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Primavera tardía

Drama Noriko vive con su padre viudo y cuida de él, pero ya va siendo muy mayor para permanecer soltera. Su padre desearía casarla, aunque ello represente su definitiva soledad. Lo malo es que el candidato a matrimonio se casa con la mejor amiga de Noriko. Su tía Masa le presenta a un joven a su pesar. (FILMAFFINITY)
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Críticas 32
Críticas ordenadas por utilidad
25 de noviembre de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de Ozu proporciona un inestimable placer visual. La precisa geometría de sus encuadres, pareciera que tirados a escuadra y cartabón, y el leve contrapicado que imprime a las imágenes contribuyen a la belleza de un lenguaje fílmico, además, muy característico, de hecho inconfundible.
A la paz de espíritu que siempre trae la contemplación de la belleza se suma la contagiada por esa lentitud de mundo antiguo y, por desgracia, extinto, no sólo característica del Japón anterior a la bomba atómica, sino del de nuestros mayores todos, que Ozu acostumbra a retratar, como reivindicándola frente a las prisas modernas. Encarnación de lo cual, junto al moroso tempo de la película, es la cachaza casi búdica de un Chishu Ryu sencillamente maravilloso.
Pero cuidado, la defensa de un estilo de vida más calmo no es óbice para la crítica feroz que a ciertos valores tradicionales dedica Ozu en esta “Banshun”, en concreto a la situación de absoluta intrascendencia que éstos reservan a la mujer, más allá de su función en tanto criada del padre primero y del esposo después. Resulta particularmente doloroso ver cómo la luminosa Noriko que interpreta Setsuko Hara se va apagando conforme se acerca el día de esa boda que todo el mundo quiere para ella... menos ella misma. El anhelo de quedarse junto a su venerado padre viudo y el rechazo que le inspira el matrimonio parecen no ya inaceptables, sino directa y desoladoramente incomprensibles para una sociedad reticente a abandonar dinámicas ancestrales y, por ende, profundamente arraigadas en el inconsciente colectivo. En contraste, la libertad con que vive su vida la felizmente divorciada Yumeji Tsukioka no hace sino acrecentar la sensación de sofoco.
La tensión irresoluble entre tradición y modernidad atraviesa las historias, sólo en apariencia mínimas, de Ozu. Un tema recurrente es, asimismo, el de la soledad. El retrato alegórico que hace de ella el último plano de “Banshun”, las manos de Chishu Ryu pelando una manzana en una sola tira —como probablemente le enseñara en su día a hacerlo a una Noriko niña—, constituye un ejemplo antológico de lírica sin engolamiento. En fin, al que no se le salten las lágrimas después de ver esta joya no tiene corazón.
Carorpar
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25 de enero de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Noriko vive con su padre, viudo hace ya tiempo, y ella se muestra feliz con esa situación. Pese a que se considera que tiene la edad suficiente como para estar casada, su felicidad se resume a poder ayudarlo, y principalmente no dejarlo solo, entendiendo lo triste que puede ser la soledad, más aún después de un hecho tan doloroso como la muerte de su mujer. No obstante las convenciones no ayudan, y llegan incluso a obnubilar la visión de su padre, que se considera en falta por ser un estorbo para un supuesto progreso de su hija.

Es por eso que ni siquiera importa del todo quién es el elegido, sino el fin mismo. La fragilidad humana llevará incluso a considerar una mentira, con el solo fin de que su hija progrese en la vida, aunque esto sea bajo conceptos netamente costumbristas. Hasta suena insólito la capacidad de argumentar de su padre, con tal de llevar a cabo un plan, siendo capaz de relatar con experiencia y sabiduría lo que entiende por conceptos como amor, matrimonio y compromiso, y las razones por las cuales Noriko debe replantearse el futuro de su vida, y la toma de decisiones.

Si hay algo que se le valora a Ozu, es que el tiempo no ha debilitado gran parte de su filmografía, que no tiene que ver con el al adiestramiento de la gente al mundo moderno, los tiempos frenéticos, y demás instancias que vivimos en la actualidad. Lo importante es que, la historia que relata en 1949, sigue teniendo un valor palpable,
porque lo humano va más allá de todo. El enfoque recae, como en otros casos en el cine del director japonés, en la soledad, en el temor a la muerte, y en sostener costumbres, aunque estas no nos sean favorables.
Manuel Esteban
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29 de noviembre de 2007
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ozu ha sido el maestro del neorrealismo japonés. Y esta película es nueva muestra de ello. Drama costumbrista ambientado en años de la posguerra donde la tradición sigue muy arraigada pero comienza a influir notablemente la cultura occidental. Trata de un padre viudo que vive con su hija y los esfuerzos por casarla. Lo malo es que muchas veces los deseos se cumplen.

Denota buenas intenciones desde el comienzo con sutiles pinceladas de crítica social a las viejas tradiciones y nuevas costumbres, al machismo nipón y a lo considerado "correcto" socialmente, pero sin decantarse por una postura clara.

Hay que verla con cierta perspectiva para apreciar toda su (humilde) grandeza.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Andrés Castro
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29 de noviembre de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante historia contada en clave intimista que va perdiendo fuerza narrativa entre los pliegues a desmano de una cámara tan curiosa y descriptiva que se convierte en premiosa y lenta.
Su voluntad de costumbrismo o de realismo se deshilvana en una sucesión de escenas irrelevantes llenas de miradas, de gestos y de frases anodinas con el telón de fondo de un trasunto freudiano.

También lastran su fluidez las exigencias de un guión que obliga los personajes a mostrar su faceta más bobalicona de simplismo y de una moralina superficial, cargante y de hialina pretensión.

Eso sí, el afamado Y. Ozu consigue una imágenes bellísimas, una fotografía admirable y una extraordinaria banda sonora para adornar su relato.
Escaso bagaje.
ABSENTA
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28 de agosto de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ella entra en la estancia con su tradicional uchikake nupcial, es la novia más preciosa que hallamos visto, una señorita que muy pronto será conducida al sendero de la edad adulta, pero que como veremos va a ser atravesado con resignación y un gran pesar...
Y el padre celebra esta decisión, mas no imagina lo que en un futuro cercano va a significar para él.

Puede que Yasujiro Ozu sea uno de los directores que mejor saben transmitir las emociones a través de sus imágenes, que mejor sabe reflejar la vida del ser humano de a pie, siendo sus películas como microscopios que revelan, al mirar a través de ellos, todos los detalles que pretende el director exponer de su sociedad, centrándose no en el movimiento, no en el efectismo, sino única y exclusivamente en el ser humano. La obra de este genio inimitable del 7.º arte se basa en saber observar por el microscopio y decidir de qué aspectos va a hablarnos.
Por supuesto no hay obra más celebérrima de Ozu que "Cuentos de Tokyo" (mal "remakeada" en 2.013 por Yoji Yamada...en fin), pero toda su filmografía cuenta con títulos igual de esenciales y atractivos, y "Primavera Tardía", basada en la novela "Padre e Hija", de Kazuo Hirotsu, es uno de ellos. Ozu despliega un abanico de peculiaridades, situaciones y características de personajes tan rico como difícil de descifrar a simple vista si no eres japonés (él solía decir que sus obras sólo podían ser entendidas por otro nipón).

En primer lugar nos metemos en una casa, lugar de eclosión principal de todas las decisiones y hechos que se producen en la familia, en concreto en la casa de Noriko, una chica joven moderna, que rehúsa casarse y que vive en compañía de su padre Shukichi. Ella es feliz compartiendo el hogar junto a su progenitor, y detesta hablar, y que le hablen, de matrimonio y vínculo eterno junto a un hombre del que ella no esté verdaderamente enamorada. A ojos de sus familiares es una rebelde, algo descabellado, algo que no puede aceptarse en la recta sociedad tradicional a la que pertenece.
Excepcional retrato del Japón de los '40, de una difícil etapa de posguerra y reconstrucción social, donde a través de Noriko somos partícipes del enfrentamiento entre la cara moderna y la cara tradicional de la sociedad, esta última sobre todo encarnado en la recta figura de la tía de la chica, obsesionada por verla atada a un hombre. Se trata el tema de la dependencia paternal, de la estabilidad en el hogar quebrantada; Noriko mantiene una relación casi edípica con su padre y su sonrisa se borra cuando descubre que éste planea meter a otra mujer en su vida.

Ese mismo cara a cara entre modernidad y tradición se aprecia además tanto en las vestimentas (mientras la tía porta el kimono la amiga de Noriko, Aya, luce de un modo más "occidental", con falda, labios pintados, etc.) como en los paisajes (la ciudad "polvorienta" de Tokyo y el aspecto bello de Kioto) y los elementos exteriores (el tren y las tiendas de moda, en contraposición a los templos, a la playa de Kamakura...). Ozu desgrana toda la idiosincrasia y particularidades de la gente y costumbres de su país, usando, cual Mikio Naruse, una cámara casi siempre estática que se preocupa de todo el ambiente que envuelve a los personajes y permaneciendo como un espectador atento y al cuidado del desarrollo de los acontecimientos, al igual que Noriko y su padre en el teatro Noh.
Además de los exquisitos aspectos técnicos que posee (fotografía, banda sonora, diseño, ambientación...) deslumbra el reparto, donde hallamos a unos sublimes Chishu Ryu, Yumeji Tsukioka, Haruko Sugimura, Hohi Aoki, y por supuesto la dulce, fuerte y casi siempre optimista Noriko encarnada por el bellezón oriental Setsuko Hara, que logra una actuación inolvidable. Yasujiro Ozu, tras la áspera y de trazos neorrealistas "Una Gallina en el Viento", da comienzo a otra etapa de su cine, de consagración definitiva, la primera de la Trilogía Noriko que alcanzaría su máxima en "Cuentos de Tokyo", una obra melodramáticas, entre desgarradora, poética, desoladora y de belleza infinita, pero nunca sentimentalista, que marcaría un antes y un después en la cinematografía japonesa y en su carrera.

Esa escena en la que Noriko se prepara para ir a casarse (descrita al principio) y donde la vemos despidiéndose de su padre, abrasa el corazón por su impacto, sobre todo con la carga dramática y sencillez con la que está filmada.
Y de paso sirve para que podamos ver la gran química que muestran en pantalla Chishu Ryu y Setsuko Hara como padre e hija. A Noriko la volveremos a ver a menudo, y la próxima vez será en otra obra maestra, "El Comienzo del Verano", que reafirma el nuevo enfoque que va a tomar su cine a partir de ese momento...
Chris Jiménez
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