Diecisiete

Daniel Sánchez Arévalo es uno de los directores más interesantes del panorama cinematográfico nacional; pero aquí se le va la mano con el buen rollo y las demasiadas buenas intenciones. Es cierto que el tema que trata en la película lo hace con las necesarias dosis de sensibilidad y sin pasarse de la raya; pero al final el regusto es demasiado dulzón. Buenos intérpretes para una historia mejor contada. Pero, prefiero al director más audaz en sus películas corales.

En el cine español, tan dependiente de las subvenciones oficiales, debería haber un comité de cinéfilos que analizara el guión de cada película antes de iniciar la etapa de rodaje. Si el guión no pasa la prueba, debería ser rechazado, y en el mejor de los casos, reescrito.En el caso de esta peli, la reescritura debería ser casi total. Desde los diálogos entre los hermanos, que intentan ser frescos pero resultan embotados, hasta los surrealistas diálogos sobre las vacas en un pueblo de Cantabria, pasando por el no diálogo con una anciana moribunda, a la que, fuera de toda lógica, arrastran en su periplo. Sanchez Arévalo ha hecho pelis mejores, pero en ésta, en la que asume la autoría del guión en exclusiva, el batacazo que se pega es de órdago.

Daniel Sánchez Arévalo ha ido forjando una filmografía que ha ido descaradamente de más a menos. Director de una ópera prima prodigiosa que marcó el rumbo de nuestro cine, “Azul oscuro casi negro”, una obra maestra que deja huella indeleble, no logró llegar al mismo nivel con su mucho más que interesante “Gordos”. A partir de ahí, la cuesta abajo sin frenos a través de blanditas comedias excesivamente comerciales y superficiales ha sido imparable: desde la sobrevalorada y bastante mediocre “Primos” hasta la vergonzante “La gran familia española”.

“Diecisiete” es una obra muy menor que de nuevo adolece de profundidad y que se queda en la superficialidad edulcorada. Y mira que la premisa prometía: Héctor tiene 17 años y está cumpliendo condena de un Juzgado de Menores en un centro de internamiento, en el que inicia un tratamiento conductual a través del cuidado de un perro, al que llama Oveja y que, sin previo aviso es adoptado y lo devuelve a la soledad más absoluta. Por eso decide fugarse del centro y, de la mano de su hermano mayor y de una abuela moribunda, mediante la caravana familiar, iniciarán una road movie por Cantabria excesivamente amable en fondo y forma para encontrar al animal.

Todo está radiografiado, todo está medido y repensado para ser comercial. No hay sorpresas, no hay nada fuera de lo que se espera, no rompe los cánones en ningún momento, no tiene vida propia, va fluyendo según las fórmulas conocidas y utilizadas una y otra vez. Si ayer me sorprendí muy gratamente y levité con otra road movie, “522. Un gato, un chino y mi padre” de Paco R. Baños, justo por todo lo contrario, por aportar innovación, frescura y ruptura de las reglas establecidas, Sánchez Arévalo no arriesga nada y ofrece lo de siempre una vez más.

Tampoco hace gala de estilo estético alguno reconocible o duradero en nuestra memoria. Caligrafía cinematográfica funcional para historia funcional. Sin sorpresas, plana, académica, sin pena ni gloria.

Y ello a pesar del buen hacer de sus actores protagonistas, el joven Biel Montoro y Nacho Sánchez, pero… sus personajes son de cartón piedra, sus gracias están telegrafiadas y sus escenas son predecibles. Y así es difícil. Una feel good movie sin apartarse del canon en ningún instante. Quizás es que adolece de la falta de pretensiones de todo producto Netflix, que al final, siempre...

Un ejercicio de humanidad digno de elogio es esta sublime obra (maestra), hecha en casa, en nuestra tierra, gracias a la magnífica visión de este director y guionista cuyo nombre es ya inconfundible para cualquiera que sepa apreciar el buen cine. Daniel Sánchez Arévalo.

La mayor maldad que puedes en encontrar en la honestidad de esta historia es cuando al joven protagonista lo llaman abogado, unos compañeros que se precian ser mejor que él, ya que el resto de personajes de esta película están creados desde el corazón con tanta humanidad que sobrecoge en sobre manera su forma de caminar por la vida.

Una auténtica joya cinematográfica que palpita por si sola, que además es, un digno remake de la película americana Rain Man.

>>Uno puede albergar en el interior un gran corazón, "pero si no es el caso por el motivo que sea", esta película es capaz de llenártelo, por completo del todo, incluso antes de acabar (de humanidad)<<.

Relata la situación de un niño en un cetro que con ayuda de un animal cambia su forma de ser. Tiene una parte de humor irónico y para mi parecer me hace mucha gracia cuando el protagonista habla de manera "serio" pero todo resulta ser ironía. También tiene partes tristes y dramáticas que el protagonista obviamente lo vive con ironía pero hay momentos tristes donde eso no será así.