En las películas de género bélico, usualmente hay un mensaje. Unas veces de critica a la guerra, otras veces se retrata su crudeza, otras describen un momento en la vida, otras son autocriticas y otras tratan de mostrar ambas caras de la moneda: “vencedores y vencidos”.
Desafortunadamente, Vals con Bashir no me suscitó ninguna de las anteriores. Sólo me dejó la sensación de decepción. No cumplió mis expectativas en cuanto la historia, la animación tampoco es del otro mundo pero no puedo decir que es mala del todo y tiene algunas escenas interesantes, nada más. En este punto, no conocía nada acerca de la Guerra del Líbano de 1982, ni mucho menos sobre la masacre de Sabra y Chatila. Pensé que había pasado algo por alto por desconocer el contexto de la película y ¡oh sorpresa! No fue así. Después de informarme, al sentimiento de decepción se le aunó el de manipulación.
Si se lee la sinopsis, la película pinta para algo más que un “descubrimiento personal”, parecía la denuncia sobre un hecho, y lo que en verdad deja es un mensaje maniqueo, que excusa a su país, Israel por su omisión y posible instigación de esta masacre y el propio director y protagonista se lava las manos en este asunto, sumándole escenas – recuerdos, que a la larga ni siquiera eso fueron, pues él nunca estuvo allí. ¿Acaso no es muy conveniente esta posición? ¿Era muy problemático hacer un esfuerzo y proponer la autocrítica y exponer lo sucedido en 1982?
Esta película aporta muy poco o nada al conflicto que se desarrolla en Medio Oriente.