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La condición humana III: La plegaria del soldado

Bélico. Drama Tras ser derrotados por los rusos, Kaji y los pocos hombres de su unidad que han sobrevivido emprenden una larga marcha en un intento desesperado de llegar a territorio amigo. Tras sortear no pocas dificultades, Kaji se ve obligado a rendirse y es enviado a un campo de prisioneros en Siberia. (FILMAFFINITY)
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Críticas 30
Críticas ordenadas por utilidad
17 de diciembre de 2011
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y como le vamos a explicar nuestra insensatez al mundo, creo que a través de esta frase, se puede resumir lo que nos intenta decir Masaki Kobayashi. Y es que en esta ultima parte de la trilogía, tal vez la más antibelicista que se halla rodado, en donde nos muestran las penalidades que sufre aquel que la guerra nunca justifico, un soldado (kaji) transfigurado por el proceso del conflicto bélico, obligado a renunciar a sus propias convicciones pacifistas y a la propia naturaleza humana en general. Y que entre penurias intenta el regreso a casa, con la única ilusión de atar entre sus brazos a su amada (Michiko). Una contundente critica al planteamiento de un conflicto armado. Un film que nos enseña que durante un suceso tan nefasto, lo que realmente perdemos y que en definitiva, es lo que mas importa perder; “nuestra condición de ser humano”
zorromaniaco
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28 de noviembre de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La condición humana III: La plegaria del soldado de Masaki Kobayashi, es la secuela y finalización de un drama bélico sin igual basado en la segunda guerra mundial. Dirigida con un ritmo paulatino y con el mismo estilo profundo y personal de las dos primeras entregas, es la obra más dramática y desesperanzada de todas al mostrar con pesimismo el negro futuro que deben afrontar tanto los soldados supervivientes como los civiles que encuentran por el camino. Además, deben hacer frente también a la sed, el hambre y las calamidades de la guerra que llegan a ser extremos, concluyendo una saga verosímil y digna de elogio que sorprende por su naturalidad y por estar llevada a la pantalla sin usar adornos innecesarios. Realizada de manera insuperable tiene un resultado extraordinario y de visión obligada para cualquier cinéfilo.
La fotografía en blanco y negro es evocadora y muestra la naturaleza de modo sensacional, además de algunas imágenes impactantes por exhibir los horrores del hambre y la guerra sin andarse con paños calientes. La música es turbadora e insidiosa en las escenas clave, emplea para ello unos sonidos rítmicos que siguen la misma línea que la anterior, siendo en ocasiones enardecedora o emotiva según es requerido por la historia. Los planos y movimientos de cámara consuman un brillante trabajo técnico mediante el uso del avanti, retroceso, generales, cámara en mano, seguimiento, primeros y primerísimos planos, subjetivos, reconocimiento, travellings y planos holandeses que añaden más tragedia si cabe al film en determinadas escenas.
Las actuaciones son intachables y excelente de nuevo. Como protagonista Tatsuya Nakadai vuelve a trabajar con personalidad justa y firmeza, siendo irreprochables los acompañamientos de Michiyo Aratama, Yusuke Kawazu, Tamao Nakamura, Chishu Ryu, Taketoshi Naitô, Reiko Hitomi, Kyôko Kishida, Nobuo Kaneko, Fujio Suga y Keijiro Morozumi. Para estos emplea la dirección artística unos vestuarios y caracterizaciones alusivos a soldados japoneses y rusos, así como también civiles en sus ropas humildes y carentes que, junto con los acertados decorados, te transportan in situ a la pobreza que da la guerra.
El guion, escrito por el director junto con Zenzo Matsuyama y Koichi Inagaki y basado en la novela de Jumpei Gomikawa, vuelve a dejar en evidencia la guerra, al ejército japonés y al comunismo de los rusos que también obra en contra de las convicciones de su ideología. Dividido de nuevo en dos capítulos exhibe la desilusión y las carencias a las que tienen que enfrentarse para alcanzar la supuesta libertad, cuando en realidad su país está muy dividido y decepcionado de sí mismo, concluyendo con ello una trilogía magnífica y única. Esto se lleva a cabo con una narrativa profunda y desesperanzada que a base de diálogos insidiosos dejan claro el hartazgo de los soldados, destacando al final una impecable narrativa con voz en off del protagonista que finaliza el film con el mismo tono de desilusión con el que comenzó.
Concluyendo, la considero una obra sobresaliente e inmortal en su totalidad, por exhibir la triste historia de un hombre que sufre las consecuencias de tener unas fuertes y justas convicciones, sin luego tener el mismo trato cuando se encuentra en las mismas circunstancias en las que estaban sus prisioneros, culminando con esta película una trilogía deslumbrante que cautivará a toda clase de cinéfilos. Muy recomendable por su dirección, guion, actuaciones, fotografía, música, montaje, planos, movimientos de cámara, vestuarios, caracterizaciones y narrativa que hacen de La condición humana III: La plegaria del soldado, una de las sagas a tener en cuenta en toda la historia del cine por estar realizada con mano experta y con mucho corazón y cabeza.
Elcinederamon
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27 de diciembre de 2017
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Formidable cierre a la monumental trilogía de Kobayashi, para quien esto suscribe un cuerpo de películas a la altura de "El padrino" o cualquier otro tríptico que se quiera de la Historia del Cine.
Kobayashi, maestro entre maestros, todavía hoy no entronizado en el supremo lugar que merece, logra, con una perfecta mezcla de tensión y angustia interior/exterior, de lirismo y odisea, de humanismo y crueldad, un cuadro espectacular desde las tripas del conflicto bélico. La película se guía por unas coordenadas que la perfeccionan: impoluta en lo técnico (mezcla memorable de clasicismo y modernidad), con variedad de planos, travellings, una coreografía maravillosa de acción y emoción, redondeada en soberbia reflexión. Toda ella es un poema visual, poderoso, rotundo y preñado de melancolía.
Kaji, ese personaje central, interpretado insuperablemente por el extraordinario Nakadai, culmina su proceso "interior", ve su humanismo mancillado por hombres que no merecen tal nombre, duda de sus convicciones políticas (sí, "La condición humana" es, además, una maravillosa trilogía de cine político/reflexivo) y de su filosofía de vida, de su espíritu de justicia social, del comunismo, de los venenosos nacionalismos, dónde la Mujer, el Amor, es el único islote, recodo y fuerza para sobrevivir (¡Oh, MIchiko, Michiko!) y crea, en último término, una caligrafía/filosofía propia y única, la de un superdotado, un genio que hizo de su carrera un catredalicio trabajo sobre la antropología y la esencia del ser humano.
Toda ella es maravillosa, pero me han encantado especialmente las secuencias en el río.
¡Dios salve a Kobayashi!. Arrebato total y absoluto.
kafka
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25 de octubre de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jamás una odisea recorrió tantos kilómetros de inclemencias al tiempo que desarrollaba el dolor interno de un alma intachable convertida en asesina, una caída al infierno con la única justificación del amor, una aventura de honor y dilemas, disputas y desesperación, una jungla social de horror y muerte, mientras cuestionan el futuro del país y la realidad de la guerra, matar o morir, la derrota y la rendición, el precio de la muerte, las consecuencias de defender una bandera, toda la saga se ha postulado imparcial, todo sistema totalitario y sus defectos, y se ha centrado en la cicatriz y el odio, es el mayor insulto de la humanidad a la propia humanidad.

Esta imponente realidad va derrumbando hasta el espíritu más fuerte, el carácter del protagonista se tambalea en su camino hacia el amor, un continuo desafío de súplicas y tensiones, un buñuelo de regalo de una espera de 700 días de muerte y odio, con la fe como única fuerza, la secuencia final es, sin dudas, de lo mejor de la historia del cine... lo que tengo que reconocer por otro lado es que tanto agotamiento y miseria en un digamos mismo tono, consigue saturarme y mi propia mente abandona a estos personajes, hay que admitir que uno no está hecho para todo tipo de cine.
stikma
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12 de febrero de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La derrota definitiva. Hirohito habla a sus plebeyos anunciado la rendición ante el avance norteamericano, que se ha llevado por delante Okinawa, Hiroshima, Nagasaki y otros importantes lugares.
Mientras tanto, en el interior de Manchuria, la guerra parece continuar. Y nuestro héroe Kaji procurará salir de ella...

Si bien en Shochiku no tenían mucha fe en Masaki Kobayashi ni en su monumental proyecto de adaptación de la serie literaria de Shigeru Kurita basada en sus experiencias en el campo de batalla y el ejército, pronto sus dudas se disiparían al contemplar de qué manera conquistaba "Ningen no Joken" a la crítica y al público; las dos primeras partes ya podían ser consideradas entre las obras maestras del cine universal. La trilogía se completaría dos años después de haberse iniciado con un esfuerzo mayúsculo por parte del director y su equipo (máxime soportando sus exigencias y estricta rigurosidad, lo que valió el cariñoso apodo de "鬼小林" (demonio Kobayashi) ).
Esta última parte se sitúa inmediatamente después de la anterior, cuando el protagonista ha dejado las líneas enemigas atrás y se dispone a regresar como sea al Sur de Manchuria. La principal diferencia del film (convirtiéndose además en el mejor de la saga) es que el nipón abandona por fin los espacios cerrados, los ambientes claustrofóbicos en los cuales nos mantuvo prisioneros y sin salida como a sus protagonistas, y se permite desarrollar gran parte de la acción y el argumento a través de vastos escenarios y campos abiertos, aprovechando todos los elementos naturales que le brinda el paisaje en su trato del drama y manejando con mayor dinamismo su cámara.

Se trata del inicio del fin de un peregrinaje arduo y exhaustivo; iremos del lado de Kaji y sus compañeros atravesando una tierra inhóspita que en realidad no le pertenece a nadie, recién invadida por los rusos comunistas y perteneciente a los chinos...todo rastro de vida japonesa peligra entre estos flancos. Aquél también, como el territorio que pisa, ha cambiado, de un idealista romántico a un cínico más duro y violento, en plena rebelión con todo lo que le rodea, dejando emerger (y esto es un deleite para el espectador) su furia contra aquellos oficiales injustos, oportunistas y sanguinarios a los que era incapaz de enfrentarse en tiempos pasados.
Kaji ahora mata y roba para sobrevivir, lo cual le hace testigo de su propia decadencia como ser humano, de su renuncia a esos ideales con los cuales podía trazar la línea que le separaba de los asesinos a quienes antes denunciaba; no obstante su fuerza impulsora sigue siendo el amor incondicional de Michiko, que como un eco a través del tiempo y el espacio es suficiente para alimentar su cada vez más podrido espíritu. Sin embargo no disfrutaremos directamente de la excelente presencia de Michiyo Aratama; será evocada por el protagonista en su larga travesía, se aparecerá como un espectro viviente del pasado...

Y es que ahora Kobayashi parece mucho más confiado de sus habilidades y apuesta por la interpenetración psicológica y emocional a base de romper la realidad, experimentando con la inventiva visual y llevando de cuando en cuando su obra hacia esferas de pura abstracción; por otra parte, si bien Michiko se postulaba como la heroína de la serie, junto con otras féminas protagonistas, ahora el papel de heroína lo asumen todas y cada una de las mujeres de la historia (las madres, las prostitutas, las esposas, las hijas, las exiliadas...), pues se las convierte en las verdaderas combatientes por resistir al infierno al que han sido arrojadas, en el que se ha convertido su tierra, por las crueles acciones de los hombres.
En este infierno se arrastra, camina, persiste Kaji en su avance, y sin saberlo se convierte en su transcurso en el guardián de una comunidad; pues una vez que la guerra termina, salvo la suya propia, realiza un periplo que le vale para experimentar un poder de atracción inédito. Cual predicador inconsciente y tendente al mutismo, el otrora soldado reúne, uno a uno, seres a la deriva, supervivientes de una catástrofe, en definitiva lo que queda de Japón después del paso de la guerra; aquí una madre que roba para alimentar a su bebé, allí un joven soldado aún manteniendo su fidelidad a la patria, allá una joven que sólo desea reunirse con su hermana...

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

Al final de este viaje el espectador ha cambiado como el protagonista, ha sido azotado desde todos los ángulos y aspectos posibles, forzado a presenciar el avance de la Historia al son de regurgitar ésta sus propias entrañas y de aquellos que la destruyen y reconstruyen.
Como su héroe, Kobayashi entra también en la eternidad con este hito incontestable de la cinematografía japonesa y por consiguiente la universal, periplo épico a todos los niveles, pieza fundamental en sus géneros (el bélico y el histórico), un apabullante logro técnico y artístico y poseedor de una serie de discursos demoledores. A esto se le llama hacer Historia del cine.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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