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Mientras somos jóvenes

Comedia. Drama Josh Srebnick (Ben Stiller) es un veterano director de documentales que está pasando por una mala racha profesional mientras prepara su próxima película. Todo empieza a despejarse cuando él y su mujer (Naomi Watts) comienzan a salir con una joven pareja formada por Jamie (Adam Driver) y Darby (Amanda Seyfried). Gracias a ello, Josh comienza a recuperar su juventud perdida. (FILMAFFINITY)
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Críticas 46
Críticas ordenadas por utilidad
19 de noviembre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todos conocemos el concepto del "nuevo rico". Pues esta película trata del concepto del "nuevo hipster". Porque el hipster de manual es aquel que se va moldeando desde la infancia donde era el ratito de la pandilla, la adolescencia donde se transformaba en todo un nerd para, llegar a la vida adulta evolucionado en un hipster. Hortera e insoportable si más del 50% de él es fachada o interésante y triunfador cuando el físico y la inteligencia acompañan. Y luego están los nuevos hipsters. Aquellos que han llegado maduritos a esta época de moderneo. Y esta película trata de estos últimos "adiestrados" por los primeros. Tiene momentos divertidos y se deja ver bastante bien, con un Stiller deliciosamente descolacado y una Naomi Watts completamente fuera de su registro (maravillosamente) comedido para dejarse llevar y cumpliendo a medias. Tiene muchas lagunas, como una imagen de los jóvenes hipsters exagerando los tópicos y cocido con pinzas y un guión plano y con una especie de thriller en su desenlace que no viene mucho a cuento.
xandrerl
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30 de setiembre de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Son innumerables las películas sobre las cuales uno llega a pensar que sus resultados hubieran podido ser mayores de haber tomado tal o cual camino en su desarrollo.

Esto me ha ocurrido generalmente cuando advierto que se trata de embonar alguna historia interesante en estructuras más cercanas a la complacencia con el espectador; es decir, cuando una película posee una propuesta interesante pero que, para ajustarse a los estándares del público de masas, se apela a utilizar fórmulas funcionales que terminan por cargarse parcial o totalmente al filme en su conjunto.

El primer ejemplo que se me viene a la cabeza de lo anterior lo retomo de la película 'Whiplash' (Damien Chazelle, 2014), en donde un argumento sugestivo en el que un joven demuestra cierta obsesión con la ejecución de las percusiones pudo haberse conducido por derroteros más tendientes a la complejidad del personaje central, pero que, a final de cuentas, termina manchándose el relato con aires de superación personal, muy a la manera de los más dúctiles dramas deportivos estadounidenses, quedándose la cinta a muy corta en cuanto a los alcances que desde mi visión pudo haber conseguido.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Cine Crítica
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2 de setiembre de 2015
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
No se antoja una tarea nada fácil yuxtaponer conflictos con tanto potencial y a la vez tan trillados como el juventud contra madurez o realidad contra ficción (en su versión más puramente fílmica, como reflexión sobre el formato documental), con otros más de nuevo cuño como la presión social sobre la maternidad como imperativo vital irrefutable o las contradicciones en hábitos culturales y sociales (desde el enfriamiento de las reuniones físicas por los dispositivos tecnológicos hasta el postureo pseudo-austero de los 'hipsters'). Si encima un relato se propone narrar semejante cóctel dramatúrgico y semántico 'in crescendo' y a través de una evolución del tono y el código, pues más difícil todavía.

Y lo cierto es que Noah Baumbach lo ha bordado y nos brinda una de las mejores películas del año. De primeras nos encontramos con el dilema sobre el hedonismo y el 'carpe diem' en el umbral de la crisis de la mediana edad de una pareja cuarentona, acomodada y reticente a la omnipresente y asfixiante paternidad en cuanto conocen a su aparente antítesis, un matrimonio veinteañero, de vida precaria y 'hipsters' de libro. Unas antípodas vitales por las que no tardan en dejarse llevar, en una suerte de trayectoria inversa (y evidentemente menos oscura… en principio) a la de los matrimonios protagonistas de la sensacional Lunas de Hiel. Pero en su tercer acto, ese cauce y subtexto, inicialmente anecdótico, de la reflexión sobre el formato documental, sus límites, sus posibilidades, su ética, etc., da un progresivo salto de nivel hasta copar la primera línea semántica del relato, con una creciente intriga en la que nada ni nadie es lo que parece o lo que creíamos que era.

Más allá todavía de todo esto, la mayor virtud y logro del cineasta no se encuentra en la oportuna jerarquización de esta peligrosamente abundante ensalada de conflictos, ni en su habilidosa, fluida y eficaz disposición y proyección temporal, sino en la forma misma, el empleo de los códigos genéricos, los cambios de tono, en relación todos ellos, en última instancia, con el verdadero núcleo significativo y moral de la película. De un sátira contenida sobre las convenciones sociales contemporáneas de Occidente, así como de la falta de solidez y consistencia de sus supuestas alternativas, a un thriller de esencia 'noir' de engaños, dobles caras y falsedad, con la escena del cine documental de fondo, en el que el fraude, parafraseando a Orson Welles, de la construcciones de la realidad filmada empieza en los propios sujetos filmantes y en sus relaciones del día a día. Una ambiciosa, intricada y finalmente fructífera singladura narrativa y fílmica digna del Woody Allen más inspirado en materia de tragicomedia y sátira.

En este sentido resulta crucial el hecho de que Baumbach, en solitario, deje de un lado la extravagancia en el retrato crítico y sardónico de las relaciones humanas y sociales de sus contribuciones para Wes Anderson en calidad de co-guionista, Life Aquatic y Fantástico Señor Fox, pues desde luego ese tono y enfoque no habrían sido los apropiados para llevar tamaña y compleja nave narrativa a buen puerto. Por otro lado, en su faceta de director mantiene sus mejores virtudes en el trabajo con los actores, con un cuarteto protagonista en estado de gracia, compenetrado y complementado a la perfección. Muy oportunos y eficaces los cambios de registro de Ben Stiller y de una Amanda Seyfried con un considerable potencial de musa 'indie', así como la acertadísima redefinición de Adam Driver en cuanto a arquetipo de 'hispter' y neo-cultureta o el aprovechamiento del reloj biológico de Naomi Watts para fines dramáticos y representativos.

De las dudas iniciales sobre una propuesta algo subida de tono intelectual al asombro de un resultado final redondo y capaz de transcender la eficacia de la película o el logro del director para candidatarse seriamente a las listas de lo mejor de la cosecha de 2015. Aquí mismo ya tienen un puesto asegurado.
Skorpio
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6 de setiembre de 2015
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película toca un tema muy interesante y esta llena de buenas ideas.El problema es que las exagera demasiado (puede que para hacerla más agradable y humorística) y se quede finalmente en una película pasable. Una pena
siro
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7 de setiembre de 2015
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Estuve tentado de titular esta crítica 'Niños grandes', pero poco después me di cuenta de que se trataba de un error. No sólo porque sería abominable establecer un vínculo entre el filme de Noah Baumbach y la chorrada a mayor gloria de Adam Sandler y sus colegas, sino porque dar a entender que se trata de una película sobre adultos inmaduros o el síndrome del 'peterpanismo' sería injusto; como titular tiene un pase, pero es que hay mucho más bajo la superficie.

A través de su apariencia de comedia ligera intelectual, 'Mientras seamos jóvenes' dispara multitud de dardos y reflexiones sobre el recambio generacional, sobre esa creencia general de que debemos procrear para tener una vida plena, sobre esa clase de padres que viven a través de sus hijos, del miedo a hacernos mayores y que sea demasiado tarde para alcanzar nuestros objetivos, especialmente cuando llega alguien más joven y consigue el éxito en poco tiempo, de la gente que se cree especial y confía en que el mundo le debe algo sólo por existir, y de mucho más. La pareja protagonista, formada por un correcto Ben Stiller y una maravillosamente expresiva Naomi Watts, no son adultos que aún no han madurado, sino una pareja que no sabe si seguir la corriente y tener hijos les hará felices, o si sólo lo desean por cumplir con lo que se espera de ellos y para compensar frustraciones personales y profesionales.

Es entonces cuando se cruzan con la pareja de hipsters, a los que dan vida con suma convicción Adam Driver y Amanda Seyfried, y no sólo descubren que su casa está llena de objetos que ellos hubiesen tirado hace tiempo, sino que al estar con ellos y acompañarles en sus planes se contagian de una vitalidad que perdieron cuando se acomodaron en su estilo de vida de clase media-alta, pero también acabarán dándose cuenta de que no comparten los mismos valores, y eso no tiene por qué ser necesariamente malo, sólo diferente, síntoma de los tiempos que corren. Tal y como se dice en la película, nada es blanco o negro, y aparte de la puyitas al postureo hipster, a los padres infantilizados y a los autoproclamados cineastas visionarios, la película expone una realidad global, pero sin dictaminar veredictos a favor o en contra de sus personajes y sus opiniones, por muy absurdos que sean.

La película da un giro en su último tramo, se centra en el personaje de Ben Stiller y el ritmo decae, aunque con su ingeniosa resolución consigue arreglarlo bastante. En líneas generales, 'Frances Ha', el anterior trabajo de Baumbach, era mejor película, pero 'Mientras seamos jóvenes' es mucho más compleja y sugestiva, y confirma a su director como un alumno aventajado de Woody Allen, semejante al director de 'Annie Hall' en su forma de diseccionar la sociedad con humor, precisión, aparente ligereza y un toque agridulce.
Blanch
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