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Críticas de La Noche Americana
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Críticas 8
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
3
31 de mayo de 2024
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Abrió el Fant de Bilbao (Festival de Cine Fantástico) en esta edición de 2024. Uno va con expectativas de que al abrirlo será al menos de cierta calidad. Pues no. Sí acertaron, en cambio, con la clausura, proyectando El último late night, pero no puedo decir lo mismo con este triángulo mal avenido y poco verosímil entre un matrimonio y una enfermera que viene a cuidar de la esposa encamada y en coma. Nadie se cree que Almudena Amor sea enfermera, al menos viendo la historia. Allá usted si se anima a verla, sabiendo que hay más platos en el menú de estrenos.

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La Noche Americana
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9
3 de octubre de 2023
51 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me animo a comentar esta película porque no ha habido nadie que lo haya hecho hasta ahora aquí y es de justicia. Y porque desde hoy entra a formar parte de ese póker musical reciente formado por Once de John Carney, Searching for Sugar Man de Malik Bendjelloul y Whiplash de Damien Chazelle que me han marcado.

Lo digo desde el principio: para mí fue la revelación del Zinemaldia (Festival de San Sebastián) de 2023. Ni Wim Wenders, ni Bayona, ni Erice, ni Fincher, ni siquiera la ganadora de la Palma de Oro (Triet) lograron lo que La estrella azul hizo: emocionarme y sorprenderme plenamente como espectador con una obra novel como esta.

La programaron en la sección "New Directors". ¡Qué corto de mira tiene que ser el equipo de selección del Festival para no haberla metido en la Oficial! Tal vez si el director se hubiera cambiado de sexo...

Al coproductor, Simón de Santiago, le ha caído la lotería, porque encontrar con un guion como este es "de esos guiones que lees pocas veces en la vida", afirmó en una entrevista en el Zinemaldia. Y doy fe que es así.

La estrella azul la pude ver en el Teatro Principal de San Sebastián. Y doy fe de que de las 33 películas que me comí, esta es junto con La sociedad de la nieve y Cerrar los ojos, las que obtuvieron una mayor ovación por el público. Dejo aparte, por razones obvias, las proyecciones donde el director y el plantel artístico estuvieron presentes en la proyección.

El novel Javier Macipe es zaragozano y, a pesar de ser su ópera prima, La estrella azul muestra una puesta en escena propia de un director maduro, sin ínfulas de cine de autor estomagantes, que sabe cómo dirigir a actores (de Goya Pepe Lorente y el que hace de su hermano, Marc Rodríguez); un cine lleno de veracidad y dramatismo, pero que como buen maño -al igual que Luis Buñuel- impregna la historia de una socarronería que te hace amar a los hermanos protagonistas.

Pepe Lorente interpreta a Mauricio, un rockero de los años 90. La escena inicial es tan buena que no sabes a ciencia cierta si ese que está subido en el escenario pertenece o no a una banda de rock auténtica, si el personaje que interpreta existió o no. Ese es el logro de Macipe, hacerte creer que todo tiene una base real. Y sin desvelar nada, algo de eso tiene como lo demuestra el final. La ficción y la realidad están cosidas de un modo milagroso, es como la prenda con su forro. Macipe llegado el momento muestra el forro, las costuras. Y sorprende y emociona gratamente. Porque no hay nada artificioso, que chirríe, que esté impostado. Es lo mismo que busca el cantante de rock: la autenticidad.

La historia está divida en tres partes: Zaragoza, viaje a Santiago del Estero (Argentina) y vuelta a su ciudad natal. En su viaje sanador a Santiago, asistimos junto a Mauricio a la impregnación de una música -canción y baile- llamada la chacarera. La oímos y la bailamos a pesar de estar sentados en la butaca. La presencia de Don Carlos, un anciano autor de hermosas composiciones chacareras y el recibimiento que le da, hace que esta parte sea hermosísima, pues asistimos a una sanación del alma -al menos, como dice Mauricio, "me has hecho salir del fondo en el que estaba"- y somos, además, copartícipes del milagro de su formación en el guitarreo de las chacareras y de la creación musical.

La vuelta no está exenta de realismo duro. Mauricio tendrá que afrontar de nuevo sus demonios. ¿Sabrá vencerlos o alguien arrojará la toalla al verle noqueado en el último asalto de su vida?

Tendrán que verla para averiguarlo. Lo bueno de los artistas es que, aún abandonando el ring, siempre nos dejan su legado artístico. Y, créanme, Javier Macipe director ha empezado con esta magnífica obra a legarnos una película para la Historia.

Al tiempo.

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La Noche Americana
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4
28 de septiembre de 2023
32 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
Leo que Isabel Coixet cuando escucha la palabra 'empoderamiento' le sale urticaria. La misma urticaria o peor que cuando vi la traslación de una novela de menos de 200 páginas escritas por Sara Mesa elevada a los altares por las librerías (!!).
Las únicas escenas que funcionan tienen que ver con Laia Costa y Hovik -que le descubrió Isabel en la serie antidisturbios- cuyo contraste físico funciona a nivel sexual ante la cámara.

Todo lo demás es pedestre, inane, pobretón, sin alma, sin apenas interés. Un formato cuadrado que no aporta nada, una luz que ni yo en un cursillo apresurado en F.P. lo habría hecho peor.
Da grima todo los escenarios -pueblo imaginario rodado en La Rioja-. No había dinero público para más.
Lo rural puede convertirse en un lugar hostil para aquellas almas femeninas que huyen de...
Pero hostil por esos hostiles hombres, porque solo vemos a una corderita a la que pudieran fácilmente echarle el diente. Y ya se sabe cómo son los hombres de pueblo sin las oportunidades que da la ciudad. Coño veo, coño quiero.

Y, claro, el final del libro hay que cambiarlo. Coixet realiza (pretendidamente) cine de autor Y no le preguntes a la directora el porqué de ese final ya que te contestará: 'En una de mis películas hay uno de mis personajes que dice que entenderlo todo hace que la mente sea perezosa. Y no queremos mentes perezosas'. Respuesta en la rueda de prensa del Zinemaldia.

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La Noche Americana
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9
1 de septiembre de 2023
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tengo todavía presente en la memoria el viaje que hice con unos compañeros del Cineclub FAS de Bilbao al Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Era 1989 y contaba con 23 años. Si mal no recuerdo sería viernes o sábado y la única película que dejó huella en aquella escapada era una japonesa de título poético y de mal augurio: Lluvia negra (1989) de Shôhei Imamura. El título alude a las partículas radiactivas procedentes de la explosión de las bombas que Estados Unidos lanzó sobre Hiroshima y Nagasaki en los estertores de la II Guerra Mundial. Imamura se centraba en un personaje femenino, Yasuko, que había sido testigo del bombardeo en Hiroshima y que sufriría las consecuencias de esa lluvia radiactiva. Todavía permanece en mi pupila cómo ante el espejo su pelo se caía a mechones consecuencia de la exposición a la radiactividad. Y ahora el reverso.

La película Oppenheimer (2023) de Christopher Nolan no habla ni de las consecuencias ni de una ucronía (qué pasaría si…), sino del origen: el descubrimiento de la bomba nuclear como arma disuasoria y del devastador ataque de (ciertos) personajes que aspiraban a un cargo en la administración norteamericana contra el que fuera su precursor, Robert Oppenheimer.

Él es el protagonista de la historia y sobre él gira todo el metraje. Físico nuclear americano, profesor en la Universidad de California, en Berkeley, políglota, jinete... en fin, un brillante judío que coqueteó con el comunismo de la época y que cayó en desgracia ante la opinión pública en la época del macarthismo y la caza de brujas... comunistas.

Uno de los aspectos más interesantes y, en mi opinión de mayor acierto en el filme, es el tema de la postura ética del físico cuántico frente a la elaboración del arma: por una parte, colabora a favor de la materialización de la bomba y no rehuye el contacto con sus amigos y colaboradores comunistas norteamericanos; por otra, es fiel a su patria y duda de si el uso de la bomba atómica no provocará “esa reacción en cadena entre países que pondrá en peligro a la humanidad”. La escena del debate sobre el desarrollo de la bomba de hidrógeno y la posibilidad de que los rusos, ya en el inicio de la guerra fría, logren obtenerla con lo que esto supondría es muy emblemática de la postura de Oppenheimer en el Consejo de Seguridad Nacional.

Otra escena clave está en el momento en que han probado el prototipo en El Álamo, poniendo fin al proyecto Manhattan, y se reúne en un auditorio para felicitarse ante sus colaboradores durante esos tres años. Pues bien, Nolan nos hace ver que su alegría está empañada por la duda que le reconcomerá el resto de su vida. Sí, es el artífice de poner fin a la II Guerra Mundial –Alemania ya se había rendido pero quedaba Japón en su extertor– con ese arma letal pero los allí presentes son sacudidos por un viento radiactivo que les arranca la piel de sus cuerpos: son las víctimas, 240.000 como se llega a decir.

La película está estructurada en cuatro bloques: rica descripción de los aspectos más destacados del personaje, todo el proceso de ideación, creación y prueba de la detonación de la bomba; la investigación a que es sometido Oppenheimer en la Comisión de Energía Atómica tras el fin de la guerra; y, por último, la historia de Lewis Strauss (magnífico Robert Downey Jr.), director del Instituto de Estudios Avanzados y cuya ambición le lleva a querer formar parte de la Administración norteamericana previa comparecencia en una comisión en el Congreso americano. Esta última en blanco y negro frente al resto en color, manera de manifestar la crítica al comportamiento de Strauss.

Pues bien, tal vez las cuatro historias por separado no resulten satisfactorias dramáticamente. A mí lo que le pasa a Robert Downey Jr. no me interesa especialmente ni me intriga, y el proceso en la Comisión de Energía sobre si le renuevan o no la acreditación de seguridad es lo de menos.

Pero apunten un nombre, de mujer y que se llevará el Oscar, Jennifer Lame. Ella es la montadora de esta obra de 180 minutos. A parte de la actuación sobresaliente del protagonista, Cilliam Murphy, Lame logra con su montaje que, como si fuera una reacción en cadena impredecible para el espectador, las cuatro historias se imbriquen de tal modo, que se retroalimenten en una implosión dramática de efectos verdaderamente exitosos. Son las interacciones "fulminantes" de todos los personajes sobre el núcleo (Oppenheimer) los que logran provocar la emoción y el interés por él. La cámara usa un gran objetivo para retratar el rostro cada vez más demacrado de Cilliam Murphy a medida que el fiscal interroga a los testigos en la comisión del Consejo Nuclear y no le van dejando en buen lugar.

El espectador que mire el recipiente XXL de palomitas –en el Cine Yelmo de Barakaldo había bastantes– se perderá entre saltos temporales y una riada de personajes que apenas tienen una presencia “testimonial” pero suficiente para la dramaturgia escrita por el propio director basado en una biografía: American Prometheus. Puede parecer extraño que los Kenneth Branagh, Josh Hartnett, Florence Pugh, Rami Malek, Casey Affleck o Gary Oldman se hayan apuntado, pero cómo decir que no al sucesor del nuevo Kubrick del siglo XXI, el británico Christopher Edward Nolan.

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7
26 de agosto de 2023
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tuve la oportunidad de verla en el Fant 2023 en Bilbao. Los programadores de este Festival de Cine Fantástico tuvieron el acierto de elegirla para la sección oficial siendo de animación. También resultó acertado el premio al mejor guión para esta cinta francesa “No Dogs or Italians Allowed” (2022) de Alain Ughetto. La obra es de animación y no creo que sea para niños menores de 12 años. Avisados los padres.

Aborda la historia de tres generaciones de la familia Ughetto que vivía en Ughettera, al norte de Italia. Una película que a pesar de su duración breve recorre con creciente interés las vicisitudes tanto familiares como sociales de esta sufrida y humilde clan durante finales del XIX hasta la década de los 60 del pasado siglo. Es muy loable esta síntesis que poco a poco te va atrapando en el devenir de los abuelos de Ughetto, que aparece en carne y hueso interrelacionándose con las miniaturas animadas.

El título alude a que, como tantas veces ocurre con los migrantes, no son permitidos su alojamiento cuando llegan a un lugar, aunque sea para trabajar en oficios que nadie quiere por la dureza de los mismos. Tiene aroma autobiográfico, lo cual le da un aroma de verismo, de recuerdos que te interesan y emocionan en ocasiones. Con sus limitaciones de producción, “No Dogs or Italians Allowed” te recuerda que los logros de tu familia y las comodidades de las que gozas proceden del sufrimiento de tus ancestros.

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