Si sabes a lo que vas, no te sorprenderá encontrarte en esa caja. Si no lo sabes, te agobiaras tanto como el protagonista. Sea como sea, estarás en esa caja durante 90 minutos. No esperes un flashback, un plano del exterior y ni te imagines un rayo de luz solar porque el director no te lo va a dar. Durante esa hora y media vas a ser Paul Conroy y vas a sufrir con él, esperanzarte con él y...volver a sufrir con él.

Valiente propuesta la de Rodrigo Cortés, que tras un eterno fundido en negro consigue mantenerte en la butaca y hacerte sentir por un (pequeño) momento orgulloso del cine español. Porque sí, es española. Y no, no vas a necesitar salir de esa caja porque todo lo que hay en el exterior va a estar en tu cabeza y un simple teléfono móvil se va a encargar de que así sea. Y para el interior simplemente vas a necesitar algo de luz, más que suficiente para contener tu ansiedad en los peores momentos. Al igual que le ocurre a Paul.

Uno de los mejores ejercicios de mimetización con el protagonista, aunque sea a costa de no salir de esas seis paredes. Es lo que promete.

Fui al cine con la esperanza de ver una buena película codirigida por el gran Woody Allen y la Generalitat de Catalunya a partes iguales. Y la perdí prontito, prontito.

Para empezar, la película se presenta como un ensalzamiento de Javier Bardem en su lado más seductor, machote y viril. Desde el momento en el que suelta la primera palabra ya sabes que difícilmente se resistirán a sus encantos las dos antagónicas (típico pero cierto) americanas.

Tal cual, la historia se desarrolla de una manera poco sorprendente (por no decir previsible) en la que abunda el sexo y se echa de menos un poco de interactuación de otros personajes fuera del triángulo maldito. Gracias a Dios aparece en escena Penélope para convertirse en lo mejor de la película con ese papel histriónico que saca las primeras risas entre el público. Sí, a la media hora pasada.

El final de la historia no deja de ser un final "sin más" con el cual nos planteamos que ha querido decirnos Woody Allen en esta película, además de un mayúsculo "Visite Barcelona, visítela".


Se nota la mano de Woody, sí...pero no deja de ser una película mediocre con una buena promoción. A destacar entre lo salvable la voz en off (contrario a otras opiniones, a mi me parece de lo poco que da un poquito de ritmo e ironía a la película pese a llegar a resultar cansina) y la fotografía realizada de Barcelona, pintando la ciudad en unos tonos amarillos y marrones que ya quisiera para si la propia ciudad.

Conclusión: Un 5 como una casa para Woody. Una "comedia" no puede hacer tan poco reir a una sala. Igual que con "Cassandra's Dream" se vuelve a quedar a mitad entre una historia genial ("Match Point") y una comedia realmente graciosa ("Scoop").

Sin pena ni gloria ha pasado Woody por Barcelona excepto para las arcas de la ciudad. Son las únicas que lo agradecerán.