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Las raíces del cielo

Aventuras. Drama Morel es un aventurero que viaja a una colonia francesa en África para luchar contra el exterminio indiscriminado de elefantes. Cuenta para ello con la ayuda de una nativa, de un excombatiente y de un presentador de televisión que se encargará de realizar un reportaje; pero tendrá también que enfrentarse con personas, cuyos intereses son opuestos a los suyos. (FILMAFFINITY)
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Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
28 de mayo de 2010
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película es muchísimo mejor de lo que la ponen. En primer lugar la fotografía es espectacular e insuperable, incluso para una película de hoy en día (la calidad de imagen es asombrosa), además de estar rodada en escenarios naturales, en segundo lugar está drigida por John Huston, en tercer lugar, Errol Flynn no es el protagonista, así que no hace falta recurrir al argumento de su decadencia y problemas con el acoholismo. En cuarto lugar, Trevor Howard (el capitán Bly en El motín de la bounty de 1963) hace un trabajo fantástico, gran actor, Juliette Gréco está estupenda y hace también lo que se le pide, el reparto en general es bastante bueno, Orson Wells incluído. En cuanto a la historia, típica película de John Huston, drama de aventuras, esta vez centrada en la defensa de los derechos de los elefantes, y de la naturaleza en general ambientada y entremezclada con toda la problemática política propia de los últimos tiempos del colonialismo francés en África. Quizás la manera en que lo resuelven o que, precisamente, no terminen de resolverlo del todo es donde reside la causa de la baja valoración de esta película, además de la consideración de Errol Flynn como actor principal del film. Me quedo con la frase: "¿no se os ha ocurrido pensar que a lo mejor le gustan los elefantes?" En referencia a que las personas en general siempre tratamos de buscar explicaciones complejas a las cosas, y muchas veces éstas son mucho más sencillas que todo eso.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
The Big Dipper
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14 de junio de 2016
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
En cada obra se esconden las vivencias del hombre que las hizo posible. A veces para escapar de su propia vida, otras para plasmar las vicisitudes de su biografía. De John Huston queda el retrato legendario que él mismo se obstinó en dibujar. Un tipo de acción, vitalista, un amante de los viajes exóticos, del riesgo, de la caza y la aventura. Una leyenda que Clint Eastwood en su “Cazador blanco, corazón negro” 1990, se encargó de desmitificar. Una vez más Huston volvía a África como había ocurrido con “La reina de África” siete años antes, pero en esta ocasión el film resultó fallido, a pesar de estar producida por la Fox en Cinemascope y un excelente fotografía en color de su operador habitual en esos años, Oswald Morris.

El propio Huston la detestaba por haber aceptado dirigirla cuando el guión no estaba bien pulido, así lo confesaba en una entrevista, aceptando algunas cosas positivas. El personaje de Morel (Trevor Howard), es tremendamente sugestivo e interesante, la fiesta donde aparece Morel con sus hombres para castigar a la anfitriona, la fisicidad del paisaje, etc. Realizador curtido en la era clásica, la aventura era un pretexto para abandonar la artificialidad de los Estudios de rodaje y arropar la puesta en escena de un naturalismo vigoroso. Pero Huston se muestra demasiado preocupado por la lección moral del film, descuidando la esencia de contar una buena historia. El film se sustenta sobre una voluntad crítica del panfleto bienintencionado.

El soporte literario lo proporcionó esta vez la novela de Romain Gary, ya en el papel, el argumento evidencia no pocos visos peligrosos. Pero el ridículo se completa con el visionado del film, donde a Trevor Howard le toca la pesada tarea de encarnar a un idealista, activista ecológico, que lucha por acabar con la caza de elefantes destinada al tráfico de marfil: “para fabricar bolas de billar y figuras de ajedrez”), se puede escuchar en un momento del film. Junto a él aparece un Errol Flynn que se pasea con un rifle en una mano y la botella de whisky en la otra en una última imitación de sí mismo, pues el actor moriría meses más tarde alcoholizado. Mientras que Juliette Gréco y Orson Welles parecen dos extraños que aparecen en el film, más por el incremento sustancial, más económico que artístico.

En cuanto al cineasta, era sobradamente conocida su afición a la caza de elefantes, a eso hay que añadirle un discurso que encaja con su poética cinematográfica. La fascinación por la aventura y el riesgo, la persecución de los sueños que pueden acabar convirtiéndose en pesadillas, la lucha por la existencia y el respeto por la naturaleza y el ecosistema. Todo ello en un país africano colonizado por una potencia extranjera, en este caso Francia y la resistencia indígena nacionalista que lucha por su independencia. El film forma parte del grosor prescindible en la larga carrera de Huston, en la que se sitúan proyectos fallidos y películas sólo alimenticias en trabajos sin rigor ni convicción.
Antonio Morales
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23 de octubre de 2012
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Trevor Howard, el protagonista, debería figurar en primer lugar en el reparto. Él es Morel, un hombre comprometido con la naturaleza y en especial contra el indiscriminado comercio del marfil, decidido a evitar a toda costa la matanza de elefantes que se está produciendo en esa colonia de Francia.

No es una aventura en sí, es la lucha de un puñado de personas dispuestas a terminar con los intereses egoístas del tráfico del marfil. Tiene buenos momentos marca Huston, con buena fotografía y es distraída gracias a escenas muy buenas como la de la sentencia dictada por Morel y ejecutada por el profesor, de una docena de azotes a falda descubierta a la estirada dama que se dedica a presumir sobre los elefantes que ha abatido. Satisface porque como dice Trevor Howard, los elefantes no tienen más enemigo que el hombre y merecen la plena libertad por grandiosos y nobles. Por cierto, ya está bien de poner al pobre Errol Flynn siempre con la botella. El hecho que bebiera por los problemas que tuvo en su vida no es para machacarlo tanto.

Personajes perdedores, valientes, mezclados con intereses revolucionarios en la que la aventura pierde su esencia para adquirir un aire trágico.
floïd blue
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2 de mayo de 2017
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Considerada como uno de sus mayores fracasos, John Huston rodó "Las raíces del cielo" en África a partir de la poética y trascendente novela de Romain Gary, tan ajena como poco propicia para un film de aventuras.
La pasión del director por los safaris y la caza, las malas condiciones del rodaje con temperaturas extremas y la presencia de un Errol Flyn alcoholizado y patético (moriría unos meses después) contribuyeron a crear una cierta tensión durante el rodaje que se agravaría al difundirse el rumor de que Huston había matado dos elefantes en el transcurso de un safari personal, algo que entraba en total contradicción con el mensaje que se pretendía dar en la película que cuenta la historia de un idealista (Trevor Howard) en su lucha contra la caza y el exterminio de los elefantes, convertidos en símbolos de libertad.

En esas circunstancias Huston acabó realizando un film irregular y vacilante, por momentos frágil y endeble, pero al mismo tiempo vitalista y apasionado. Menos acabada que otras obras suyas más prestigiosas es, sin embargo, un film más libre y creativo, a pesar de todos los problemas y limitaciones que rodearon su creación.
Marius
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14 de abril de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por diversas razones, entre las que sin duda pesa su origen lituano (Lituania hizo parte de la Unión Soviética) y que él nunca habló este idioma prefiriendo el ruso y el yídish, las obras de Romain Gary (nació como Рома́н Ка́цев > Roman Kacew, nombre con el que publicó sus tres primeras novelas) mantuvieron siempre dividida a la crítica… y la prueba de que los prejuicios mucho tenían que ver con sus orígenes, nos la ofreció el propio Gary cuando, tras haber ganado el premio Goncourt por “Les Racines du Ciel” (Las Raíces del Cielo, 1956), volvió a ganarlo por segunda vez cuando venía firmando como Émile Ajar, por la novela “La Vie Devant Soi” (1975), y los mismos críticos que antes lo acusaran de escribir “novelas románticas y anacrónicas”, ahora celebraban el “genio y la brillantez” del galardonado escritor.

Pero sí, trasladando nuestro pensamiento para ubicarnos en la mitad del siglo XX, sin duda resultaba “idealista” y “absurdo” que, en un mundo donde exterminar animales para comerlos o para comerciar con sus órganos era culturalmente legítimo en casi todas partes, de pronto surgiera un individuo que decide hablar por quienes no pueden hacerlo y que además tuviera la “osadía” de sostener que, el fin de las especies animales, sería también el de la especie humana. ¿De dónde salían tales premisas? ¿Cómo se atrevía a cuestionar una tradición que llevaba siglos siendo aceptada por las mayorías? ¿Quién era semejante “loco"?

Romain Gary, un hombre que hablaba y escribía con igual propiedad en ruso, francés, inglés y alemán, además de que se defendía en otros tantos idiomas; un hombre que fuera embajador en La Paz, Bolivia y cónsul general de Francia en Los Ángeles, California; un hombre que fuera representante de Francia ante la ONU y que tenía en su haber unas cuantas novelas… tenía, quizás, el suficiente bagaje cultural como para ver un poco (o mucho) más allá de lo que podíamos ver la mayoría de los mortales, y eso a muchos les ha merecido ser tildados de locos, comunistas y muchas otras cosas.

Cuando uno ve la película, “LAS RAÍCES DEL CIELO”, cuyo guion lo adaptara el propio Romain Gary con la colaboración de Patrick Leigh-Fermor, lo que descubre, ahora, es una propuesta de avanzada; un filme que se anticipó a su época para proponer algo que los países más civilizados del mundo aceptan, ahora, con toda naturalidad. El exterminio de las especies animales ya lo vemos como un hecho execrable: Una mujer que salga hoy día con un abrigo de visón o un hombre que exhiba en su casa piezas de animales como trofeos de caza, causan escozor y revelan un atraso absoluto… ¡No tardará el día en que, cualquier persona que aún siga comiendo carne de animal, acaso sea mirada como si fuera caníbal, pues, la evolución es imparable!

Huston falló al darle demasiada cabida a las reflexiones morales, ecológicas y filosóficas de la novela, pues, aunque se revelan del más alto interés y significado, por momentos lucen como frases aprendidas a las que falta espontaneidad. En cambio, faltaron más hechos que mostraran la relación del animal con el hombre y con el equilibrio ecológico. Morel, el carismático líder de la lucha proteccionista, ¡jamás toca o se relaciona directamente con animal alguno!... y en lo personal, lo eché bastante en falta.

Por lo demás, el filme nos ofrece una descollante fotografía y ambientación, y Trevor Howard como Morel; Errol Flynn como el alcohólico Forsythe; y Eddie Albert como el fotógrafo Fields, lucen magníficos en sus respectivas interpretaciones… y las reflexiones de Gary sobre la protección de las especies animales siguen haciendo historia.
Luis Guillermo Cardona
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