Dramarama

Recuerda tanto -esta pequeña y bonita sorpresa del cine indie norteamericano de este inminentemente concluido año- a la mítica película ochentera de John Hughes aludida en el título de esta crítica, que no cabe más que pensar que no puede ser casualidad, y que su primerizo pero sensible autor la ha tenido bien presente a la hora de escribir su debut y dirigir a esos... cinco (sí, también) jóvenes y talentosos intérpretes.

La diferencia principal con la obra de Hughes, una de las películas más inspiradas y frescas sobre la adolescencia que se hicieron en una década donde no faltó precisamente cine de temática "teen", es que en aquella los cinco chavales protagonistas se quedaban encerrados una noche en su instituto, y en la presente (ambientada una década después, en los 90), han quedado para celebrar una fiesta de disfraces -victorianos- que también será luego "de pijamas".

Pero en ambas sus autores demuestran gran sensibilidad, mucha frescura y capacidad de observación (inspirada más que probablemente en vivencias propias), al tratar los anhelos, dudas, problemas, ilusiones, miedos, frustraciones, alegrías, complejos... inherentes a esa etapa vital conocida como adolescencia, tan especial y (auto)conflictiva.

Y como además los personajes de este entrañable 'Dramarama' son aspirantes a actores, otro de sus alicientes es las múltiples referencias a películas de los primeros años 90. El tiempo en que yo empezaba a salir a verlas, mira tú, en mis primeras quedadas con amigos.