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El emperador del norte

Drama Oregón, 1933. Entre los vagabundos sin trabajo que, durante la Gran Depresión, se desplazan de un estado a otro viajando clandestinamente en los trenes, el número uno es el Emperador del Norte (Marvin), llamado así por su astucia para burlar a los ferroviarios. Dos hombres aspiran a arrebatarle el título, pero para ello tendrán que llegar a Portland en el tren de Sack (Borgnine), un sádico e implacable maquinista. Inspirada en las ... [+]
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Críticas 30
Críticas ordenadas por utilidad
28 de abril de 2007
13 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
ains, qué grande Borgine como perro de tren, una película que pese a durar casi dos horas se ve en un momento; original; conmovedora a ratos y ese duelo final entre el gran "a numero 1" (Lee Marvin) y el tío Borgnine.
Totalmente recomendable para una tarde de aventuras
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
bogart
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24 de febrero de 2021
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El gran Robert Aldrich dirige con maestría el tenso duelo interpretativo entre dos tipos duros como Lee Marvin y Ernest Borgnine, en una historia basada en las novelas de Jack London y ambientada en la época de la Gran Depresión.

Marvin encarna a un vagabundo que viaja gratis en tren colándose en ellos y sus amigos le llaman el Emperador del norte, mientras que Borgnine es una especie de revisor responsable de que nadie se cuele en su tren utilizando para ello métodos expeditivos.

Es el papel el de este último el que más me impresionó. Por su físico y duras facciones, Borgnine casi siempre ha interpretado a tipos duros pero como es un gran actor también destacó en papeles de bonachón como el de Marty. Aquí es un hombre brutal y antipático, obcecado con evitar que nadie se ría de él viajando gratis en su tren. Marvin está bien caracterizado como vagabundo, acompañado de un jovencísimo Keith Carradine, quienes tratan de ganar la apuesta que consiste en lograr colarse en el tren de Borgnine y llegar a su destino sin que les pillen.

Dos horas de entretenimiento bien llevado en una historia original con un empate entre sus protagonistas en su particular duelo de actuaciones.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Harold Angel
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21 de noviembre de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aldrich fue un cineasta obsesionado por la temática de la violencia, la cual, estuvo siempre enfocada desde el enfrentamiento efectivo entre dos manifestaciones de distinta entidad. El director de “Veracruz”, reúne en su cine las características de los cineastas de su generación, ejercitando un discurso coherente, jugando un poco el papel de conciencia práctica del grupo. Así pues, no es tan lirico como Nicholas Ray, ni tan observador como Richard Fleischer, ni tan anárquico como Sam Fuller, aunque en el fondo, tiene un poco de todos ellos.

Corría el año 1933 y la Depresión asolaba el país en la pobreza, cientos de vagabundos desheredados se movían a lo largo y ancho del país recorriendo las vías en busca de empleo. Despreciados por la sociedad, rechazados y sin hogar, se constituyeron en una raza aparte, un clan de nómadas que burlaban la ley e imponían la suya propia, su enemigo más implacable que tenía la misión de perseguirlos, era el guarda ferroviario el cual se interponía entre ellos y su único medio de subsistencia, el tren. Tras el texto de introducción a la época, desde los primeros planos, Aldrich con su narrativa clásica nos describe a uno de los principales personajes del film, Shack (Ernest Borgnine), tras mostrarnos cómo se deshace de un vagabundo que ha subido a “su” tren, tenemos una buena definición del ferroviario: un hombre brutal, cruel enemigo de los vagabundos que pretenden viajar gratis en “su” tren, el nº 19, y no duda en combatirlos a muerte.

Una vez visto los títulos de crédito, Aldrich nos presenta el otro personaje que será su rival en esta truculenta historia, A- Nº 1 (Lee Marvin) al que vemos librarse de unos vagabundos que pretender arrebatarle una gallina. Está claro el planteamiento, el violento Shack va a enfrentarse con el nº 1 de los vagabundos, el llamado: Emperador del Norte. El primero con su obsesión y su sadismo, el segundo con su astucia y experiencia, desencadenará una lucha encarnizada con apuestas de por medio. Y así es, cada uno se sirve de sus armas, aunque también hay algo más, el film cuenta simultáneamente con un tercer personaje que se suma al duelo: el aprendizaje que imparte Lee Marvin a un joven y presuntuoso vagabundo llamado, Cigaret (Keith Carradine), un joven que sigue las andanzas del maestro pero que pone en peligro a ambos.

Un film de de un gran ritmo, pleno de tensión y violencia explícita en el que la ventura y la dimensión humana junto a algunos detalles jocosos, nos invitan a la reflexión sobre las constantes del cineasta. El sentido final no debe buscarse, sin embargo, tanto en el terreno del discurso sobre la Depresión cuanto en la habitual idea de Aldrich sobre la violencia social, como la consecuencia de una forma de vida (impuesta por la sociedad) y de la injusticia y el abuso de poder que se anida en el fondo de todas las relaciones humanas. Una gran obra, casi desconocida por la mayoría de los aficionados al cine del creador de “Doce del patíbulo”.
Antonio Morales
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30 de mayo de 2017
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ambientada en un contexto muy especial, en unos años muy duros para los EUA, "El emperador del norte" enfrenta a dos visiones opuestas de la existencia, dos colosos que chocan porque la posición que ocupan en la sociedad les empuja a un enfrentamiento inevitable. El personaje que recrea Borgnine caerá mal y todas las simpatías se las llevará el vagabundo Marvin, pero ambos son necesarios para que la película funcione y sin la presencia de uno no se puede explicar la conducta del otro. Puede que el revisor del tren se exceda en su trabajo y ese celo lo trasforme en un perro de la clase alta de la sociedad, pero también es cierto que el idealista y romántico vagabundo seguramente va más allá de lo que necesita. Bien, si Marvin es el Nº 1, nadie podrá decir que Borgnine es igual de bueno en lo suyo.

Aldrich gana la película desde el tren, cuando coloca la cámara en el techo de los vagones y cuando se agacha para filmar los raíles. La emoción y la gracia está en ese tren que se convierte en verdadero protagonista. Pocas películas sobre trenes deben haber como "El emperador del norte". A Marvin le toca soltar las frases más bonitas, aquello de las estrellas y el corazón sólo las puede decir alguien grande. En constante contraposición durante la película, a Borgnine le basta su martillo para hablar. Por eso la conclusión es que si uno es grande es porque se apoya en el otro y así quien gana es el espectador, al menos yo acabo con la sensación de haber visto una película cuyo entretenimiento es indiscutible. Y parida en los años setenta, ahí queda eso.
Luisito
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27 de julio de 2022
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de esas películas que por muchas veces que las veas no te cansas, siempre es un placer revisarlas, con un Robert Aldrich en estado de gracia, un Lee Marvin bueno no, lo siguiente, un inquietante Ernest Borgine y un prometedor Keith Carradine, una fábula moral repleta de picaresca y aventuras, en las que la condición humana queda al desnudo. No en vano se basa en un relato del gran escritor Jack London, ese espíritu rebelde y inconformista del autor se trasladan al personaje de Lee Marvin, todo un símbolo de la rebeldía frente al poder establecido. En resumen, una maravilla que hay que ver de vez en cuando, para cualquier cinéfilo que se precie.
zuriman
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