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El destripador de Londres

Terror. Intriga. Thriller Un detective de Nueva York acude a Londres para ayudar a su amigo el inspector O'Neill, de Scotland Yard, en la caza de Jack el Destripador. Al mismo tiempo, se enamora de la hermosa Anne Ford, una mujer adelantada a su época... (FILMAFFINITY)
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
7 de agosto de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película que recrea la supuesta carrera y motivaciones de Jack el Destripador, el célebre monstruo de Londres (por lo menos donde actuó), quien quitó la vida, según la mayoría de los estudiosos, a cinco prostitutas y, como lo sugiere su apodo, mutiló sus entrañas. Como es natural, la filmación toma partido por una de las teorías en boga pero, adelantar cuál de ellas es equivaldría necesariamente a dar una pista demasiado firme de quién es el personaje identificado por la película y restarle ampliamente suspenso. Por lo tanto, me limitaré a hacer apreciaciones de carácter artístico. Se recrea la vida del Londres neblinoso de 1888, el otoño. Se agrega como condimento novelesco la presencia de un detective norteamericano interesado en el caso, la reacción asustada de la población y algunos intentos de linchamiento de sospechosos. Las actuaciones son razonables y los momentos de suspenso son logrados, con la actuación del asesino siempre de espaldas -sus víctimas son mujeres no necesariamente prostitutas- impidiendo su precisión y el recurso de generar sospechosos alternativos para aumentar indudablemente el efecto sorpresa. No siempre mantiene el mismo nivel de interés, y creo que lo más razonable sería asignarle un 6,8..
elneon
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19 de diciembre de 2019
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante y finalmente convincente variación del tristemente célebre (y real) Jack el Destripador.
Se aparta de las tesis de muchas de las pelis con el sudodicho personaje pues todo es una invención del buen guionista Jimmy Sangster (que colaboró bastante con la Hammer), adaptando una historia de Peter Hammond y Colin Craig.
Los realizadores son los mayormente productores Robert S. Baker y Monty Berman y consiguen un producto eficaz, que no llega a la hora y media ni falta que les hace, para lograr que sea en todo momento muy entretenida.
Y es que el ritmo es ágil, los diálogos certeros y las situaciones consiguen azorar e inquietar, no en vano quizás hasta podamos vernos en el espejo cuando contemplamos a la turbe llena de odio e ira querer tomarse la justicia por su mano, ante la falta de logros de la Policía.
Amén de las buenas interpretaciones de un elenco no muy llamativo ni conocido, pero siempre creíbles en sus respectivos papeles.
Y como suele suceder en el cine inglés, muy buena ambientación.
En resumidas cuentas, que sí que parece que es modesta en cuanto a producción propiamente dicha, pero tiene muchas virtudes que hacen que guste bastante.
Eso sí, los puristas sobre Jack el Destripador pensarán que no hay que tenerla en cuenta puesto que la resolución final es muy distinta de lo acostumbrado, pero la verdad es que todo casa y se acepta sin ningún problema, entre otras cosas porque históricamente no se sabe quién fue realmente (bueno, igual la policía de la época lo supo alguna vez, pero nunca salió a la luz...).

https://filmsencajatonta.blogspot.com
Constancio
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4 de mayo de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
De nuevo la niebla de Londres se cierne sobre las callejuelas de Whitechapel, ese lugar donde las sombras cobran vida y los vivos encuentran la muerte por el filo de un escalpelo.
Original propuesta sobre el famoso asesino que quedó en los archivos policiales como asunto pendiente de resolución.
Los directores ofrecen una perspectiva interesante desde el punto de vista argumental y, en general, orientan la película hacia un planteamiento interesante.
Mantienen la intriga de una forma sencilla y el desarrollo de la acción se atiene a los principios de congruencia, de narrativa lineal y de sencillez expositiva.
Aunque algunos flecos sueltos le restan parte de su indudable atractivo.
ABSENTA
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6 de mayo de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Producción británica de serie B no estrenada en cines en España, filmada en su práctica totalidad en decorados y que supone el segundo de los cinco títulos dirigidos por el tándem que formaron Robert S. Baker y el habitualmente dedicado a labores de dirección de fotografía, Monty Berman.

Tiene un arranque al más puro estilo publicitario que acostumbraba William Castle.

Cuenta como punto más álgido con una fenomenal fotografía en blanco y negro, que saca el máximo provecho a la ambientación predominantemente nocturna en la que transcurre gran parte de la trama, en un Londres neblinoso de finales del siglo XIX muy bien recreado.

El grado de psicosis colectiva que azota a la población es plasmado con acierto durante los intentos de linchamiento de algunos de los sospechosos, desfilando una galería de personajes de las clases "bajas" que quedan perfectamente retratados, valiéndose para ello de unos primeros planos que reflejan el pavor que sienten.

Otro aspecto de especial relevancia es la planificación de las escenas en las que interviene "El destripador", de modo que su identidad no pueda ser revelada, para lo cual se nos muestra de forma parcial (habitualmente la mitad inferior de su cuerpo o bien de espaldas) y cuando aparece frontalmente, es mediante una precisa iluminación como se consigue mantener en secreto.

Las secuencias de todos los crímenes están rodadas a base de planos inclinados y contrapicados, -enfatizando así la locura del asesino y la vulnerabilidad de sus víctimas-, salvo precisamente la de la única de estas muertes que acontece de forma no premeditada; asimismo conservan todo el pudor, al dejar fuera de campo los momentos de los apuñalamientos, destacando el juego de sombras de estética expresionista con el que contemplamos, de forma indirecta, el segundo de los asesinatos.

En el tramo final se consiguen unas elevadas cotas de tensión narrativa, tanto en la persecución a la que se ve sometida Anne Ford, como durante la huída y azarosa suerte que corre "Jack", deviniendo el conjunto en una propuesta, si bien no merecedora de la aureola de película de culto de la que goza, pero sí cuando menos interesante.
burrito
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20 de noviembre de 2017
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Era una sombra en la pared, unos pasos que se escuchaban en la lejanía, y unas manos surgidas de una brecha entre el mundo real y el Infierno.
Esas manos que extrajeron el riñón de Catherine Eddowes, abrieron el abdomen de Annie Chapman y removieron el útero, el corazón y los pechos de Mary Kelly...

Sigue siendo el asesino en serie más famoso, amén del más aterrador, por lo menos dentro la cultura popular británica, y mayor estremecimiento provoca a sabiendas de que nunca fue capturado, dándole pie a seguir con sus terribles "aficiones" en otro lugar y con otras víctimas. Este inmigrante supuestamente marinero alimenta leyendas y mitos del folklore a cada cual más tenebroso, ha compartido en la literatura protagonismo con otros personajes ingleses célebres, como el mismísimo Holmes, y por tanto ha sido recreado en el cine desde los tiempos del mudo.
Al término de los '50, Robert Baker y Nestor Berman, productores de numerosas funciones y fundadores de Tempean Films, donde convivieron géneros muy dispares, toman de base un artículo (luego novela) del periodista australiano Leonard Matters, muy alejado de las ideas de Marie Lowndes, proponiendo al criminal como un inteligente y vengativo cirujano que actuaba por venganza; lo curioso es la seriedad de estas conjeturas imaginadas, que no tardaron en ser duramente criticadas por expertos dedicados a las investigaciones. Lejos de la conexión con los hechos reales, es admirable la dedicación que emplean Baker y Berman encargándose de la dirección y la fotografía en esta curiosa producción de presupuesto limitado.

Un anuncio pone al espectador sobre aviso, al estilo Castle; todo este inicio merece admiración, al menos por parte del fan del terror clásico. Los anteriores y el director artístico Will Kellner modelan una puesta en escena eficaz, donde se nos arrastra a las tripas de ese Londres victoriano envuelto en oscuridad y niebla perpetua, un espacio húmedo que respira opresión e inspira tensión, el mismo cuidado para las atmósferas de Ulmer, Fisher y W. Neill, donde los directores van más allá de la apertura de "El Enemigo de las Rubias" (aquel primer plano de la mujer estrangulada se abre, aparece un cuchillo que apuñala el estómago, ángulos inclinados, distorsiones y claroscuros).
Las formas y la inventiva del expresionismo alemán al servicio de un "exploitation" de muy digna clase, así empieza esta versión "alternativa" de las andanzas del sádico monstruo, cuyos puntos de mayor interés será el diseño de producción y el aspecto puramente visual; es el gusto por el detalle del trío Baker/Berman/Kellner el que transmite al espectador los olores y sonidos del East End de la época y sobre todo esa comunidad mugrienta de Whitechapel formada por inmigrantes y gente de la clase más baja, un hervidero donde se arremolinan los bajos instintos morales, la insatisfacción, la pobreza y el miedo, y ahora en su punto de ebullición debido a la ola de violencia y la incompetencia policial.

Los directores lanzan una mirada ácida a esta sociedad, despojan cada rincón de esperanza, lo cubren en podredumbre y a nadie conceden el beneficio del perdón. Las palabras de Anne con respecto a que es la importancia de clases lo que determina la acción de la justicia exponen el pesimismo general imperante; mientras los burgueses utilizan la noche para desatar sus perversiones, los humildes trabajadores se unen en grupos de justicieros y aplican crueles castigos sin preguntar. Las mujeres, aquí bastante victimizadas, caen bajo las agresiones y las mutilaciones.
Punto y aparte es cómo James Sangster, habitual del género de terror y miembro de la Hammer, desarrolla la trama, cuya incoherencia tiembla desde sus primeros pasos; tenemos un buen mosaico de secundarios, definidos según el estrato social que ocupan pero ricos en carácteres, ellos insuflan vida e interés a los acontecimientos y los escenarios. Los protagonistas se mueven principalmente entre la comisaría y la morgue, con el adusto inspector O'Neill, representación de las tensiones que soporta el cuerpo de policía, y el forense Rogers a la cabeza (duelo de talento entre Edward Byrne y Ewen Solon).

La inclusión de un policía norteamericano (Lee Patterson) es un efecto extraño, sin justificación, una imbecilidad anacrónica (el pésimo "look" "presleyano" de 1.958 y no 1.888) que no tiene cabida en el escenario victoriano de tinieblas y mugre que perfilan Baker y Berman, y que además acapara un leve romance junto a Anne. Además de esto las maniobras del guión no parecen ir a ningún sitio; mientras la investigación se estanca, la muchedumbre ocupa algunos instantes de violencia civil tan remarcables como fútiles.
Lo mejor es mantener la confusión sobre la identidad del asesino utilizando a los forenses de sospechosos, eso sí que es un acierto. Desde luego interesó al mitad distribuidor, mitad trilero Joseph Levine, quien se gastó una fortuna en adquirir los derechos de la película y hacerla circular en EE.UU. como si del fenómeno de terror del año se tratase, empleando además el montaje sin la censura británica, bastante severa debido a las inusuales cotas de violencia (atención a las terribles escenas climáticas) y erotismo que se presentan.

Tan inusual que podríamos afirmar que la humilde obra de Baker y Berman, con sus fallos, es un acertado preámbulo del tipo de cine de terror/suspense que explotará en la siguiente década, marcado en Inglaterra sobre todo gracias a la casa Hammer, de cuyas entrañas parece haber salido ésta...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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