Michael Haneke es un director que siempre consigue perturbar mi mente como ningún otro director sabe hacerlo. Las imágenes hipnóticas, fascinantes y dolorosas de sus películas perduran en mi cabeza. "La pianista" me ha dejado huella, más que la violenta "Funny games" o la que tal vez sea su obra maestra definitiva, "La cinta blanca". Es una cinta que no olvidaré fácilmente y que me lleva a profundas reflexiones.

Como en el resto de su filmografía, el director austríaco se tira al vacío sin paracaídas y consigue sobrevivir con mucha solvencia. Haneke se mueve en la tristeza y en la miseria de la condición humana como pez en el agua. En esta ocasión nos cuenta la historia de Erika una prestigiosa pianista que como forma de evasión a la educación represiva a la que le somete su madre, con la que mantiene una relación que navega entre el amor y el odio, acude a sex shops y cines porno para satisfacer su satisfacción sexual fuertemente contenida. Erika es fría, inexpresiva, introvertida y calculadora y solo un atractivo alumno que se enamora perdidamente de ella consigue nublarle la mente y romper con su hieratismo. A partir de aquí la profesora de piano sufrirá un tremendo trastorno psicológico que le llevará a luchar contra unos sentimientos hasta ahora dominados por su enorme inteligencia.

La película cuenta con un magnífico guión con giros argumentales realmente sorprendentes. Mi cara de asombro en varios momentos de la cinta debe de haber sido digna de enmarcar. Ello se de debe en gran parte al estupendo trabajo de Isabelle Huppert, a la que podemos ver también como secundaria en la reciente "Amor", que logra una sobrecogedora interpretación. Haneke plasma todas las emociones reprimidas en su rostro en continuos planos largos y acompañados o bien de la música de piano o de solemnes silencios, muy habituales en su particular forma de filmar. Si quieres vivir una experiencia intensa y vital a la hora de ver cine no tengo ninguna duda: el plan idóneo es perderse por la provocadora y sórdida filmografía del magistral cineasta europeo.

Sinopsis: Ruth es una torpe bióloga marina incapaz de no depender emocionalmente de un chico y de tomar decisiones por sí misma. En plena búsqueda del amor de su vida se encuentra en la tesitura de que sus tres ex novios, un surfero vasco enganchado a los porros, un pijo moderno y otro que se ha sometido a una operación de cambio de sexo le invitan a sus bodas.

Sin duda, 2013 ha sido un año notable para la comedia española. Hemos podido disfrutar en las salas de cines del país de títulos tan notables como La gran familia española, Las brujas de Zugarramurdi, ¿Quién ha matado a Bambi? o la menos conocida pero que está causando furor entre crítica y público Gente en sitios, comedia absurda de Juan Cavestany. No incluyo en estre grupo la última película de Pedro Almodóvar, Los amantes pasajeros, pues para quien escribe esto es la peor película de la filmografía del director manchego con diferencia.

Casi al final del año nos hemos encontrado con otra filem que por su calidad sí que merece un puesto de honor dentro de este género. 3 bodas de más, tercera película de Javier Ruiz Caldera, es una divertidísima comedia de enredo que no te defraudará si decides comprar una entrada para verla.

Por primera vez vemos en ella a una Inma Cuesta desenfadada y salvaje (se le compara prácticamente en todas las críticas con Bridget Jones ) como estrella de la función. La actriz valenciana está espléndida y ha demostrado que en la comedia se desenvuelve tan bien como en el drama. Una fenómena acompañada de un carismático reparto. Entre todas las interpretaciones secundarias sobre todo destaca el siempre divertidísimo Paco León, la sorprendente incursión en el cine de Berto Romero y la impagable Rossy de Palma, que fue quien más risas hace estallar en los espectadores.

Esta película confirma a Ruiz Caldera como un talento a tener muy en cuenta en el cine español, algo que ya se intuía en la refrescante Promoción fantasma . El director ha aunado de forma ejemplar la comedia tradicional con los códigos contemporáneos del humor, dándole un toque de posmodernidad a todo el conjunto que en ningún momento se hace snob. Se nota que este realizador ha bebido mucho de directores clásicos de este género como Billy Wilder o Howard Hawks y los homenajes y la admiración que siente por ellos son palpables. Ha entendido perfectamente que el cine es una mezcla de imagen, sonido y música (muy buena selección de canciones, saldrás de la sala cantando Carrie , de Europe, aunque no la hayas escuchado en tu vida). Si esas tres cosas son buenas, la película es óptima. Fijo.

El cine español en los últimos años está adquiriendo afición de realizar películas oscuras, inspiradas en policías corruptos de dudosos métodos (en la realidad los tenemos a puñados) y en los bajos fondos de las principales ciudades de este país. En la última década hemos disfrutado de películas de este estilo tan notables como la estupenda "Celda 211" o la ganadora del año del Goya a mejor película, "No habrá paz para los malvados". El director sevillano Alberto Rodríguez decidió apuntarse a esta corriente y ha filmado una cinta que probablemente supere a sus predecesoras. Rodríguez dota a "Grupo 7" de un excelente pulso narrativo, un ritmo trepidante, una puesta en escena muy conseguida, un guión bien resuelto y un universo de personajes variopinto que representa los estereotipos de los que menos podemos sentirnos orgullosos en nuestra sociedad.

Como era de esperar, el genial Antonio de la Torre sobresale en esta brigada de cuatro policías sin escrúpulos que se encargan de combatir el tráfico de drogas de la capital andaluza con especial crudeza ante la inminencia de la Expo del 92. Yo también me incluyo entre los que al ver al soso de Mario Casas en el cartel de la película esbozamos una mueca de disconformidad, pero hay que reconocer al menos esta vez cumple. El resto de secundarios en este viaje a la Sevilla más profunda están a la altura, aunque hay que decir que a veces resulta realmente complicado lograr entender ese dialecto andaluz tan cerrado, bordándolo en su papel Julián Villagrán.

Este comando antidroga se salta a su antojo la legalidad para conseguir sus objetivos y gozan de gran popularidad entre el cuerpo de policía, pero a lo largo de este viaje los personajes atraviesan por un montón de problemas personales que les atormentan. No encuentran otro modo de canalizar esa rabia que no sea la violencia y la agresividad que su trabajo les "permite" descargar. Todo ello desemboca en un final relativamente apacible para los protagonistas pero que deja el estómago muy revuelto a los espectadores.

"A pesar de las coincidencias con la realidad está película es una obra de ficción". Con esta contundente frase, en contraposición a la habitual muletilla de "esta historia está basada en hechos reales", arranca esta brutal, violenta, impactante y demoledora película brasileña. Una declaración de intenciones que nos avisa que lo que van ver nuestros ojos no va a ser agradable ni cómodo. Como ya ocurriera con otra excelente película de Brasil de principios del siglo XXI, "Ciudad de Dios" (Raúl Meirelles, 2001), la secuela de "Tropa de élite" destaca por su trepidante ritmo y su ejemplar desarrollo de la historia en la ciudad de Río de Janeiro, siempre in crescendo.

Junto a la primera parte, José Padilha ha firmado un excelente díptico cinematográfico que se empeña en demostrar con gran crudeza el mayor problema de un país emergente y que económicamente está creciendo como la espuma pero que es incapaz de escapar de su mayor lacra: la extrema violencia y la inseguridad en las calles. Violencia perpetrada tanto por los narcotraficantes como por la corrupción policial y política. Ésta última adquiere un trato principal inédito en la primera película. La cinta no deja lugar a la esperanza y se muestra pesimista de principio a fin. Una pena que Padilha haya descartado una tercera parte cuando ya estaba anunciada porque si hubiera seguido la estela de sus predecesoras podría haber redondeado una gran trilogía.

"Django desencadenado" no está entre lo mejor de Tarantino ("Pulp Fiction", "Malditos bastardos" y "Reservoir dogs", en mi opinión), pero no por ello deja de ser una película endiabladamente entretenida y un delicioso festín visual. Se me ha pasado volando pese a sus más de dos horas y media de duración. Está a un nivel inferior porque sus fallos son fáciles de detectar. En la cinta se observan ciertas reacciones incomprensibles de los personajes, el guión es bastante previsible, algo inaudito en este director, y Tarantino está bastante pagado de sí mismo porque está película podría haber quedado despachada muy dignamente en dos horas. Sin embargo, el innegable talento que Quentin tiene para el cine no se ha evaporado y tiene algunos momentos impagables.

Aunque "Django desencadenado" no es la película redonda que esperaba, hay que reconocer el gran trabajo de Tarantino en su particular visión del western. El popular realizador ha conseguido dar una vuelta de tuerca a un género visto hasta la saciedad. Ha sabido extraer lo mejor del spaghetti western de Sergio Leone y añadirle su sello. Tarantino mueve la cámara con admirable soltura y ha sacado lo mejor del espectacular elenco de actores. Jamie Foxx es una gran elección como protagonista y estupendos Crhistoph Waltz, Leonardo Di Caprio y Samuel L. Jackson como secundarios. Injustificable que Di Caprio sea así de maltratado por la Academia, que le tiene una misteriosa tirria y no ha querido premiar su interpretación con una nominación a mejor actor secundario, cosa que sí han hecho con Waltz, igual de glorioso que su compañero. Por todo esto, incomprensible también que no haya sido nominado a mejor director. Su trabajo en la dirección me ha convencido más que la propia película.

Un último apunte: el doblaje deja bastante que desear, así que recomiendo verla en versión original.