Eso precisamente parece esta película, un taladro oxidado que entra por tu oido y convierte en pulpa tu cerebro. No es que no me haya gustado, de hecho es interesante solo por el hecho de que NADIE se atrevería a rodar algo semejante ahora, puesto que la secuela de 2009 aparece en plena era digital y pierde un poco el mérito.
El personaje de Tetsuo que sólo tiene que ver con el de la película de animación Akira en la aparición tortuosa de partes metálicas, cables y demás en su cuerpo; es tan desconcertante como atractivo, ya que durante los pocos más de 60 minutos que dura la cinta te hace preguntarte si todo lo que está pasando es una mala pesadilla o simplemente es así de bizarro.
Promete y cumple. Te hace desesperarte, agobiarte e incluso asquearte y todo con un ritmo un tanto vertiginoso acompañado durante toda la película con un ruido metálico al que es imposible acostumbrarse.
Como buena película de culto despierta tanto pasiones, como odios, y eso es más que un logro puesto que no pasa desapercibida.