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Críticas de Dieguins
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
7
19 de noviembre de 2009
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
He asistido a banquetes más gloriosos. He soportado películas que me han dejado menos preocupado. Sin embargo, tengo la sensación de que 14 Fabian Road es un film necesario. Armiñán –sobrado de experiencia y libre de las pretensiones del ‘nuevo cine español’-, nos hace un bello regalo. Más, nos demuestra que se puede hacer cine de mirada personal, todavía. ¿Y qué si no es un bomba taquillera?

Camila Ponte es una escritora argentina de éxito. Vega secuestra a Camila. No hay petición de rescate ni fecha de liberación. Entre las dos mujeres surge una compleja relación de amor-odio. Vega quiere cerrar heridas. De alguna forma, todos quieren cerrarlas. A mí también se me antoja cerrar heridas.

Se trata de una historia oportuna, esto es, que se hace en el tiempo a propósito y cuando viene. Sus personajes nos hablan, sobre todo, de nostalgias. De la tristeza de verte arrancado de tu patria. La patria puede ser muchas cosas: un vínculo político, jurídico, histórico, pero, antes que nada, un vínculo afectuoso. De afectos también nos hablan, y los afectos son, en todo caso, beneficios. Y aquí, en este espacio y en este tiempo, cada cual cobra sus beneficios como mejor le parece. A veces, es bastante con poder hacer lo que te gusta.

Es una obra menor de Armiñán, pero es una gran obra. No me gustan los ademanes de Fele Martínez, ni el “entrañable” personaje de Ángela Molina. La fotografía es rigurosa y la música no sucumbe nunca a la imagen. Dice Godard que “el cine es una idea que toma cuerpo tanto como una forma que permita pensar”. Así es, exactamente, la idea de 14 Fabian Road. Una película que pasa desapercibida. Reservada a unos pocos paladares, afinados paladares. Apta para los amantes de las cosas bien hechas. Posiblemente, crean que han asistido a banquetes más gloriosos.
Dieguins
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8
3 de diciembre de 2009
14 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todas las cosas buenas, los hombres sensatos tienen que pedirlas a los dioses. O, en su defecto, a Gianni Di Gregorio que es un dios menor del nuevo cine italiano. Gianni nos deleita con una delicadísima mirada en Pranzo Di Ferragosto, un film poco habitual por esa extraña perturbación estética hacia la juventud a la que tiende occidente.

Un romano del Trastevere vive en la casa familiar con su madre viuda. El día antes de ferragosto, le sorprende una propuesta muy poco habitual. A partir de aquí, sucede lo esperadamente inesperado y la frescura invade la vieja casa en el centro de Roma.

Maravilla la ternura, la cotidianidad, la cosa simple, las buenas personas. Es más que un elogio a la arruga, se trata de un manifiesto por la dignidad de nuestros mayores, pero nada que ver con la moda panfletaria del cine progre. Sorprende la vitalidad, la alegría, el entusiasmo por no terminar, el trato amable, el trato sincero, el trato entre iguales. No te deja indiferente. Lleva el sello de los resultados extraordinarios

Vodevil manufacturado con muchísima paciencia. Todas las actrices: soberbias. Gianni haciendo de Gianni. El guión no puede ser mejor. No tengo palabras para el homenaje doble a Moretti y Pasolini. Gianni Di Gregorio pone luz donde había tinieblas. Cosas de dioses menores.
Dieguins
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6
7 de noviembre de 2009
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ágora es un gran bocado de buen cine. Está obligado a serlo porque bebe de una gran lista de películas excepcionales : Ben-Hur, La túnica sagrada, Quo Vadis?, Cleopatra, Los diez mandamientos, Espartaco; más lejos quedan los músculos épicos de Hollywood, el Gladiador de R. Crowe, la Troya de B. Pitt o el Alejandro Magno de C. Farrell.
Amenábar, ese director que se revela contra toda nimiedad, nos quiere hacer partícipes de una revelación absoluta: cuando el sol de la cultura cae, hasta los más pequeños proyectan grandes sombras. Pero se codifica tanto el mensaje que uno teme que el espectador se quede solamante en las estrellas, porque, tal vez, ya esté cansado de fanatismos, tristemente acostumbrado, y de fundamentalismos.
Se está acabando la antigüedad, Alejandría es el último bastión, su biblioteca la única esperanza y, esa excepcional mujer que encarna R. Weisz, el emblema viviente, la melancolía. Lamentablemente se queda todo ahí, en cultura aliñada con muchas estrellas, con muchas matemáticas pero con muy poco sentimiento. Lejos de emocionar, todo este despliegue de buenas intenciones aburre y decepciona, no llega nunca ese plus que se espera y no hay tensión amorosa 'no resuelta' que enmiende la cinta. Solamente, cultura y aliños.
La música es rotunda. Las interpretaciones correctas. La fotografía de Xavi Giménez está muy cerca de lo magistral. Amenábar se tira de cabeza hacia el lirismo y la gradilocuencia pero, esta vez, no llega a lo sublime.
Dieguins
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8
8 de noviembre de 2009
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo en esta película me lleva a los clásicos, a los de la pantalla. Reconozco los planos cortos del drama romántico (Casablanca), el guión de la trama criminal (Sed de mal) y el personaje empeñado en pasados que duelen (Orson). La felicidad consiste en enmendar errores, cuanto menos, en resolverlos.
Espósito, al más puro estilo Bogart, está encarcelado en un tiempo anterior que lo atormenta: nunca pudo con un caso de violación y nunca pudo confesar su amor a la doctora Irene, la Bergman Argentina, cuya irresistible sonrisa guarda para su novio, solamente. Y ahora él, Benjamín Espósito, a su jubilación, quiere enderezarlo todo en una novela, el caso y su amor tienen una segunda oportunidad después de veinticinco años. Buscando en el recuerdo encuentra lo que no tuvo, atrás quedó el pánfilo de ojos azulísimos. La inalcanzable doctora de familia bien.
En el diálogo cinematográfico es palpable la lucidez de Campanella que abusa, muy sabiamente, de los ojos y de los gestos nimios para conmovernos; también en las palabras que cambian Darín y Villamil se puede traducir la veneración y el castigo de quien se ama, a qué no decirlo, entre las sentencias y el mármol frío de un juzgado penal. El personaje de Francella, Sandoval, sobresale entre los muy buenos secundarios. La fotografía está muy bien y la música, difícilmente, mejorable.
Pero algo no termina de convencerme: un tufillo comercial merodea sobre el proyecto. No me gusta la idea latente de simplificarlo todo para hacerlo más accesible, se corre el peligro de convertir una buena película en una película cualquiera, y de ingenuo sabor americano. Obviando este detalle, el resultado es notable.
Dieguins
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5
20 de mayo de 2010
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El metraje de Ma vraie vie à Rouen, una obra intimista por definición, puede llegar a aburrir al espectador que no conecte rápidamente con el entorno del joven Etiènne: las relaciones familiares, el sexo, la muerte, el amor tienen una perspectiva demasiado particular y demasiado común desde el objetivo de su video cámara.

Una vez conectados, y creanme que no será tarea fácil, lo segundo que aburre es la sobrecarga de lirismo. Ducastel y Martineau se recrean en la poética grácil que se le sobreentiende a un joven gay, patinador artístico, amantísimo hijo, amantísimo nieto, apasionado de la geografía y del profesor de geografía. Es todo sutil en esta pretendida autobiografía y como sin querer. Etiènne y la cámara avanzan de tópico en tópico. Ora a la playa con el enamorado, ora a la piscina con la familia. Y te preguntas de vez en cuando, porque el guión no da para mucha reflexión ni te distrae del sopor lírico de la música y la imagen, que te importa a ti la vida Etiènne, su amor, su familia, sus nalgas, su idealizada pasión por la geografía. La respuesta es que nada casi siempre.

No entiendo mucho de técnicas narrativas pero no me gusta la fotografía titubeante y mareada de esta película. Los cortes. Las paradas. Los desenfoques...

Si es usted uno de los espectadores capaz de soportar esta pieza ñoña y cursi de la adolescencia, le quedará el regusto de haberse visto identificado en algo de toda esta vida en Rouen. Advierto: se puede correr el peligro de descubrir que su adolescencia fue ñoña y cursi. O que a usted, no le hubiera importado que lo fuera.
Dieguins
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