Kotonoha no Niwa es la primera película que veo de Makoto Shinkai, a pesar de que es un director con una trayectoria reconocida. No puedo hablar en conjunto del trabajo de este director, pero si debo decir que esta película fue una agradable sorpresa.

El argumento no es difícil de seguir, es una historia simple mas no simplona, que se sabe desarrollar en 45 minutos. Gira en torno a dos personajes que por azares de la vida o una casualidad, terminan encontrandose y conociéndose en un kiosco de parque durante los días de lluvia. El desarrollo de los personajes es muy interesante, poniendo como fondo de la historia ese momento de la vida en el que cada cual está buscando su camino, y claro, tiene su toque de romance. Es una historia correcta dirigida de forma correcta.

Visualmente la película es impecable, de una gran riqueza en el detalle y la construcción – recreación de escenarios, hace un buen rato que no encontraba este tipo de trabajo en animación. Y de la animación, puedo decir que es de las mejores y de las que más me han gustado, como decirlo, tiene una mezcla entre animación clásica y 3D, esto se nota en la composición de los escenarios con la lluvia (casi parece agua de verdad). La música está bien puesta, ameniza lo que se está viendo.

Para finalizar, esta es una película con todos los ingredientes para pasar un gran rato, no es pretenciosa, es exacta y certera y además complace los sentidos.

Generalmente cuando se tiene el horror en frente, es cuando el individuo despierta y pesa sus opciones: Ser parte del horror o hacer lo que se pueda para negar el mismo. El mayor horror, casi sin duda, es el de la guerra, no sólo por lo que es en sí misma, sino también por lo que acarrea en la espiral del delirio de poder y la sed de sangre. En este contexto, aún se encuentran historias que dignifican esa frágil condición humana. La historia de John Rabe, es una invitación a creer y a tener fe en el género humano, que no siempre es indiferente con sus semejantes.

Algunos pensarán que es una historia más de guerra, una película más de la masacre de Nankín. Cada película tiene en su virtud la forma en que es contada y por lo tanto, la manera que le llega al público. De esta manera, no es repetitiva, pues en esta se sigue a John Rabe, su papel en la conformación de una zona de seguridad para los civiles, pero también a John Rabe como el personaje. Nazi, presidente de Siemens en China, europeo, alemán, “civilizado”, colono, que puede compartir una bebida con un medico inglés y al mismo tiempo ingenuo. No se ocultaron sus defectos y no se maximizaron sus virtudes. Fue una persona, que con el apoyo de otros 21 extranjeros hicieron lo que pudieron para que la tragedia no fuera mayor. Y este es lo que hace que esta película no se pierda como una más, sino que mueve y conmueve el corazón, sin dejarse llevar por el sensacionalismo o caer en la trampa del heroísmo, y que mantiene la calidad histórica. Es una película honesta.

No puedo juzgar a “Escobar el patrón del mal” como adaptación del libro “la parábola de Pablo”, pues no lo he leído y como documento histórico el autor no me genera la suficiente credibilidad. Por otro lado, si se tiene en cuenta que en la realización están Juana Uribe (sobrina de Luis Carlos Galán) y Camilo Cano (hijo de Don Guillermo Cano), pues el asunto se deja ver mejor. A la luz de la historia oficial (en construcción y deconstrucción), Caracol TV decidió jugársela por la adaptación “libre” del documento ya citado, que no contiene la verdad absoluta ni toda la verdad. Pero parece que los colombianos no somos tan desmemoriados y aún podemos atar cabos. Recordar a Santofi… perdón Santorini y su papel en la política nacional, a Virginia… Regina Parejo entre otros. Nos quedo memoria para pensar y decir: “¿Escobar no estaba de suplente en la Cámara de Representantes?”
Esta serie tiene dos dimensiones: su trabajo técnico y actoral, y su propuesta histórica. La segunda es la que causa mayor controversia, pues si bien es cierto que es difícil condensar, representar, los hechos que envolvieron al país y a Escobar entre la década de 1970 y los primeros años de la década de 1990, nos dejo a algunos o a muchos con la sensación de que no se respeto la rigurosidad histórica, rigurosidad necesaria que no se debía enmarcar en eso de la “libre” adaptación. ¡Que se cambiaron los nombres de algunos personajes!... pues a la larga eso no fue tan grave. Uno si podía seguir al presidente de turno, al ex-presidente tal…al artista de la fiesta, uno que otro ministro que hacia su aparición…identificar a los políticos que recibieron platica de Escobar…Eso lo pudimos hacer los colombianos, atar esos cabos. Al ver la serie, me descubrí poniendo nombres no a los políticos, sino los alias de muchos mafiosos, recordé esa propaganda de “también caerán”, entonces “Peluche” era “Osito”, “Candonga” era “El Arete”… Si… La serie tiene sus imprecisiones, pero también nos hizo reflexionar, recordar y cada uno tiene con que completar esta historia. No sé a qué edad uno tiene conciencia de su entorno, yo puedo decir que a los cinco ya sabía de Escobar y sus bombas y que antes del noticiero de las 7 de la noche pasaban la dichosa propaganda de recompensa. La serie le falto ser más atrevida… si… pero aún con esa tibieza varios quedan embarrados, no están todos los que son ni son todos los que están. Esta serie fue un buen intento para empezar a hacer la reflexión nacional 19 años después de la muerte de Escobar y levantar algunas ampollas.
En cuanto a la producción, pues fue impecable. Los actores realmente eran actores y actrices (no modelos bonitos jugando a ser actores y actrices). Andrés Parra impecable brilla con luz propia, es como ver y oír a Escobar. Fue grato volver a ver a Vicky Hernández, Christian Tappan fue también muy bueno como el “primo Gonzalo” y Cecilia Navia me conmovió. La lista es realmente extensa, porque no hay nadie que haya estado fuera de lugar, todos los actores por más pequeño que fuera el papel lo interpretaron a la perfección.
En fin, el único pero que tuvo fue el final… claro murió Pablo Escobar, pero si la serie se había caracterizado por mezclar imágenes de archivo con las propias de producción, mostrar las reacciones del país ante los asesinatos, los bombazos, pues se quedo corta en mostrar al país en ese momento, por un sujeto que apasionó y apasiona al país, por un sujeto que tenía la capacidad enorme para amar a su familia, y al mismo tiempo la capacidad de una maldad infinita.

En las películas de género bélico, usualmente hay un mensaje. Unas veces de critica a la guerra, otras veces se retrata su crudeza, otras describen un momento en la vida, otras son autocriticas y otras tratan de mostrar ambas caras de la moneda: “vencedores y vencidos”.
Desafortunadamente, Vals con Bashir no me suscitó ninguna de las anteriores. Sólo me dejó la sensación de decepción. No cumplió mis expectativas en cuanto la historia, la animación tampoco es del otro mundo pero no puedo decir que es mala del todo y tiene algunas escenas interesantes, nada más. En este punto, no conocía nada acerca de la Guerra del Líbano de 1982, ni mucho menos sobre la masacre de Sabra y Chatila. Pensé que había pasado algo por alto por desconocer el contexto de la película y ¡oh sorpresa! No fue así. Después de informarme, al sentimiento de decepción se le aunó el de manipulación.
Si se lee la sinopsis, la película pinta para algo más que un “descubrimiento personal”, parecía la denuncia sobre un hecho, y lo que en verdad deja es un mensaje maniqueo, que excusa a su país, Israel por su omisión y posible instigación de esta masacre y el propio director y protagonista se lava las manos en este asunto, sumándole escenas – recuerdos, que a la larga ni siquiera eso fueron, pues él nunca estuvo allí. ¿Acaso no es muy conveniente esta posición? ¿Era muy problemático hacer un esfuerzo y proponer la autocrítica y exponer lo sucedido en 1982?
Esta película aporta muy poco o nada al conflicto que se desarrolla en Medio Oriente.

La historia de “La cometa azul” se desarrolla durante la década de 1950 y los primeros años de la década de 1960. Un momento histórico donde se pone en marcha la revolución cultural china. En esta historia se ubica al espectador en tres momentos importantes: La campaña de las cien flores, el gran salto hacia adelante y el movimiento anti-derechista. Estos eventos son construidos y narrados desde la perspectiva de un joven (Tietou), que cuenta las consecuencias que tuvo en su familia y su entorno, consecuencias que no fueron positivas.

El director Tian Zhuangzhuang fue bastante atrevido en esta película, con una crítica directa y clara a las acciones realizadas por el Partido Comunista Chino (PCCh) en este periodo de tiempo. En primer lugar, señalando la “cacería” de disidentes y la caída de unos “cuantos” incautos durante la campaña de las cien flores (El último fue el caso del padre de Tietou). También señala la corrupción de algunos miembros del PCCh, que al no ver cumplidos sus caprichos aprovechaban su posición y acusaban a otros y otras de traición al partido y a la revolución como castigo al no cumplimiento de sus demandas e intereses propios. Durante el periodo del gran salto hacia adelante se refirió a la hambruna de estos años y el exceso de trabajo exigido a la población (el caso del tío Liu) y finalmente, denuncia los atropellos del movimiento anti-derechista (el incidente de la madre y del padrastro de Tietou). El director retrata, como gradualmente la ideología se toma cada espacio de la vida diaria y tergiversa la justicia, la ética y la moral.

Pero ¿qué sucede con la cometa azul? A mi parecer, creo que es el simbolismo de lo que fue y ya no será jamás. Una época feliz(¿?) o mejor, una esperanza que se pierde en el momento en que la cometa se rompe.

El director es muy claro en su intención, así que no ahonda lo suficiente en los personajes y la historia por momentos se pone densa. Sin embargo, si se quiere conocer y presenciar ese momento oscuro, esa historia no oficial de China, es necesario verla. Si yo fuera miembro del PCCh, definitivamente hubiera prohibido le exhibición de la película, habría desaparecido todo vestigio de esta y habría censurado al director por diez años… o más.