cine popular. Todo coreografiado con buen sentido del humor y de manera desenfadada: la única épica de la que no parece rehuir es a la de reventarlo en taquilla.

La valoración de 7 es exclusiva para su visionado en el cine. Esta película en formato doméstico carece casi de cualquier interés. Cintas así nos recuerdan para qué fue inventado: un emocionante entretenimiento a partir de la estimulación sensitiva. Cintas así nos retornan a esa originaria barraca de feria.