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Parásito

Intriga. Comedia. Drama. Thriller Tanto Gi Taek (Song Kang-ho) como su familia están sin trabajo. Cuando su hijo mayor, Gi Woo (Choi Woo-sik), empieza a dar clases particulares en casa de Park (Lee Seon-gyun), las dos familias, que tienen mucho en común pese a pertenecer a dos mundos totalmente distintos, comienzan una interrelación de resultados imprevisibles. (FILMAFFINITY)
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Críticas 434
Críticas ordenadas por utilidad
24 de agosto de 2019
568 de 626 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues mirad por dónde, así a lo tonto, despacito pero con buena letra, de forma constante pero sin hacer mucho ruido, Bong Joon-ho se está labrando una de las carreras cinematográficas más sólidas del siglo. Desde su debut en el año 2000 ha dirigido siete películas, todas interesantes y algunas realmente buenas. Parasite es su séptimo trabajo, y ha sido el que le ha hecho ganar la Palma de Oro en el Festival de Cannes, siendo el primer director coreano en conseguir dicho galardón.

Parasite, como la mayoría de trabajos de Joon-ho, es una obra en constante metamorfosis, una criatura híbrida de pulso impredecible que muta de forma hipnótica, que es una cosa en una escena y en la siguiente es otra. Es comedia negra, drama familiar, thriller psicológico y comentario social, pero en muy raras ocasiones es todo eso al mismo tiempo. La habilidad de Joon-ho reside en cómo transita los cambios tonales, en cómo enhebra los hilos con la precisión de un reloj suizo. Parasite, como Memories of murder y The host, es una película divertida hasta que deja de serlo, una que, en cuanto ve que te relajas en la comodidad que te proporcionan las convenciones de un género, te agarra con violencia y te lleva a otro, confundiéndote, sorprendiéndote y preguntándote en qué momento ha sucedido la transformación. Y de alguna forma, por una suerte de alquimia a la que solo este director parece tener acceso, la película nunca se tambalea.

Creo que lo mejor es verla sin saber absolutamente nada de ella, que es como la vi yo, así que voy a ser lo más vago posible a la hora de hablar de su historia. Solo diré que, como ya sucedía en Snowpiercer, la lucha de clases y la estratificación social conforman el núcleo temático de Parasite, pero este es, diría, un trabajo mucho más rabioso. El mundo de Parasite está enraizado en el ahora, en la pobreza, en la ambición, la desesperación y las deudas. Para el Sr. Park, hay una línea que no debe cruzarse, y esa línea (representada de forma tan reveladora a golpe de salto de eje) es la esencia de toda la película. El guion está lleno de pequeñas sutilezas que enriquecen a los personajes y los enfrentan constantemente. Joon-ho empatiza con la familia Kim, lamenta sus tribulaciones y celebra sus triunfos, los humaniza pero nunca los encumbra. ¿Cómo podría? Tampoco cae en el error de demonizar a la familia Park. Los Park son ingenuos y amables, pero también clasistas y egocéntricos. Ellos viven en su burbuja.

Song Kang-ho es el actor que más elogios se está llevando, y se entiende, es el actor más veterano y no es la primera gran actuación que nos regala en una película de Bong Joon-ho, pero la verdad es que todo el elenco está fantástico (pocos directores trabajan las dinámicas de grupo tan bien como él). Visualmente, la película también funciona. Destaco el inteligente diseño de la mansión, metálica y acristalada, fría, casi esquelética, y ese inspirado uso del 2.39:1 que le permite explotar con enorme habilidad la profundidad de campo para dar dinamismo a la escena y crear tensión, sobre todo en interiores.

Algo que merece la pena destacar por encima de todo es el uso simbólico de la verticalidad, una manera tremendamente inteligente de distanciar a ambas familias. El director sitúa a la familia Park arriba. Siempre arriba. De camino a la entrevista, vemos a Ki-Woo subir una cuesta de camino a la mansión. Luego, una escalera. Subir significa escalar la pirámide, codearse con la clase alta. Más adelante, el camino inverso. Bajar. Cuánto más bajas, más te acercas al pobre, al desamparado. La familia Kim vive por debajo del nivel del suelo, como bien nos enseña el primer* plano de la pelicula. No son nada. Y qué consecuencias tan diferentes trae la lluvia para unos y para otros.

Para mí, si algo aleja a la película de la categoría de ser una obra maestra incontestable son los últimos diez minutos. En ellos, Joon-ho corre, acelera el desarrollo, recurre a una voz en off innecesaria y, por primera vez en toda la película, peca de impaciente y nos cuenta el desenlace un poco a trompicones. Pero vamos, que estos diez minutos me parecen imperfectos solo en comparación con el resto de la película y ni por asomo echan por tierra todo lo logrado, que es mucho, muchísimo. Parasite está destinada a convertirse en una de las películas del año. Aún no sé si me parece lo mejor que ha hecho Bong Joon-ho (Memories of murder juega en la misma liga), pero es desde luego un trabajo brillante, complejo, lleno de lecturas, sorpresas y giros que funcionan, con interpretaciones notables y mucha calidad visual. De obligado visionado.

Calificación: Imprescindible/Obra maestra
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Dabi
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14 de diciembre de 2019
383 de 537 usuarios han encontrado esta crítica útil
Termina la película. La gente se empieza a levantar de sus butacas. Algunos sonriendo, algunos indiferentes. Se van vaporizando por la puerta de ''exit''. Yo sigo sentado, mirando los créditos, pero por fijar la vista en algo. Ya solo queda una pareja rezagada que, obviamente, también se marcha. Es entonces cuando me levanto en dirección a la salida, y voy bajando las escaleras pensando: ''... pero WHAT THE FUCK acabo d ver''.

A día de hoy, está todo inventado. No existe la creación pura y absoluta. Es decir, la idea de la lucha de clases, pobres y ricos, chabola y chalet, ya se ha tratado en innumerables ocasiones. Ahora bien, lo que te hace diferente es cómo lo enfocas. La genialidad de crear una obra ya no es tanto su idea (que también) si no su perspectiva; qué visión del prisma le vas a dar, y eso es lo que hace aportar frescura.

Por tanto, lo que más me ha gustado de la película ha sido la originalidad de la intención del tratamiento de la idea. Y, ¿por qué digo intención? Porque su desarrollo no está ni por asomo al nivel de su original punto de vista.

Para empezar, cuando llevas apenas 20 minutos, ya tienes que hacer un pacto con la película: creértelo absolutamente todo porque sí. Es inverosímil de campeonato. Las situaciones son difíciles de aceptar que están sucediendo de esa manera y, al menos yo, me sentí incómodo analizando el guion a medida que la veía. De hecho, si haces eso, parece que se están riendo de ti, sin el ''parece''. Por ello, decidí no prestarle demasiada atención y dejarme llevar, pues el primer punto es que no está escrita para que te la tomes en serio; no su idea temática, si no SU GUION, su desarrollo.

Luego, una vez que sacrificas la coherencia para disfrutar el relato, debo decir que la primera mitad me gustó bastante. Era ligera, con buen ritmo, juega de forma excelente con los espacios fragmentados, bien ejecutada técnicamente, por momentos divertida, y te mantiene en su atmósfera.

Tras todo esto (más o menos hasta la mitad), el director te marca un punto de inflexión bastante descarado (en spoilers concreto) y ahí te esperas que va a explotar la bomba, preparándote para final de nudo y desenlace.
Y hasta aquí hemos llegado. Es cuando suceden una serie de acontecimientos que, yo personalmente, estaba flipando fortísimo. Ríete tú de la estantería de Murph en la quinta dimensión de Interstellar.

Ida de olla: es como mejor puedo resumir lo que me pareció la segunda mitad de la película, inclusive su cierre. El ejemplo más cotidiano que se me ocurre sería como cuando te inventas una historia con unos colegas, a cada uno se le ocurren cosas disparatadas, se mezcla todo sin prestar atención al orden, se une, se exporta y se sube a Youtube.

Por favor; una cosa es que yo asuma no tomarme en serio el guion para disfrutarla (que lo hice hasta la mitad) y otra es el sinsentido que sucede en un punto de inflexión donde había material para realizar una historia sólida y contundente.

Me da la sensación de que no sabían cómo cerrarlo todo: muchos personajes muy particulares, una idea macabra y morbosa, un escenario para que suceda todo... y comienza el pollo sin cabeza a correr por las páginas del guion metiéndose en un callejón sin salida. ''¿Y si metemos que ahora suceda esto? ¿Y si después de esto metemos esto? ¡¡Y luego esto!! Sí sí, así.'' Esa es la sensación que tengo. La crítica social, su idea y su brillante enfoque, se deshicieron como algodón dulce en la boca.

Pero oye, que es coreana. Un 8.1
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Martín Castejón
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10 de junio de 2019
227 de 288 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que grande es el cine. Poder estar en una sala, con otras tantas personas, sincronizadas, sintiendo miedo juntos, manteniendo los momentos de tensión con una mano en el pecho juntos, llorando juntos, riendo juntos...
La última película de Bong Joon-ho (por favor, por favor, haz muchas más) transmite todo eso. Y lo hace con una sucesión de giros argumentales que dan tres mil vueltas de campana y sin embargo funcionan a la perfección. Parece casi un milagro. Donde cualquier otro director se escalabraría de forma estrepitosa, este genio coreano mantiene pegado al espectador a la pantalla sosteniendo todo el argumento, hasta sus últimas consecuencias, con una facilidad pasmosa.
Pero no sólo eso, para sostener una trama así hace falta que los actores también estén a la altura. ¡Y vaya si lo están! Del primero al último consiguen convencerte de que las locuras que estás viendo en la pantalla grande son completamente plausibles, y de que la lucha de clases coreana es tan salvaje como en cualquier otra parte del mundo. Y de que si todo esta tan mal, al menos aún nos quedará el cine.
Y no leáis mucho más sobre ella, id al cine lo más vírgenes que podáis. Dejaos arrastrar por el diálogo y las imágenes, que si hay quien dice que es muy larga, a mi se me ha hecho muy corta.
rub92sanchez
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30 de julio de 2019
153 de 180 usuarios han encontrado esta crítica útil
A nadie le pilló por sorpresa que, cuando Bong Joon Ho subió a recoger la Palma de oro al escenario mencionase a Claude Chabrol en su discurso. Parasite bebe del misterio y la intriga del maestro francés. Más que la lucha de clases, el tema que trata la película es la infiltración de clases, la invasión, la colonización. Al igual que Isabelle Huppert y Sandrine Bonnaire dominaban a la familia burguesa de La ceremonia. Al igual que Anna Muglalis se adentraba en los lazos de sangre de la clase alta para horror de la matriarca en Gracias por el chocolate. Tanto en Parasite como en las cintas de Chabrol, cada individuo se acerca lentamente a su objetivo, sea la corona del rey o sea eliminar al peón que supone un peligro. La lucha de clases sólo llega a tener lugar antes de la batalla, calculando cada movimiento. Cuando la tensión explota, el instinto de supervivencia aparece, dejando de lado principios y normas.

Una familia que vive en un sótano del suburbio de Seúl ve la oportunidad de su vida: tras hacerse pasar por profesor de inglés, un joven infiltrará a toda su familia en una lujosa mansión, sustituyendo a los empleados uno a uno.

A nadie pilló por sorpresa, tampoco, que Bong Joon Ho volviera a dar una clase magistral de dirección, manejando la cámara y el ritmo como nadie. Pero es que en Parasite logra captar unas acrobacias formidables girando la cámara en interiores. Dentro de la mansión, los actores se esconden en las esquinas, la cámara atraviesa habitaciones y pivotea para enfocar el espacio tras las paredes, revelando al espectador las intenciones de cada personaje. Una coreografía salvaje a ritmo frenético que aumenta la tensión y el miedo a que los infiltrados sean descubiertos. Mención especial merece la estantería de la cocina, iluminada, con la escalera del sótano justo enmedio: un rectángulo de oscuridad del que puede salir cualquier cosa.

La crítica social de una Corea en la que la desigualdad entre clases se dispara parece ser el mantra de sus productos exportados a festivales. Ya el año pasado Burning causó sensación desde un punto de vista distinto, mucho más austero y reposado. Train to Busan hizo hincapié en el tema a través del género de zombis y el propio Bong Joon Ho sorprendió con su adaptación de Snowpiercer cinco años antes, por poner un par de ejemplos. El cine coreano, tanto de autor como el comercial, parece gozar de un compromiso social y político, envidia, o no, he ahí el problema, del resto de industrias internacionales, mucho más comedidas al respecto.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
harryhausenn
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10 de noviembre de 2019
143 de 185 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me atrevería a decir que gran parte de las buenas críticas que han venido recibiendo estos “Parásitos” de Bong Joon-ho, se debe más a la originalidad de la propuesta que no a la calidad intrínseca de la película. En unos tiempos en los que cuesta cada vez más encontrar en la cartelera historias que no suenen a ya contadas, toparse con un relato como el que nos ofrece el director surcoreano es un aliento de aire fresco y la evidencia que en el mundo del cine todavía quedan buenas historias por contar. Y a fe que estamos ante una de ellas. Joon-ho, retrata la lucha de clases, o la sempiterna guerra de los pobres contra los ricos, colocando, cual caballo de Troya, a la humilde familia Kim invadiendo el terreno enemigo, a la manera, como bien apunta uno de los personajes, de la cucarachas que corren a esconderse en cuanto se enciende la luz. Lo hace con el tono amable, casi cómico, de las películas de estafadores, para entrar más tarde en los terrenos del thriller y acabar desembocando en las aguas del drama familiar. Y es ahí donde encontramos lo mejor del film. Joon-ho se muestra certero a la hora de mezclar los géneros sin que la narración se resienta por ello, encajando perfectamente las piezas que le llevan de uno a otro, consiguiendo de esta manera que el espectador asista con estupefacción a una historia que nunca adivina por donde va a salir. Hay que decir, no obstante, que el guión, en algunos momentos, ha de forzar las situaciones para que todo fluya, reclamando la indulgencia de la platea para seguir participando del juego propuesto por Bong Joon-ho. Sin embargo, nadie puede negar la fuerza de una historia y la contundencia de unas imágenes que llegar a congelar algo más que las sonrisas.

Lo mejor: la habilidad para transitar por distintos géneros.

Lo peor: por momentos la narración resulta demasiado forzada.
AMQE
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