El Coyote y el Correcaminos: Rápido y rabioso (C)

Yo soy de los que se solidarizan con los faltos de fortuna, con Tom de Tom & Jerry, con Silvestre de Silvestre y Piolín, con Julián Muñoz y cómo no con el Coyote. Quizá con este último incluso más, posiblemente porque me encanta el escenario donde transcurren todos sus vanos intentos por dar caza al astuto y rapidísimo correcaminos, ese seco desierto repleto de cactus faltos de púas (todas se las ha clavado el Coyote), cañones con caídas inacabables...Pero nada de eso detiene al coyote, él sigue comprando cada vez artilugios más y más estrafalarios, más caros (que digo yo: ¿Por qué el Coyote no se gasta la pasta en restaurantes de comida rápida en vez de en artilugios de la fatal e incompetente marca Acme?), pero todos ellos inútiles.

Adoro los numerosos momentos absurdos de la serie, de como violan las leyes físicas y pienso en la magia del cine y la animación, de cómo en este mundillo todo es posible y es posible mostrárselo al público, pero pocas veces se hace con tanta gracia.

Primera aparición de un clásico animado, quizás en una incursión novel que apuntaba todas las características de las que haría gala la serie de cortos sobre el Coyote y el Correcaminos, pero que en sí no era el mejor de ellos.

No era fácil lo que planteaba Chuck Jones en una animación basada única y exclusivamente en el humor visual sin diálogos, sin embargo creó a dos personajes icónicos aunque realmente el personaje es el Coyote mientras que el Correcaminos era una especie de objeto burlón e inalcanzable, más una obsesión que una finalidad propiamente dicha.

En "Fast and Furry-ous" hay numerosos gags diferenciados, algunos geniales pero otros que pasan sin pena ni gloria. Entre los grandes clásicos, cuando el Coyote pinta un túnel en la pared para que el Correcaminos choque, sin embargo este lo traspasa como un túnel real y cuando lo intenta el propio Coyote se da de bruces con la realidad (y con la roca sobre la que había dibujado).

También magnífica la persecución en plano cenital entre la cruz de carreteras... sin embargo otros gags resultan más fallidos y no rindiendo a un nivel tan genial como algunos de los mejores trabajos de sus creadores.

Con todo, otro de esos episodios clásicos imprescindibles por ser el inicio de una serie recordada por todos que traspasó lo simplemente televisivo para convertirse en iconos sociales.

118/01(01/05/23) Corto Parteaguas en la Historia catódica y sobre todo de la animación. El 17 de septiembre de 1949 se estrenó el primer capítulo de la Homérica serie Looney Tunes de la Warner de los Iconos ‘El Coyote y el Correcaminos’, siete magníficos minutos que sentaron las bases de la serie que continúa siendo popular y con más capítulos hoy día, 74 años después, pues no han perdido su frescura. Crerados por el animador Chuck Jones para la Warner Brothers, se inspiró para crear a estos personajes en un libro de Mark Twain, titulado Roughin It, (Pasando fatigas en español), en el que Twain denotaba que los coyotes hambrientos podrían cazar un correcaminos. Jones dijo, refiriéndose a sus dos protagonistas, que «el Coyote es mi realidad y Bugs Bunny mi meta». Los dibujos del Coyote y el Correcaminos fueron creados como una parodia de los dibujos tradicionales de «gato y ratón» (como Tom y Jerry), que los percibía como monótonos en la época. La ambientación de la serie en el desierto del sudoeste de Estados Unidos se asemeja a la de la serie de cómics Krazy Kat, de George Herriman. Paul Julian, que trabajaba como pintor de decorados en el equipo de Friz Freleng, se encargaba de poner voz al correcaminos. Este primer episodio está dirigido por Jones y escrito por el guionista fetiche de la saga, Michael Maltese, donde marca a fuego las señas de identidad, tiene el hándicap de ser un humor que mana del slapstick, donde no se habla y todo debe expresarse sin diálogos, por lo que la narración visual es fundamental y ahí este capítulo es sensacional. Con un escenario inmenso en el vasto desierto del medio oeste USA, con tajos vertiginosos, cactus, montañas secas y más. Con una odisea permanente donde las leyes de la física son sorteadas cual mundo paralelo.

Es un eterno bucle donde el Coyote intenta atrapar lo que debe ser su comida mediante todo tipo de métodos, que una y otra vez fracasan por diferentes e imaginativos motivos, y esa es la genialidad de la serie, hacernos desear, cual Sísifo, una y otra vez que triunfe el Coyote, fracasa, se vuelve a levantar y lo vuelve a intentar, y ello desbordando humor negro. Y donde, por supuesto, mis simpatías, y he descubierto, que los de la mayoría van hacia el perdedor Coyote, poseedor (gracias a los animadores) de una expresividad exuberante, que nos hace sentir su perfidia, su ilusión, su dolor y por supuesto su frustración infinita. Además de serme muy arrogante la actitud chulesca del Correcaminos, con ese irritante sonido algo así como ‘Bip, bip!’ (en versión original voz del animador Paul Julian). En estas primera entrega destaca por que los artilugios que le mandan al Coyote (el calzado, la nevera, el traje de superhéroe,…) no son de la mítica marca ACME.

El cortometraje parte mostrando a un veloz correcaminos en el desierto, cuya imagen se congela para mostrar un nombre ficticio en latín, Accelleratii Incredibus. Luego se muestra a un coyote que vigila al ave con unos binoculares, también acompañado por un nombre en latín, Carnivorous Vulgaris. El coyote intenta cazar al correcaminos, pero no puede correr tan rápido como él. Durante el resto de la historia, el depredador intenta diversos métodos para atrapar a su presa. Momentos después, vemos al coyote, que observa al veloz ave con un par de binoculares en lo alto de un acantilado. Se lame los labios y se describe como "Coyote (Carnivorous Vulgaris). Coyote se pone un babero, agarra cuchillo y tenedor, baja la colina a toda velocidad para atrapar al correcaminos. Inmediatamente descubre que no puede correr más rápido que el Correcaminos, por lo que trama una serie de planes inventivos. E irá aumentando la apuesta en 11 mini aventuras más en pos de cazar su ‘sabroso’ botín.

Como en toda serie basada en set pieces, unas son mejores que otras, en esta entrada el tono general es simplemente Antológico, aderezado por un juego cromático fulgente. Creando gags que se han repetido en otros capítulos con algunas diferencias, me refiero por ejemplo a cuando el Coyote pinta un túnel en la pared para que el Correcaminos choque, sin embargo, este lo traspasa como un túnel real y cuando lo intenta el propio Coyote se da de bruces con la realidad (y con la roca sobre la que había dibujado); También un mantra los inventos que fallan (como esas zapatillas motorizadas, o la máquina Rube Goldberg de la mochila nevera [de donde coge la corriente?], que hace nieve mientras Coyote esquía, boomerangs, un cohete, un detonador de bomba, o el traje de super héroe,…); el gag del Coyote lanzado al vacío sin darse cuenta continua levitando, hasta que es consciente de estar sobre la nada y cae; o como la inercia es caprichosa y cuando algo debe caer hacia un lado de modo natural le traiciona al Coyote y cambia en su contra; Las persecuciones en plano cenital sobre carreteras laberínticas, donde los protagonista son dos puntos; Todo para acabar de modo satisfactorio con el tono del capítulo y de lo que vendrá de la serie.