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El niño de Mâcon

Drama A partir de la representación de una pieza religiosa en un teatro de la ciudad de Macon, donde hay una especie de epidemia de esterilidad, durante 1650, una joven explota a su hermano pequeño a través de las donaciones que recibe. (FILMAFFINITY)
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Críticas 10
Críticas ordenadas por utilidad
20 de mayo de 2009
24 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde su primera escena, Greenaway sienta las bases de lo que va a ser su película: un ángel tarado se columpia desde un andamio suspendido en el cielo mientras con su asqueroso, obsceno tartamudeo próximo a la arcada, nos advierte a hombres y mujeres que dejemos de divertirnos en la cama. Lo burdo del maquillaje y el atrezzo nos anticipa que lo que vamos a ver a continuación es una obra teatral de contornos indefinidos; lo elevado de su posición nos indica que será un auto sacramental, de temática religiosa; su tartamudeo y aparente debilidad nos habla de un Cielo moribundo, una época en la que los iconos divinos son creados con la misma facilidad con que son destruidos, y todo por no ser más que meros espejos de la condición humana; por último, la forma en que mete y saca esa convulsa lengua de su boca nos remite al sexo más sucio y a la pura depravación, temática que se mezclará con la religión en un cochino acto sexual durante y a través de toda la cinta, para darnos a entender que estamos ante un retablo de las más bajas perversiones humanas. Greenaway nos cuenta la misma película de siempre, pero esta vez está lo suficientemente cerca del cocinero y el ladrón que es capaz de cocinar una obra cuanto menos exquisita. Los actores de tamaña representación teatral se mezclan con los espectadores que asisten a la función en una amalgama de personajes que bullen por el teatro de la vida, que no es sino la representación de este mundo, unos siglos antes, en el que todos deseamos tener un papel digno de consideración.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
lyncheano
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23 de julio de 2010
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Analogía cristiana donde realidad y ficción se confunden entre las candilejas. Es en este trabajo, donde mejor podemos apreciar la influencia del Barroco (momento en la historia donde la Iglesia debía de luchar contra las ideas vertidas durante el Renacimiento) en toda la obra de Greenaway.

Partiendo de la Natividad de Jesús, Greenaway realiza un barrido por la historia y el presente de la fe religiosa y/o pagana: madre virgen, adoración, muerte y en una de las últimas y mejores secuencias queda representada la eucaristía cristina:

<<Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: Tomad, comed, éste es mi cuerpo.
Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: Bebed de ella todos,
porque ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para perdón de los pecados.>>

(Mateo 26:26-28)

Matizo al hablar de la fe pagana puesto que la religión católica es una suma de las creencias de otras religiones y supersticiones paganas de cientos de culturas. Las reliquias son quizá, lo más cercano que está la religión del paganismo y por ello, Greenaway abunda en ello (la misma fe y miedo, despiertan la máscara de la tribu zulú que un trozo de sábana Santa).

“El niño de Mâcon” es la representación de la vida: de sus miserias, sus miedos, sus falsas creencias y los profetas del momento. El director no quiere perder la oportunidad de, al mismo tiempo que juzga con dureza a la Iglesia, ridiculizar a la aristocracia de la época. Es repetitiva hasta la extenuación, pero no existe vida sin déjà vu, ni religión sin repetición.

Greenaway descoloca ocultando verdades, manipulando las barreras para que bambalinas y palcos se mezclen, o para que el público (nosotros) dejemos de ser público (como ocurre en la obra). Entonces... ¿a quiénes saludan los actores cuando dejan atrás el decorado?

Pero... ¿quedó atrás el escenario?
Chagolate con churros
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24 de febrero de 2009
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
dos palabras definen esta extraña obra:

1. Fascinante
2. Enferma

Ingredientes básicos del cine de Greenaway
Y no hay más que decir, sólo ver, sentir, y en ocasiones, delirar
daphnia
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21 de febrero de 2007
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sofocado lienzo de la sociedad del siglo XVII, El niño de Mâcon se distingue como una de las propuestas más heterodoxas del cineasta británico Peter Greenaway. Se trata de un viaje a lo irreal, a través de la maravillosa fotografía de Sacha Vierny, que sumerge al espectador en una atmósfera enfermiza, dominada por la ensoñación, por la subjetividad de la acción narrativa. Greenaway denuncia la opresiva influencia del poder económico, en pos de la perpetuación de su dominio sobre los ámbitos más afines a las masas, es decir, la cultura, el entretenimiento. La ambigüedad de sus preceptos incide en la ideología del pueblo llano, seducido ante la más absurda de las nimiedades; esta vez, un niño que obra milagros moviliza a la sociedad en pos de una previsión esperanzada del futuro, generalmente abocada al olvido. El montaje de una obra teatral, cuyo protagonismo lo ostenta una magnífica Julia Ormond, funciona a modo de transcripción de lo imaginario; los lazos que lo vinculan con lo cotidiano se construyen a base de equívocos, público y actores se interrelacionan y dirigen la función hacia derroteros trágicamente amargos. Es decir, como la vida misma, como los sueños que no se cumplen.
Solal
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3 de febrero de 2007
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me parece una extraña y atractiva propuesta la que nos hace Greenaway, me llama mucho la atención el montaje de tipo teatral donde da la apariencia de que los mismos actores no distinguen ni siquiera ellos mismos los límites de la obra cuando se roza la ficción
La película se nutre de factores técnicos bien elaborados que ayudan en su "digestión" al espectador, como el manejo adecuado de las cámaras y un diseño de vestuario fascinante, el guión me parece por momentos repulsivo y creo que en ello radica su virtud ya que como bien decían en otra crítica no deja indiferente a nadie.
Ralph Fiennes ofrece una buena interpretación, aunque me hubiera gustado verlo unos minutos más; Julia Ordmond por otro lado hace un trabajo más que correcto y sí me parece verosímil su apariencia de virgen cínica y mentirosa.

Memorable la escena donde subastan los fluidos del niño santo, de las que más me han gustado en esta película.
bruce_dickinson
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