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Un couple parfait (Una pareja perfecta)

Drama. Romance Tras varios años de convivencia en el extranjero, Nicolas y Marie están a punto de divorciarse. Sin embargo, deciden ir juntos a Francia para la boda de uno de sus amigos. Nada más llegar, anuncian su separación, noticia que sorprende inmensamente a todos. (FILMAFFINITY)
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
15 de noviembre de 2008
26 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Actualizador de la Nouvelle Vague, Nobuhiro Suwa filma en París este duro relato de un apagamiento amoroso.

Espalda del corazón: su patio trasero y privado, tras la fachada de pareja modélica, en crisis profunda al cabo de quince años.

Acostumbrados a ver en el cine el eufórico enamoramiento entre dos seres mutuamente deslumbrados en los inicios, para asistir a esta otra fase angustiosa y crepuscular hacen falta otra disposición anímica y otro planteamiento estético.

Eludiendo clichés melodramáticos, Suwa escoge el despojamiento radical, asomado a un vacío que deja campo inmenso al espectador, a quien no se le dan mascadas las ideas: se le deja desarrollar las propias, a partir de la concisa realidad que se le ofrece. Como tantas películas actuales, consiste en un marco básico donde el espectador proyecta su propia película.

Con la suavidad de una gasa, “Una pareja perfecta” se posa sobre esa base: la difícil encrucijada de Marie y Nicolás cuando regresan unos días a París, a un acontecimiento social (una boda), se instalan en un hotel y encargan camas separadas.

La comunicación entre ellos, consistente en intercambio de reproches y burlas a las primeras de cambio, es rudimentaria, pobre, aunque sin violencia. Es el estilo imperante en el medio de profesionales acomodados en que se mueven. Parejas sin hijos (sólo un niño en la película, fugazmente, hijo de un padre viudo cuya capacidad de empatía queda de manifiesto), encerrados el uno con el otro, perdidos en sus respectivos papeles de adultos serios ‘comme il faut’.

Ahora, la fuerza del vínculo se extingue y surgen los primeros y decepcionantes vacíos. La pareja reacciona desconcertada, voluble, indecisa. Marie no se da del todo cuenta, y sigue exigiendo a Nicolás y recriminándole como si todavía se pertenecieran y como si, en alguna medida, él fuese de ella aún. Risas nerviosas, agobiadas, a punto del llanto. Tan pronto se muestra hostil como desvalidamente cariñosa. Él quiere actuar como si la ruptura fuese realidad consumada. Lo comunica a los amigos en una cena, para irse acostumbrando, pero no siempre puede con ello.

En el Museo Rodin, ecos del amor de Camille Claudel.

En un bar, un viejo sabio compara la guerra con el amor: se ataca por el repentino miedo hacia el otro, hacia uno mismo ante el otro, hacia ambos ante la vida misteriosa, hacia la existencia a menudo terrible…

Con ritmo extremadamente reposado, planos fijos larguísimos y el consiguiente juego decisivo del fuera de campo en los diálogos, textura digital, sonido directo que incluye hasta las respiraciones, puntuado ocasionalmente por graves notas de piano, y una pálida fotografía de colores muy apagados, idénticos a los que usó el monotemático pintor Morandi (1890-1964), el film captura despaciosa y respetuosamente, para la recreación por parte del espectador, el aire de dolor, zozobra y desaliento que envuelve a los personajes.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Archilupo
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10 de mayo de 2007
31 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Por qué no me gusta “Un couple parfait” y me interesa todo lo que hace Nobuhiro Suwa? ¿Qué es lo que me he perdido? ¿Dónde está mi error de cálculo al visionar una propuesta que me debería seducir irremediablemente?

Y eso que “Un couple parfait” es prácticamente la misma película con la que Suwa me había encandilado (“M/Other”): retrato a planos-secuencia (está vez completamente estáticos) de una pareja en crisis, añadiendo dosis de su peculiar e interesante homenaje a “Hiroshima, mon amour” y la Nouvelle vague en “H Story”.
Tal vez Suwa se encontrase demasiado confiado en la improvisación de sus actores, los estupendos Valeria Bruni Tedeschi y Bruno Todeschini, o en llevar la propuesta al absoluto paroxismo.
Lo que sé es que donde otros ven poesía en esos silencios, miradas y gestos yo sólo encuentro frialdad o tedio y que esa absoluta claustrofobia y oscuridad, con esos desenamorados encerrados en una habitación de hotel, se transmiten en mi persona en absoluta indiferencia.

Tan sólo cuando encuentran la luz y el aire fresco y se liberan de su encierro en una visita a un museo o su excelente final siento algo de ese ocaso de su relación.
Tal vez demasiado alejada y distante, a mi gusto, Suwa quiere ser el heredero cinematográfico de la Nouvelle vague con un cine libre y espontáneo. Yo lo encuentro encorsetado y la experiencia que debería ser hipnótica se torna en gélida confirmándome: I) no me interesan las parejas gabachas en crisis, II) no me enamora el Rossellini de “Te querré siempre” y III) “Un couple parfait” eligió un mal día para entrar en mi vida.

Posiblemente sea esto último. Tal vez con otro visionado se arregle mi antipatía a la propuesta y encuentre esos caminos ilimitados y paradójicos del (des)amor.
Maldito Bastardo
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9 de febrero de 2010
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante los primeros diez minutos de película, sólo existen dos planos. A estas alturas, el que siga atento a la pantalla sabe que se encuentra con una propuesta íntegra, alejada de las convenciones artísticas actuales. Suwa bebe directamente de las fuentes de la Nouvelle Vague (temática del hastío y la decepción agotada por Jean Eustache) y del cine patrio de Ozu (planos larguísimos y estáticos. Casi siempre de interiores). Pero fue Wyler uno de los primeros en tratar las crisis matrimoniales en su estupenda “Dodsworth” (1936) aunque será Rossellini, el que alejándose del neorrealismo italiano empiece a crear sin él saberlo los cimientos de la Nouvelle Vague francesa (por temática) con su “Viaggio in Italia” (1954).

En este punto de amor sin comprensión, Nobuhiro Suwa nos planta una propuesta áspera, casi documental, con una puesta en escena sin artificio y con un guión lleno de improvisación. Un trabajo sin casi planos medios, donde nos es fácil contar el número de planos totales que montan la película, y cuyos escasos primerísimos planos descolocan por el contrapunto que ofrece al resto de la cinta.

Con esos larguísimos planos el espectador puede captar la cotidianidad de la vida pero al contrario de otras propuestas actuales donde abundan los diálogos banales sin interés alguno, Nobuhiro Suwa nos sumerge en el hastío de la pareja sin que este hastío se apodere del propio espectador.

La información de cómo los protagonistas han llegado al punto en el que se inicia la película no es vital, y por ello no tenemos la necesidad de completar las lagunas que el director deja. Algo parecido a la propuesta que la propia actriz realizó un año antes con François Ozon (“5x2”) también sobre la crisis matrimonial.

Película compleja, de visión certera, humana y cotidiana a la que se suma un complejo e interesante uso del lenguaje cinematográfico (abundan también los diálogos fuera de campo, los planos sin personajes -puertas, ventanas, pasillos- y ciertos fundidos en rojo -cinco o seis, a los que sigo buscando explicación más allá de un pequeño homenaje a Bergman por “Gritos y susurros”, 1972-) que no a todos los espectadores atraerá de la misma manera pero que si bien no termina de ser una cinta perfecta consigue al menos trasmitir honestidad.
Chagolate con churros
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1 de setiembre de 2007
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Marie y Nicolas dan a una pareja de amigos la noticia de su inminente separación y divorcio. Para estos se cae el mito de la pareja perfecta, como si viesen a un amigo íntimo desgajarse en dos, partirse por la mitad. Es la tercera secuencia de esta película y ya nos encontramos indefensos y vaticinando el desastre.
Suelo evitar hacer mención del trabajo de los actores, pero es que aquí todo el peso del film, todo lo que este nos transmite es labor de los actores, sobresaliendo especialmente Valeria Bruni-Tedeschi: colosal; sus menores gestos nos dejan en vilo y absorben. Pocas veces me he dejado llevar con tanta facilidad por la experiencia y los sentimientos desenvueltos en pantalla.
Una pareja en proceso de separación, guardando las formas en público, pero desatando sus sentimientos en privado. Fingiendo que lo que les ocurre es algo normal y rutinario, y que como tal hay que llevarlo; que hay cosas inevitables que hay que asumir de forma adulta y civilizada: compostura hacia el exterior, pero cayendo al abismo y resistiéndose al hecho en la cruel soledad. Todo es turbulento en el interior de los personajes y en las circunstancias actuales de su relación, y en parte esto fluye al exterior mientras no deben esforzarse en aparentar normalidad ante los demás. Se pasa continuamente del compromiso de mostrar una presencia impávida, que a nadie engaña, a dar rienda suelta a un sentimiento de vulnerabilidad y desgaste en la intimidad, y a una dialéctica que, hostil a veces, es lo único capaz de arreglar la situación. Intentan buscar estímulos, impresiones que deshagan el nudo que los ahoga, que disipen las sensaciones incrustadas en sus mentes; pero aparte de una efímera distracción solo obtienen una más feroz vuelta en si mismos. Se prueba cualquier cosa que remueva algo en el otro, pero nada parece funcionar. La desesperanza extiende sus alas, todo se vuelve oscuro, y duele. La acomodaticia integridad que fingen parece conllevar la moralina de que los sentimientos se van como vinieron, que cualquiera puede rehacer su vida, que lo que ocurre es normal; a que esos intentos de despreocupar a los demás, si a nosotros se nos clavan. Empeñarse en creer eso es cobardía, de lo poco que Marie no parece acusar a Nicolas. Marie nos arroja al corazón lo que parece no tener cabida en él: una conciencia forjada durante 15 años, de cómo sus sentimientos e impresiones no son solo algo abstracto, sino parte de ella, y que para seguir vivos necesitan el referente que es él; que en este caso la pérdida es irreparable: “No lo superaré, no lo superaré”. Nada se puede superar si los recursos necesarios los perdiste con la sacudida. Por ello le merece la pena la humillación de una lucha que parece en vano, para impedir tomar decisiones que resulten aniquiladoras: generar un abismo tras nosotros en el que con toda seguridad acabaremos cayendo, donde dejaremos todo lo que supuestamente nos ayudaría a seguir adelante.
irian hallstatt
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5 de junio de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nicolas (Bruno Todeschini) y Marie (Valeria Bruni Tedeschi) son una pareja francesa con 15 años de matrimonio y 10 años de vivir en Lisboa. El imaginario es que son una pareja ideal, la realidad es que están a punto de separarse y divorciarse.

La invitación a la boda de uno de sus amigos hace que regresen a París luego de mucho tiempo, mediante las acciones discurridas en la capital francesa vamos dilucidando los problemas existentes en la pareja.

El realizador japonés Nobuhiro Suwa presenta un estudio sobre el amor, valiéndose de constantes diálogos, secuencias largas, con la cámara inmóvil que representa lo desgastada que está la relación de los protagonistas, que no va a ningún lado.

Un film con un ritmo apaciguado pero que en varios momentos es emocionalmente muy intenso, la pareja simplemente ya no se soporta, el amor pareciera haber terminado, la incomunicación es la gran traba de ellos.

Todeschini y Tedeschi logran grandes interpretaciones, la dirección de Suwa es muy buena y muy medida conforme lo que vamos viendo en la película, la musicalización de Haruyuki Suzuki es sutil pero atractiva. Minimalista y genial film.
10P24H
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