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Britannia Hospital

Drama Mick Travis (Malcolm McDowell) es un periodista que comienza un documental sobre un hospital. (FILMAFFINITY)
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
28 de enero de 2010
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Final de la trilogía de Mick Travis. Y otra descarga de mala baba y insania por parte de Lindsay Anderson. Superar "O Lucky Man!" era imposible, así que la forma lógica de seguir la historia es haciendo una auténtica gamberrada. Como Godard en Week-End pero mucho más divertido: mezclando crítica social anti-capitalista, ciencia ficción a lo cronenberg, y otra vez el humor inglés más absurdo: a toneladas... incluyendo al mismísimo Luke Skywalker completamente colocado y decapitaciones en plan serie Z, pero todo con un trasfondo realmente crítico. Crítico con la sociedad y también se puede ver como una metáfora del mundo del cine. Que un tipo supuestamente respetado, con películas muy bien consideradas por la crítica, tenga lo que hay que tener para parir semejante locura a mi me parece digno de alabar.

Mick Travis no deja de ser un maniquí para que Anderson haga su estudio sobre la Inglaterra en cada momento:If... la de los 60, O Lucky Man la de los 70 y Britannia Hospital la de los 80. Y ahí acierta de lleno.

Así que vuelvo a ponerle el pulgar hacia arriba a Anderson, aún consciente de que baja enteros respecto a "O Lucky Man" y que es muy probable que se cometa el error de juzgar a esta película desde una perspectiva incorrecta y sin ver las anteriores.
Tago Mago
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4 de marzo de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un poco de comedia británica muy al estilo de los Monty Python's. Tengo que decir que a la película le cuesta arrancar, tiene un inicio donde se presentan muchas cosas y cuesta agarrarle sentido a la trama, sin embargo con el pasar del metraje mejora mucho, para tener una segunda hora bastante excelsa.

Lo del documental que se menciona en la sinopsis es una parte minúscula del film, pensaba ver a McDowell robándose el show, sin embargo esto no sucede hasta ya avanzados los minutos. Esto porque paralelamente se presentan algunas otras situaciones que no tienen mucho que ver con el mencionado documental.

Por ejemplo, en el hospital se encuentran un grupo de pacientes privilegiados, lo que hace que haya un grupo de manifestantes que busquen igualdad de privilegios, a su vez hay un doctor con un experimento bastante loco entre manos, existen diferencias con los sindicatos e ineficiencia en los servicios médicos.

Todo esto se combina con la visita de la Reina Isabel ese mismo día, lo que hace que una comitiva sea enviada para ver cómo está la situación en el hospital. En síntesis tenemos una enorme sátira presentada por momentos casi como una fábula con grandes ocurrencias.

En general un film lleno de momentos apoteósicos y descabellados, bastante graciosa y agradable. Con un hermoso discurso antiimperialista en los minutos finales, prácticamente un llamado de atención a la humanidad, buena película.
10P24H
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25 de junio de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Definitivamente, Britannia Hospital es una de las películas más demenciales de los últimos tiempos. Esa mezcla entre el típico humor inglés y la sátira social más macabra, junto con unas importantes dosis de gore, le otorgan a esta pieza un estilo verdaderamente original. Algunas escenas casi surrealistas sintetizan perfectamente este filme de Lindsay Anderson, un director de origen indio que basó gran parte de su obra a satirizar una sociedad que le disgustaba y que era confeso admirador de John Ford y Buñuel.

Britannia Hospital podría englobarse dentro de una especie de trilogía que dirigió Lindsay Anderson con una clara denuncia al sistema. En 1968 había realizado ”If”, en la que arremetía contra el sistema de educación y la violencia juvenil y en 1973 rodaría ”Oh Lucky Man”, un musical surrealista, adaptación libre de “Cándido” de Voltaire, que criticaba el capitalismo. La tercera parte del tríptico seria la que comento aquí, “Britannia Hospital”, en 1982, filme que ataca claramente al sistema sanitario y a las fuerzas policiales. A parte de este nexo común de denuncia, las tres películas coinciden en el reparto con Malcom McDowell, que según como se mire puede tratarse hasta del mismo personaje, desde sus inicios estudiantiles en “If,” pasando por la forma en que se convierte en actor en “Oh Lucky Man”, hasta su trabajo de reportero en “Britannia Hospital”. De todas formas las tres películas pueden verse de forma aislada ya que argumentalmente no tienen nada que ver.

Es interesante ver como se llevan varios hilos argumentales a la vez, que en un principio no parecen tener mucha relación. Por una parte tenemos los preparativos que se llevan a cabo para recibir a la reina y las discusiones que se tiene con el personal en huelga por no querer preparar el banquete. Luego está todo el tema de manifestaciones en contra de los internos privados. Tenemos también el periodista, que gracias a una trabajadora del hospital con quien tiene una relación, consigue entrar con una cámara oculta. Por último está la parte de temática más fantástica o de terror en la que el profesor Millar juega a ser el doctor Frankenstein experimentando con partes de cadáveres para llevar a cabo su creación, lo que el llama “el Génesis”, el nacimiento, el ser supremo. Todas esas situaciones acabaran por relacionarse y asistiremos a un sorprendente final plagado de situaciones realmente desternillantes.

“Britannia Hospital” es un filme extraño, todo hay que decirlo, revestido con un humor que puede llegar a irritar si uno no es plenamente consciente de lo que está viendo. En ningún momento busca la carcajada fácil sino hacer reflexionar al espectador, pero de alguna forma puede que a veces se abuse de cierto carácter del humor muy local, algo que visto desde fuera de la cultura del Reino Unido puede resultar a veces algo forzado.


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Iveldie
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26 de setiembre de 2023
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Los aires revolucionarios, alternativos, de ruptura social, lisérgicos y psicotrópicos de cierto tipo de cine de los años 70 lograron llegar a los primeros años de la década de los 80 con ejemplos tan peculiares como “Britannia Hospital”, la última película que Lindsay Anderson rueda en Inglaterra, donde termina proscrito por su irreverencia iracunda contra el sistema y contra todos. El tiempo parece haberle pasado factura, pero no deja de ser una experiencia antropológica su visionado, el cual también conduce indefectiblemente a la desilusión.

En esta cinta de 1982 no deja títere con cabeza: desde los sindicatos hasta la Reina y la absurda parafernalia prehistórica de la Corona, pasando por la salvaje privatización de la sanidad perpetrada por el cruel liberalismo ochentero, las diferencias de clase y la ira de un proletariado desesperado por las condiciones de vida a las que tiene que enfrentarse, encuentran una interesante metáfora en el hospital en el que se desarrolla la trama.

Y hasta ahí las señas de identidad de Anderson son perfectamente reconocibles. Cuando realmente me sorprende y me deja fuera de juego (en un sentido no precisamente positivo) es cuando decide homenajear al muy cuestionable cine de la Hammer y se adentra en un Frankenstein gore-cutre de borbotones de sangre disparados hacia todas partes que un cinéfilo no preparado como yo nunca se esperaría en mitad de una película de Lindsay Anderson.

La chillona fotografía propia de su cine comparece de la mano de Mike Fash, así como la necesaria música de Alan Price, que acompañan al elenco actoral habitual del cineasta, Malcolm McDowell incluido volviendo a encarnar a un personaje llamado Mick Travis de nuevo (como ya ocurrieran en las anteriores “If.…” y “Un hombre de suerte”, con las que “Britannia Hospital” conforma una trilogía más o menos confesa).

De nuevo el humor corrosivo y ácido, muchas veces estrambótico y excesivo, invade la pantalla conforme el caos anárquico y anarquista la va conquistando. El exceso es el mundo en el que el cineasta británico gusta de retozar y esta película le debió ser gozosamente atractiva para ello.

Más allá de su interesante lectura política, a mí me deja un tanto indiferente porque no conecto con su propuesta desordenada y caótica que recurre a un humor de tintes surrealistas y absurdos que me sobrepasa. Intensito que es uno.
Sergio Berbel
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