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Vixen!

Drama Vixen Palmer vive en las montañas rocosas del Canadá. Su marido Tom, piloto de avioneta, se dedica a traer gente a la zona que quieren pasar unos días disfrutando de la pesca y la caza. Y como Vixen pasa tanto tiempo sola, buscará entretenerse como más le gusta. (FILMAFFINITY)
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Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
3 de enero de 2010
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El peculiar Meyer iniciando la institucionalización de la hembra voluptuosa, neumática, devoradora insaciable y promiscua, encarnada en una apetecible Erica Gavin. Película cinematográficamente muy discreta, aunque limitadamente digna, acaba mal por un final desdichado y que no encaja para nada con la lúdica, lúbrica, erótica y desmadrada historia previa (lesbianismo, adulterio, incesto...). En cierto modo, es un clásico pionero y es agradable para el voyeur.
kafka
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25 de julio de 2007
14 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es lo que hubieran dicho los personajes de South Park. Al menos tiene la decencia de ser corta. No recuerdo ni cómo llegué a saber de esta película. En fin, lo que más destaca es el busto de la protagonista. La vi en versión original, y seguro que me perdí alguna perla de los guionistas.

Mal guión que mezcla infidelidad, racismo, comunismo, incesto y pesca en la British Columbia canadiense. Aparte la chica no hace nada más que gritar cuando menos te lo esperas, no apta para personas que sufran del corazón.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Juanma
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22 de febrero de 2021
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es guapa, es sensual, es salvaje, tanto como los parajes por donde se escabulle para dar rienda suelta a sus pasiones más lujuriosas y sórdidas con todo ser humano que se cruce en su camino.
No es una mujer, no es un animal, ¡es simplemente Vixen!

Si destacaba alguien por encima de Michael Findlay, Andrew J. Milligan, Doris Wishman u otros que operaban en el negocio del "underground" y el "sexploitation" más cachondo y liberal a finales de los '60 ese era Russ Meyer, cuya popularidad continuaba en su línea constante incluso tras algunos títulos menos conocidos por el público pero delirantes, divertidos y ya a todo color ("Finders Keepers, Lovers Weepers!" tal vez la más revolucionaria) en comparación con sus anteriores obras "góticas". Entonces llega el gran momento que definitivamente iba a hacer despegar su carrera; mientras buscaba localizaciones para una historia de lo más subversiva una chica respondió a su anuncio de casting.
Su nombre: Donna Graff, procedente de Los Ángeles, que se hacía llamar Erica Gavin y trabajaba en un "topless pub" (cuya compañera y amiga fue la imponente Tura Satana) antes de ingresar, con unos 21 años, en el mundillo Meyer; se podría decir que éste encontró a un auténtico diamante en bruto que iba a hacer brillar como nunca su cine, si bien reconoció que su físico no era tan impresionante como el de otras mozas con las que había trabajado. Aunque estuvo filmada en California, los hechos de la película se ubicarán en las vírgenes y recónditas tierras canadienses, cuyas ventajas se alabarán a lo largo de un prólogo socio-informativo tan propio de las obras del director.

¿Pero por qué otra historia sin estar ambientada en la ciudad? Pues aparte de porque le salía más rentable, porque es fácil adivinar que una de sus obsesiones era establecer una importante relación entre lo salvaje del paisaje y su naturaleza con la figura de la mujer, su inevitable instinto animal y su necesaria libertad de espíritu; eran los '60 y ese era uno de los mayores ideales. Y ese ideal se ve encarnado en la sonrisa juguetona, en el rostro provocativo, en las sensuales curvas y en los grandes senos de Vixen, que gracias al arrojo y carisma de Graff se distancia de otras féminas de Meyer.
Esposa de un piloto de vuelos privados, ella se desata, se revuelve, se desnuda, grita por el bonito paisaje mientras aparecen algunos de los conocidos temas de Meyer, como el recalcitrante racismo, el ego masculino (más frágil y patético que el femenino), la burla hacia los poderes políticos del momento, un fuerte espíritu revolucionario y un sentimiento contracultural y anti-Vietnam, todo vomitado por medio de ásperas dosis de socarronería que encuentra su mejor exposición hacia el final, introduciendo a un personaje que es de lejos el más interesante junto con Niles, objeto de constantes ataques racistas de Vixen.

Este tramo, donde tendremos hasta suspense, es también lo que a nivel narrativo más sobresale en un film que virtudes narrativas no posee, pero sí sobresalen otras cualidades, por lo menos para hacerlo medianamente entretenido. Y es que para encontrar una buena historia con grandes personajes mejor buscar a Mizoguchi, Bergman o Hitchcock; lo que se nos ofrece en "Vixen" es color y delirio puro, tanto en la técnica (a través de un uso de la cámara fresco e imaginativo y unas escenas de sexo filmadas desde el punto de vista de un voyeur, como a través de un agujero en la pared) como en la forma (esos alardes onirícos tan ligados a la fantasía sexual), y una colección de estereotipos rematadamente caricaturescos.
Junto con el racismo y la burla al comunismo, infidelidad, incesto, lesbianismo y extrema violencia, que, tratado por medio del humor más negro, sirve para hacer tambalearse un poco los pilares del conservadurismo norteamericano, y sobre todo y por encima de todo, la celebración carnal y la pasión por el sexo utilizando como modelo a esta Vixen agresiva, impulsiva y con sus desvíos mentales (porque está chifladísima se mire por donde se mire...) que aun así no hace por pertenecer a la estirpe de féminas violentas y destructivas de aquella etapa más "gótica" (como "Faster, Pussycat! Kill, Kill!").

Casi una "hippie" de comuna de no ir tan pulcra, Vixen es la diversión y la lascivia personificada, el epítome de mujer que vive por y para el amor, ya sea hacia el hombre o hacia la mujer (si es de piel blanca, claro, torciendo aún más su indescifrable carácter: liberal de tendencias republicanas); de ahí que un personaje como el de Garth Pillsbury, tan fiel y tradicional, resulte chocante (y es que el director prefería dibujar a hombres, si bien duros, extremadamente ingenuos y mojigatos). Harrison Page ofrece una buena interpretación (la mejor, como ya he dicho). ¿Y qué más se podría decir de la voluptuosa Graff?, una auténtica amazona de los bosques canadienses.
No se gastó Meyer apenas 70.000 dólares y logró recaudar unos beneficios millonarios, además de llevarse el aplauso de muchos críticos (¡¿?!) y conseguir más publicidad gracias a los ataques inclementes de los censores. De ahí que "Vixen" cambiara su carrera para siempre, y la mayor parte de ese gran éxito se lo debe por supuesto a su recién descubierta musa, quien pese a odiarse tras verse en pantalla por primera vez y casi demacrarse físicamente por culpa de la anorexia, participaría con él de nuevo en la aún más rompedora "El Valle de los Placeres".

Inolvidable la última mirada que Graff/Vixen dirige a la cámara, a nosotros, con esa preciosa y amplísima sonrisa; una mirada juguetona que va buscando la directa complicidad del espectador y que expresa sin tapujos sus pensamientos mientras observa acercarse a esa nueva pareja de clientes de su marido.
¿Qué hará con ellos? Eso se lo dejamos a la imaginación. Una mirada diametralmente opuesta a la famosa de Harriet Andersson en "Un Verano con Monika", y las dos igual de significativas y portentosas.
Chris Jiménez
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14 de julio de 2014
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sabido es que Russ Meyer no era un hombre de cine, en lo referente a aportar dosis de dramatismo en sus películas, sino más bien se trataba de un cámara-exhibidor dispuesto a filmar esbelteces de grandes pechos y traseros redondos como quien va a buscar con su objetivo el mejor ejemplar de animal en la Selva. Esa era la política de un director maldito, incluso considerado de culto en los circuitos “indies” de la Norteamérica amparada por unos principios conservadores que empezaban a agotarse. Dispuesto a liderar un cine “underground” después acentuado después por otros directores transgresores como John Waters (Pink Flamingos) o Paul Bartel (¿Y si nos Comemos a Raoul?).

En el reparto de “Vixen!” contó con el protagonismo de Erica Gavin, una modelo de veinte años que aquí interpreta a una joven casada y aburrida cuyo marido es un piloto de avionetas que lleva a turistas estadounidenses a darse un paseo y picnic por los espesos y aislados bosques de las montañas fronterizas del Canadá. Ella se entretiene intentando lucir sus preciados atributos con cualquier viajero que se topa.

Remarcando una pequeña lectura de fondo tratando temas como el marxismo o el racismo (solo para condimentar lo flojo que puede considerarse la factura), Russ Meyer iniciaría así una serie de películas similares sin rebajar sus dosis de erotismo característico.
Natxo Borràs
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6 de julio de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
R. Meyer presenta una de sus más afamadas películas como un ejercicio de provocación en el que añade la vertiente racista a sus conocidos ingredientes de violencia gratuita y de sexo, sin renunciar al enredo incestuoso.
Procaz, libidinosa y con escasa capacidad de fabulación, desde el punto de vista cinematográfico su aportación es irrelevante, el guión muestra una evidente inseguridad, los diálogos son de una simpleza apabullante y la acción parece que transcurre con la única motivación de mostrar cuerpos desnudos.
Y cierta intención de promover escándalo.
Pero la película debe verse porque posee connotaciones trasgresoras que no se pueden soslayar.
ABSENTA
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