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El porvenir

Drama Nathalie (Isabelle Huppert) es una profesora de filosofía que da clases en un instituto de París. Su trabajo le entusiasma y reparte su tiempo entre sus alumnos y su familia, con sus hijos ya mayores y su madre algo senil. Un día su marido le informa de que se va a ir con otra mujer. Ese será solo el primero de una serie de grandes cambios que obligarán a Nathalie a reinventar su vida de un día para otro. (FILMAFFINITY)
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Críticas 46
Críticas ordenadas por utilidad
23 de mayo de 2017
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Casi no figura en las listas de fin de año de las mejores películas, pero no me extraña. Una película que quizás solo se podría haber hecho en Francia y por una directora francesa. O quizás podría también haber sido alemana, o tal vez sueca. Pero jamás española, por ejemplo, o latinoamericana, ni qué decir estadounidense, donde no existen o no resultaría verosímil mostrar a personajes burgueses e intelectuales como los que habitan esta película.

El argumento se podría resumir en los esfuerzos que hace una mujer madura interpretada por la estupenda Isabelle Huppert, una profesora de filosofía, por continuar con su vida frente a los envites que se le presentan: su marido la abandona por una mujer más joven, muere su conflictiva y demandante madre, el sello editorial de libros de filosofía que ella dirige apuesta, de pronto, por una línea comercial que la deja al margen, su ex alumno aventajado y amigo comienza a desligarse de ella en cuanto a los pensamientos profundos que hasta entonces los unían… De alguna forma, esta mujer comienza a quedarse sola, obsoleta profesional y hasta socialmente y relegada a cada vuelta de esquina. Y ella, que parece inmutable, en un par de ocasiones se quiebra, pero intenta encajar los acontecimientos como mejor puede: sin victimismos de ninguna clase, sin quejas, pero sin claudicar tampoco en sus convicciones. Si fuese hombre y español, cualquiera diría que “con dos cojones”. Pero es mujer, y encima no es joven, lo que hace indudablemente que las cosas le resulten todavía más difíciles. Y uno ve lo cuesta arriba que se le pone todo, pero también uno ve el coraje, el tesón, la contención y la integridad con que ella asume estos cambios en su vida hasta que en las últimas escenas la vemos en su rol de abuela, cargando en sus brazos a un bebé sin perder jamás la compostura ni la elegancia, tan dueña de sí misma, en unos tiempos en extremo pusilánimes como los actuales, donde pareciera que cualquier espectáculo, cualquier tendencia impuesta por la publicidad o los medios de comunicación, por pueriles que sean, tienen mayor cabida en el interés y las prioridades de las personas antes que la fidelidad al pensamiento propio, al pensar por uno mismo, que es lo que ella al final defiende sobre todas las cosas como profesora de filosofía y como mujer, tal vez el único, el más poderoso reducto de libertad al cual uno puede aferrarse cuando todo se desmorona.
https://alejandroaliagablog.wordpress.com/
alejandro aliaga
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28 de setiembre de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El pasar del tiempo transforma el día a día, como el río que erosiona y arrastra, siempre en continuo movimiento. La directora francesa Mia Hansen-Løve presenta su última película El porvenir donde consigue capar el continuo “tic-tac” de la protagonista en tan solo 100 minutos. Nathalie es una profesora de filosofía felizmente casada y con dos hijos, dedicada a su trabajo dejo atrás su compromiso social y los ideales comunistas de su juventud. Cuando somos jóvenes la rutina no es algo que esté presente en nuestra vida (al menos no debería) pero a medida que crecemos la rutina se va apoderando de nosotros. Esta situación crea una estabilidad, cierta armonía basada en la repetición, lo que nos permite desenvolvernos con tranquilidad en un terreno que ya conocemos. Cuando estás inmerso en la rutina no eres consciente del paso del tiempo, todos los días pueden parecer igual. El reloj siempre da una vuelta, día tras día. Pero nada permanece siempre igual, aunque imperceptible el tiempo siempre va transformando nuestro alrededor y también nuestro interior. Nunca sabes que deparará el futuro y en que mar desembocarás con el paso del tiempo. Al final Mia Hansen-Løve retrata el movimiento a través de la piel de la protagonista.

Nathalie se encuentra inmersa en su rutina, al margen de los problemas sociales, incluso le molesta que sus alumnos se manifiesten alterando así la “normalidad”. Pero sin darse cuenta su mundo comienza a cambiar, su madre cada vez se hace más dependiente de ella, su marido la deja por una amante más joven, sus hijos se van del hogar… Ella se agarra a su esquema de vida pero poco a poco este se desmorona, encontrándose perdida en medio del océano. La relación con su alumno preferido un joven anarquista que vive en comuna en medio de la montaña le lleva a decidir pasar un tiempo con él, en un intento de encontrarse. Pero siente que sigue aferrada al pasado, a su juventud. «Yo no quiero hacer la revolución» quiere seguir con su forma de vida, al margen de la sociedad y los problemas del mundo. En este momento comprende que el pasado no le sirve, el presente ya no existe y que necesita afrontar el futuro, una nueva etapa de su vida que aún tiene por descubrir.

El tiempo no se detiene, el montaje cinematográfico parece seguir un ritmo constante como el tic-tac de las agujas del reloj. En varios momentos se siente la necesidad de detenerse en algún plano, como si todo pasara muy rápido, pero Mia Hansen-Løve decide no prolongar el tiempo. A veces nos quedamos con la sensación de no haber disfrutado lo suficiente el momento, pero la vida nunca se detiene en un instante. La obra se desarrolla bien, conduciendo poco a poco a Nathalia hacía su nueva situación, pero parece que tiene problemas en cerrar, se prolonga demasiado como si no encontrara el momento oportuno. Aunque te atrapa desde los primeros minutos, el final comienza a rechinar, al sentir por momentos la sensación de que ha dejado de avanzar. Como si no encontrara el momento de cerrar. Quizás es la misma sensación que tenía la protagonista al no saber cómo continuar su vida, después de quedarse sola.
NoTodoEsUSA
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19 de abril de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para mí, sin duda, la mejor actriz europea y, quién sabe, quizás mundial del momento, desde hace ya unos cuantos años verla en pantalla supone momentos de felicidad, de placer. Hay que descubrirse ante una actriz inconmesurable. Y es que, además, la película anima a reflexionar y a pensar sobre qué es la felicidad, qué pasa cuando todo cambia, qué ocurre en la vida que nos hace pararnos y pensar. Una película muy francesa, de esas que fluyen y que parecen una sucesión de imágenes intrascendentes. Error, son películas, esta lo es, con mucho fondo, con enjundia. Todo lo que se dice invita a darle un repaso, a darle una pensada. Y si te pilla en edad parecida a la de Isabelle, mucho más. Elegante, discreta, bien realizada. Un interesantísimo filme que tiene un plus innegable con la actuación estelar de la francesa.
melchorin
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10 de mayo de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nathalie es profesora de filosofía en un instituto y escribe ensayos sobre dicha materia. Es una mujer casada, con dos hijos, que se ocupa de su familia y mantiene contacto con antiguos estudiantes para así confrontar ideas. De repente, como suele pasar en la vida, su pequeño mundo va a desmoronarse. Su madre, una gran histérica (Edith Scob, la inolvidable heroína de Ojos sin rostro), a la que ha ingresado en una residencia porque es incapaz de cuidar de sí misma, consigue suicidarse por fin. La editorial en la que publica le dice que sus libros tendrán que ser a partir de ese momento más "amenos", menos abstrusos, con portadas adecuadamente "comerciales". Eso, o se acabó. Y por fin, su marido le anuncia que se va de casa para ir a vivir con una mujer más joven.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Eduardo
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28 de enero de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta afirmación pone en contexto la incredulidad de Nathalie al ser abordada por el aquel espectador que también había acudido solo al cine. "¡Pero mírame!", dijo ella en lo que se zafaba del tío en una clara alusión de lo mucho más vieja que se veía que el hombre en cuestión. "Eres preciosa", le respondió este embelesado.

Este episodio puede servir como una presunta explicación por qué Nathalie se ve incapaz de rehacer su vida rota, tristemente y a pesar de tenerlo todo (un trabajo con el que disfruta, buena presencia; tanto atractivo físico como bagaje cultural, una desahogada posición social...) el tiempo pasa y ella sigue estando sola, el premio del amor no llega (el tan poco concluyente cierre, una vez más me pilla por sorpresa). Aunque aquel hombre no fuese su tipo (con el justificado y evidente rechazo consiguiente) la manifestación de la poca estima que la profesora se tiene es una circunstancia lo bastante reveladora como para explicar la falta de la progresión de relaciones sentimentales que atraviesa. La química que pueda tener con su alumno se me escapa por completo, para nada me ha dado esa sensación, los veía únicamente como amigos de mucho tiempo.

La narración mantiene un correcto tono de sencillez. Algunos diálogos los encuentro forzados pero es una película que se contempla con interés, cuyo desarrollo hace hincapié en la silenciosa desolación que siente una mujer al perder a su acostumbrada pareja (y el marido me parece un personaje entrañable, sencillo) de repente y mucho tiempo después ("Yo pensé que me querrías toda la vida"). Especial emoción también me produce la evolución de la relación de Nathalie con Pandora, o ese gato negro, viejo y obeso, al que pasa de repudiar a correr por el jardín media noche en su busca (a la vista del resto de los estupefactos comensales) agitando su bote de comida como sonajero y reclamo de un felino que demostró no echar de menos ese pienso seco y prefabricado al mostrarse ser capaz de alimentarse con carne fresca, conseguida por medios propios en lo que ha sido su primera cacería tras diez largos años de cautiverio. Lo que no entiendo es que luego al final lo terminara regalando tanto tiempo después, aunque podría interpretarse como acto simbólico de un deseo de algún tipo de cambio en su vida.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
El Extranjero
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