Lejos

Dentro de la filmografía del director francés André Téchiné nada se mueve en exceso. Digamos que sus películas son una única película que nos ha dado poco a poco en forma de fascículos a lo largo de los años. Sus películas son la misma y al mismo tiempo son distintas. Pero es esa forma de hacer el cine lo que las hace muy similares.

Siempre he dicho que Téchiné es el guionista que mejor trata a los secundarios. Les otorga un estatus de protagonistas complementarios que enriquecen mucho la historia que nos quiere contar. A veces, incluso, nos quedamos con las ganas de saber algo más de esos secundarios que tan bien perfila. En “Lejos” uno de esos secundarios es Jack Taylor (un inglés habitante de la caótica Rabat). Y no es este, uno buen ejemplo de los secundarios a los que me remito, pues con este personaje Téchiné no se esfuerza demasiado.

“Lejos” está bien narrada, de forma sencilla y personal. Alejado de efectismos que tanto venden y más cercano a un cine donde de pasar, pasa sólo la rutinaria vida. Pero enriquecida.

Lejos del hogar, lejos de tu familia,
lejos del feliz pasado, de su dichosa vida.
Lejos del refugio, de su añorada presencia,
lejos de ese brillo, de su balsámica esencia.
Lejos de ese amanecer, lejos de esa luz vivida,
lejos del olvido, de su imperecedera existencia.



Cerca de un detalle, cerca de la pérdida,
cerca del recuerdo, de las ausencias.
Cerca del fragmento, de la memoria evocada,
cerca del apego, de tu obligada distancia.
Cerca de mi sueño, cerca de la esperanza que ya brilla,
cerca del deseo, de la ilusión de una nueva vida.

Al igual que el personaje de Faida, una óptica que se interesa tanto por las gafas de cerca como por los telescopios, esta película nos introduce (literalmente, diría) en la vida de Tánger, ciudad peculiar y al mismo tiempo representación de un mundo globalizado y en constante movimiento. Tánger es el puente y es la frontera, donde conviven ricos del norte en busca del exótico sur, pobres del sur en busca del rico norte, y lugareños que deciden quedarse y otros que a toda costa quieren escapar. Como la historia de amor central (Serge y Sarah), el movimiento es continuo y las direcciones cruzadas, hasta asemejarse más a las líneas imaginarias que trazan los acróbatas con su cuerpo.

Una película muy rica en cruces y desvíos, abigarrada y laberíntica como las calles de Tánger, nada geométrica y continuamente en abierto movimiento, donde se mezcla lo personal y sus condicionantes sociales. Que con estas características consiga hacernos sentir la riqueza y no la confusión, es un mérito importante de Téchiné, aunque quizás podría haber suprimido la historia de algún secundario (Emily y su trauma) y profundizado un poco más en Serge y Sarah, que acaban resultando, paradójicamente, un poco planos en sus viajes a los extremos.