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Murieron con las botas puestas

Western. Bélico George Custer (Errol Flynn) llega a la Academia de West Point lleno de arrogancia y vanidad. Aunque su carácter indisciplinado le ocasionará numerosos problemas con sus superiores, debido a la acuciante necesidad de oficiales para la Guerra de Secesión (1861-1865), es enviado al frente. Terminada la guerra, se casa con Beth (Olivia de Havilland), pero pronto le asignan un nuevo destino: la guerra contra los indios. Al frente del Séptimo ... [+]
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Críticas 47
Críticas ordenadas por utilidad
16 de marzo de 2007
102 de 117 usuarios han encontrado esta crítica útil
Idealizada biografía del general George Amstrong Custer, desde su ingreso en la academia militar de West Point hasta su muerte, junto a todo el Séptimo Regimiento de Caballería, en la épica batalla de Litle Big Horn.

A pesar de la manipulación de los hechos reales de la historia, con objeto de mitificar la figura del General Custer, que posteriormente otros cineastas se encargarían de desmitificar (Arthur Penn con "Litle Big Man" en 1970 y Robert Siodmak con "Custer of the West" en 1968), el film debería formar parte de la galería de películas míticas por diversas razones.

Magistral dirección de Raoul Walsh en su primera colaboración con Errol Flynn, que conduce con mano maestra la historia por una fascinante alternancia de géneros, viajando imperceptiblemente de la comedia al drama intimista, de la aventura al western y del cine bélico al drama épico.

Excepcional banda sonora del mítico Max Steiner, tanto en el lirismo exquisito del tema romántico, como en el épico final, donde la alternancia de la famosa canción del Séptimo de Caballería "Garry Owen" con los temas indios, adquiere matices de tragedia épica.

Excepcional interpretación de todo el reparto, desde Errol Flynn que presta a Custer su apostura, dinamismo y simpatía características, a Olivia de Havilland en su última colaboración con Flynn, que compone un tierno y valeroso personaje interpretando a Beth, la hermosa, valiente y leal compañera de Custer, pasando por los excepcionales Arthur Kennedy y Anthony Quinn en papeles secundarios, pero determinantes en el desarrollo del film.

Es en resumen un excelente film y la prueba más palpable de que el cine no debe estar comprometido con la realidad histórica, para crear con verosimilitud y sentido artístico y narrativo sus propias historias.
Maximillian
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23 de noviembre de 2009
62 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
En algunas ocasiones -no tan frecuentemente como algunos creen-, el arte puede rectificar la historia y crear una imagen que tiene más fuerza que la verídica. Eso pasa con el cantar de gesta, y más concretamente con el “Poema de Mío Cid”. Otro de esos escasos milagros ocurre con “Murieron con las botas puestas”, George Armstrong Custer ya no será nunca él, es Errol Flyn, un actor que nació para interpretar este papel.

Rodada en la época dorada de la Warner (por favor no es de la Metro, cámbienlo) por el mismo productor de “Casablanca”, “Murieron con las botas puestas” representa como pocas el apogeo del cine de estudio donde un grupo de profesionales cumplía su trabajo de forma eficiente. Ahora todos quieren ser artistas y hacer cine de autor.

Entre ellos tenemos al director, un Raoul Walsh, en una de sus grandes películas de siempre, que hace una obra tan buena que hasta el mismísimo John Ford tuvo que copiarle en muchos sentidos en “Fort Apache”. Por cierto que el fotógrafo de esta película, era el habitual colaborador también de Ford. El caso es que Walsh homenajea a su maestro David W. Griffith, brindándonos un espectáculo con mayúsculas.

Muchas veces hablamos de química entre los protagonistas, tonterías, esa palabra hay reservarla para lo que vemos aquí entre Errol Flynn y Olivia de Havilland, su última escena de despedida forma parte de los momentos más románticos de la historia del cine. Inolvidable. Pero también el Garryowen y varias escenas más.

Pero es que además es una película que transmite una emoción y una viveza increíbles, con un ritmo que no decae en ningún momento (en dos horas y veinte minutos), es lo que llaman los americanos una película física, y con una fe en el hombre verdaderamente extraordinaria, y sobre todo una gran historia de amor.

Clasicazo.

Nota: 8,7.
vircenguetorix
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8 de mayo de 2006
53 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
Notable película del maestro Walsh que narra la vida y milagros del General Custer hasta su derrota en Little Big Horn. Sobra apuntar que el retrato de nuestro amigo es más fruto de la imaginación del guionista y del director que de la realidad histórica. Hollywood necesitaba héroes y quien mejor para encarnar al impetuoso Custer que el gran Errol Flynn. El arranque tiene mucho de comedia. Observar la entrada de Custer en West Point es digno de aplauso.

Murieron con las botas puestas contiene escenas preciosas: el primer encuentro de Custer con nuestro amigo inglés al piano que nos lleva a escuchar por vez primera en el film, la bella y famosa canción llamada Garry Owen; la memorable, exquisita y educada ceremonia con la que los caballeros del sur se retiran de West Point al mando del entonces capitán Lee, mientras suenan los primeros compases Dixie, es sin duda la mejor de todas; las secuencias épicas no tienen nada que envidiar a la vanguardia del momento; y por supuesto cuando Garry Owen suena de nuevo en un polvoriento cuartel sobre las praderas de Dakota.

Destacar el breve pero correcto papel del incombustible Anthony Quinn como Toro Sentado y a la siempre interesante Olivia de Havilland como mujer de Custer. Gran producción para la época con resultado satisfactorio.
Txarly
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27 de enero de 2009
37 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los mejores westerns del realizador Raoul Walsh y el primero de siete que rueda con la colaboración del actor Errol Flynn. Escrito por Wally Kline, Aeneas MacKenzie y Leonore Coffee (diálogos adicionales), se inspira libremente en un personaje histórico y en la voluntad de crear un relato interesante desde el punto de vista cinematográfico al margen del rigor histórico. Se rueda durante los meses de verano de 1941 en exteriores de las localidades californianas de Pasadena (Busch Gardens y Midwick Country Club), L.A. (Iverson Ranch y West Hills) y Calabazas (Warner Ranch) y en los platós de Warner Studios. Producido por Hal B. Wallis para la Warner, se proyecta en sesión de preestreno el 21-XI-1941 (NYC).

Narra, en términos de leyenda, quince años de la vida de George Armstrong Custer (1839-1876), desde su ingreso en West Point, a los 22 años, hasta su participación (25-VI-1876) en la batalla de Little Big Horn (Montana), a la edad de 37 años, al mando del Séptimo Regimiento de Caballería. La historia se divide en cuatro partes: estancia en la academia militar, participación en la guerra civil, regreso a la ciudad natal (New Rumley, Ohio) desde donde lucha contra oportunistas y ventajistas sin escrúpulos y, finalmente, la reincorporación al servicio activo en el Ejército como comandante de Fort Lincoln.

El personaje de Custer combina una pequeña parte de realidad y una abundante dosis de ficción. El sentido épico de la película se apoya en los rasgos singulares del protagonista que encarna Flynn: arrogante, poco disciplinado, aventurero, anárquico, autodestructivo, aficionado al alcohol, pero noble, honesto y heroico. A Walsh le interesa sobre todo mostrar las contradicciones del protagonista, su carácter impulsivo y caprichoso, su sentido romántico de lucha por altos ideales de justicia y su dimensión trágica, que lo engrandece.

El film suma biografía, drama, romance, guerra, western y tragedia. Intercala escenas de acción trepidante y escenas románticas, que adereza con oportunos toques de humor. Sobresalen las secuencias de las batallas, en las que el veterano Walsh ofrece movimientos rápidos, ordenados y de desbordante belleza plástica. Los planos que describen la batalla final constituyen una muestra admirable de buen cine bélico. Es memorable la escena de la despedida de George y Beth, en la que se mezclan dolor y entereza, presentimientos y certezas, sinceridad y ocultación, hasta que la cámara se aleja lentamente para dar paso a un fundido emocionante.

(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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8 de abril de 2019
28 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
1) Formación del espíritu nacional

El general Custer forma parte del panteón de héroes genuinamente norteamericanos. En esta versión de Raoul Walsh, atesora las virtudes paradigmáticas del soldado del Imperio: valeroso hasta la temeridad, carismático y arrogante, indisciplinado y atrevido. Actúa por instinto y con fe ciega, es impulsivo y seductor, no da una lucha por perdida. Y, sin embargo, fue protagonista de la derrota más sonada del ejército yankee contra Sioux y Cheyenes.

La secuencia en que se cuenta el ‘nacimiento’ del Séptimo de Caballería es extraordinaria: planos ensamblados mediante cortinillas en un imparable crescendo musical. Cómo no pensar en el efecto que la Marsellesa produjo en el espíritu de los revolucionarios...


2) Amor constante más allá de la muerte

Libbie (Olivia de Havilland) y Autie (Errol Flynn) nos brindan uno de los grandes romances de la historia del cine; un romance que traspasó el terreno de la ficción y llegó a consumarse, como confesó la propia actriz, detrás de unos arbustos…

El primer encuentro es delicioso. También la cita en el balcón, al más puro estilo de Romeo y Julieta. La despedida es legendaria: la sobriedad, el subtexto; la cámara acercándose, levemente, en el momento del beso, y alejándose de golpe en la partida; los objetos (el reloj, la fotografía, la lámpara, el diario); el movimiento de la mecedora, subrayando el hueco presentido, tan palpable.

‘Walking through life with you Ma'am, has been a very gracious thing.’

[Pasear por la vida a su lado, señora, ha sido muy agradable.]

Y, en efecto, después de tantas películas, esa es la última escena que rodaron juntos.


3) Gloria y honor

La cinta ensalza las motivaciones honorables que conducen a la gloria: la palabra dada, el valor, la gallardía; y desprecia a los capitalistas, que actúan con ánimo de lucro y sin moral. No obstante, incluso los mezquinos Sharp obtienen la posibilidad de redimirse. Al hijo se le ofrece el don de un ‘bel morir’ y al padre la ocasión de retractarse.

La burocracia militar tampoco sale bien parada.

La marcha de los cadetes sureños de West Point ante la inminencia de la Guerra Civil es otro momento inolvidable. En apenas tres minutos, se escenifica, sin perder las formas y con total solemnidad, la quiebra de un país.


4) Tono y puesta en escena

La película pasa, sutilmente, de un tono festivo al tono oscuro de lo inevitable. La puesta en escena resulta esplendorosa y, como la luz, va desnudándose a medida que madura el personaje principal.

Baste comparar las lágrimas de Libbie al masticar los tallos de cebolla –en clave de comedia– con aquellas que preludian el adiós definitivo, tan hondamente trágico.


5) Secundarios

Todos cumplen, pero quisiera destacar a Hattie McDaniel, en su papel de Callie, la oronda sirvienta negra que se come la pantalla, y a Charley Grapewin, que interpreta a California Joe, menudo, malhablado y tozudamente heroico. Ambos dan la medida de hasta qué punto unos buenos secundarios dotan de empaque y de sabor a las películas de género.


6) Plano histórico

Un cantar de gesta es arte, no historiografía. Nadie reprocharía a Homero que su catálogo de naves o la orografía de Troya fueran inexactos.

En este caso, el arte sustituye a las grisuras de la historia.

===

El título, ‘Murieron con las botas puestas’, anticipa el desenlace, por lo demás bien conocido. Dota a la cinta de un halo de fatalidad serena; es, también, como un presentimiento de belleza puesto que, como escribiera Petrarca, ‘un bel morir tutta la vita onora’.

Y un ‘bel rodar’ le da sentido al cine.
Servadac
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