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Sombras en el paraíso

Comedia. Drama. Romance Nikander es un conductor de un camión de la basura, que una noche verá como su vida se complica al morirse su compañero de trabajo. Además, se enamora de Ilona, una cajera de un supermercado. Primera entrega de "La trilogía del proletariado" que se compone además de "Ariel" y "La chica de la fábrica de cerillas." (FILMAFFINITY)
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Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
24 de mayo de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La segunda película de Aki Kaurismaki es una obra maestra. Es una película realizada en su totalidad sobre una base firme y crítica. Tiene un trasfondo teórico e ideológico clásico marxista, su estrecha relación con esta ideología no sacrifica la trama ni la puesta en escena para transmitir el mensaje político. El paisaje citadino y cotidiano de Helsinki se entremezclan muy bien con la música popular y los sonidos del día a día; su argumento y sus personajes, vuelven este film cercano y determinantemente humano.

Se nos presentan dos personajes extraños, la primera impresión es que están destruidos, y rápidamente entendemos el por qué. Cada aliento de ellos es una petición de pasión, de aventura, de vida. En el inicio nos cuentan sutilmente quien es aquel responsable de la tristeza y la quietud de sus vidas, o mejor dicho “qué”: “El mercado es una máquina, no tiene compasión”, es lo que le dice le jefe del supermercado a Ilona antes de despedirla injustificadamente, unilateralmente y egoístamente. Era el tercer trabajo en el año en que era despedida de la misma forma. Nikander, un conductor del camión de la basura que pierde a su compañero y amigo de años repentinamente, presenta una contradicción vital, pues está en constante lucha su inexpresividad, que ve como fortaleza, y su inocencia nata; esta combinación lo vuelven real y tangible, transmiten empatía y compasión ante él. Ilona muestra una determinada seriedad, un intento de ocultar el dolor y los obstáculos que ha pasado para llegar a donde está, que no es en nada, pero de una formula similar a Nikander, tiene acciones que develan algo más allá de una simple trabajadora, pues es en su sonrisa donde se siente la opresión y lo que se oculta tras la máscara del trabajador. Es allí donde se encuentra el talón de Aquiles del trabajo y capitalismo: la realización personal y espiritual del trabajador.

La creciente y espontánea relación guarda un grito de resistencia, una confidencia, un secreto. Este no es más que la búsqueda de sentirse vivos, pues en el trabajo no se ven ellos mismos, es la alienación de la que Marx habló, y Kaurismaki propositivamente muestra y enseña que es con el otro y donde sus personajes logran verse por primera vez.

En la película hay dos protagonistas: la relación de Nikander e Ilona y la relación de Nikander e Ilona con el trabajo. La segunda es la que determina la primera. Se hace manifiesta cuando Ilona deja a Nikander por la influencia de su nuevo jefe, de su nuevo trabajo con más estatus y prestigio de los que ha tenido. Tambien devela el factor corruptible del capital y del trabajo, pues su jefe la pone contra la espada y la pared para continuar en aquel lujoso local de ropa. Los lujos y la vanidad le juegan una mala pasada a Ilona y se deja llevar por ellos, sin darse cuenta que el capital va en sentido contrario al que dicta su corazón.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Simón Bolívar
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17 de mayo de 2023
3 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
131/14(15/05/23) Vuelvo al lugar del ‘crimen’ al volver a ver un film del director finés Aki Kaurismäki (aquí como siempre escribe y dirige, en lo que es, según él, la primera parte de la trilogía del proletariado, le siguen “Ariel” de 1988 y “La chica de la fábrica de cerillas” de 1990), y vuelvo a ser víctima por enésima vez del tedio más absoluto con este pedante realizador escandinavo tan alabado y ensalzado por la crítica general. Se dice pertenece al género comedia romántica, cuando ni esbozas una sonrisa y tampoco su historia de amor me mueve a emoción alguna, vemos a dos seres que están juntos, salen, charlan entre ellos un poquito (no mucho) y ya nos tenemos que creer que ha surgido el amor, la química entre ambos es como encontrar sangre de unicornio, en su primera cita él la lleva a un bingo y ella huye (me recuerda a “Taxi Driver” [Herejía!!!] cuando Travis Bickle lleva a Betsy en su cita a un cine porno) por el hastío. Se juntan, ella va a vivir porque sí al apartamento de él, nada resulta natural o con calor humano, provocándome deseos de darme de cabezazos contra una pared, que sería más entretenido, y eso que solo dura 70 minutos esta nadería, pero me ha sido más aburrida ver las fotos de del viaje de unos amigos.

No será que no estaba advertido por las películas anteriores que había visto de este tipo, un cine desprovisto de gracia, de encanto, más frío que las latitudes donde se rueda este peñazo, historias sin chispa alguna, que se desarrollan de forma estrafalaria, en medio de situaciones muchas ridículas (aquí el protagonista va a parar por una pelea a los calabozos y conforme se despierta ofrece el trabajo de su compañero fallecido a su colega de celda, del que no sabemos por qué está allí, pues porque lo dicta el penoso guion; también está el tramo en que al prtoa le pegan con un palo en la cabeza cuando no quiere dar un cigarrillo, esto que aporta? Y que más da!!)), con comportamientos estrambóticos de los protagonistas (actores fetiche del director, Kati Outinen como Ilona y Matti Pellonpää como Nikander), estos actuados de modo robótico, ataráxicos en sus expresiones, seres taciturnos todos más rígidos que el palo de una escoba (el rasgo de personalidad de él es que gusta de jugar al bingo y aprende inglés, pues que profundidad!; y ella es … la sosería personificada, lo más es que no aguanta trabajar de asalariada y que tiene el sueño de viajar a Florida), no parecen ni sentir, ni padecer, personajes acartonados, caprichosos, esto hace que me importe entre zero y nada lo que les pase: pretende acercarse, como casi siempre, al mundo de los marginados, aunque aquí parecen lo por ellos mismos (bueno, aquí y en todo su cine), nos muestran un mundo deprimente, desprovisto de vida y donde la esperanza es un ente invisible. Todo en un clima austero, frugal de medios, avanzando hacia la nada, con escasez de diálogos (quizás se podría trasponer a una servilleta), donde la tensión e intensidad dramática son nulos.

Otro de los sellos de Kaurismäki es su gusto por la música country y blues que incorpora a muchos de sus films, en este caso Matti Pellonpää y Kati Outinen, se convertirán en músicos fetiches del director.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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