En apariencia Megamind es una más de las películas que la nueva generación de la animación nos regala cada año, especialmente en estas fechas. Pero durante su visionado experimentamos una agradable sensación de ver algo bien hecho. Se trata, sobre todo en este caso, de una película pensada con la cabeza.

Megamind forma parte de ese reflejo que encontramos en el mundo de la animación de lo que su hermano mayor el cine convencional nos ofrece. Los Increíbles, Gru, mi villano favorito y ahora Megamind aportan su propia visión de los personajes de comic con poderes especiales, que ahora más que nunca están en alza en el cine que nos viene. Con influencias de Los Increíbles, guiños a Superman y mucho cachondeo el protagonista de esta cinta es en esta ocasión el malo de la película, porque los villanos son al final los que resultan más atractivos, los que se permiten ser políticamente incorrectos y los que no deben justificar cada cosa que hacen.

La película logra mejor que otras de su tiempo resultar simpática y muy entretenida. Sabe sacar partido de sus predecesoras y este tipo cabezón que no acapara la atención a primera vista resulta entrañable haciendo de malo o de bueno. El resto de personajes que lo acompañan se hacen imprescindibles y nada ni nadie sobra en esta película.

Un sorprendente acierto del que tan solo esperemos que no se convierta en franquicia, como ocurre con cada buen personaje que nos llega y que el mecanismo de Hollywood inmediatamente introduce en su cadena de montaje. Joyas como ésta no merecen segundas partes.

Este reseteo de los X-MEN no es más que nuevos personajes ocupando los mismos roles de siempre, ni más ni menos. Resulta decepcionante que la idea de explicarnos los orígenes de este escuadrón de mutantes caiga en el estilo facilón con el que George Lucas logró destrozar la saga Star Wars. De nuevo surgen las prisas por dejar claro el papel que cada personaje ocupará en la trilogía que ya conocemos y una vez más el director subestima la capacidad del espectador para atar cabos por sí solo.

Al final lo que encontramos es de nuevo a los mutantes buenos contra los malos y al resto de la humanidad como figurantes de un mundo en el que no pintan nada. Magneto ocupa el rol que tendrá Lobezno como mutante rebelde, Emma Frost es la femme fatale que más tarde será Mística, Azazel es la versión en rojo de Rondador Nocturno y para colmo Kevin Bacon con el casco de Magneto no es más que eso, el Magneto de turno. No hay nada novedoso, la supuesta amistad entre Xavier y Magneto se ventila a la primera de cambio y no se desarrollan el resto de personajes, que resultan una mera copia de lo mejor de las otras tres entregas. Con este inicio que ya nos lo cuenta todo, tan solo nos queda la incógnita de cómo Xavier pierde el pelo para las próximas entregas.

The tourist resulta rentable, para todos. Es rentable para la industria, que con este blockbuster de diseño logrará sin duda romper la taquilla. Tres nominaciones a los Globos de Oro la respaldan. Pero también resulta rentable para el espectador, quien valora el precio que paga y en esta ocasión, salvo el caso de algunos críticos empeñados en destrozar todo aquello sea simple entretenimiento sin más aspiraciones, se verá recompensado.

Pero no es oro todo lo que brilla y de nuevo queda patente la tendencia hollywoodiana de producir remakes adulterados de películas menores. Mucho dinero, un reparto estelar y espectaculares localizaciones son los ingredientes para obtener este tipo de producto. Mientras no busquen la originalidad nunca alcanzarán la excelencia.

Sin en la versión francesa la protagonista era interpretada por una sensual Sophie Marceau, en esta ocasión Angelina Jolie confunde sensualidad con erotismo, y de nuevo deja patente la mala herencia que le dejó interpretar a Lara Croft. Hay una sensación constante de que la actriz vaya a sacar un arma y disparar a todo el mundo. Pero sobre todo falla el cara a cara con Johnny Depp, quien lejos de la corriente burtoniana a la que nos tiene acostumbrados interpreta a un aparentemente ingenuo profesor, pero resulta demasiado atractivo y mediático para interpretar al turista accidental. No obstante, visto desde otro ángulo, el actor demuestra una vez más su capacidad camaleónica para interpretar cualquier personaje y resuelve con solvencia el papel, lo que le ha merecido una nominación a los Globos de Oro.

Tres son los elementos que al final logran salvar los muebles: Paul Bettany, quien una vez más demuestra una magia especial, capaz de acaparar siempre la atención. La trama no deja de ser entretenida, y acompañada de una fantástica banda sonora de James Newton Howard logra captar la atención y mantenerla todo el tiempo. Y por último Venecia, esa fantástica ciudad que envuelve el relato y lo inunda con su belleza.

Exista o no un plan preconcebido, tenemos la libertad de elegir si veremos o no este film. No está escrito si recaudará millones o no, y el espectador decide sobre su propio destino y haciéndolo decidirá sobre el de esta película. Las pequeñas influencias que otras críticas, el trailer promocional o incluso nuestras propias expectativas hacia un film de la pareja Matt Damon y Goerge Nolfi (actor y director de "El ultimatum de Bourne") puedan generar en nuestra decisión son las pequeñas variaciones que pueden alterar el futuro de la película.

¿Libre albedrío? Por supuesto, porque no sabemos si alguien controla nuestros pasos, y si lo supiéramos, ¿quérriamos de verdad saber lo que nos espera? Resulta más gratificante la falsa o verdadera consciencia de ser nosotros quienes controlamos nuestro propio destino, así que será mejor ver la película y después pensar si fue o no la decisión correcta, lo importante es que la decisión es nuestra.

Ésta es una película de autor, en la que de nuevo Clint Eastwood aplica su sensibilidad cinematográfica a un género en el que en apariencia no se mueve como pez en el agua, y sin embargo demuestra su solvencia para contar un relato de historias cruzadas de búsqueda, esperanza y fe.

Ni siquiera el experimentado director tiene una respuesta a la gran pregunta de qué nos espera después de la muerte, pero tampoco es lo que pretende. Es probable que el tema toque su sensibilidad, a alguien que con más de ochenta años seguramente sienta en ocasiones como se abren las puertas del cielo reclamando su presencia, e ignorándolas opta por seguir regalándonos su arte.

La factura técnica es impecable, con unos primeros minutos que quitan la respiración por el realismo sin excesos con el que nos revive la terrible experiencia del tsunami que azotó Indonesia, para presentarnos el inicio de una triple historia de personas que han perdido algo y buscan un nuevo camino. Ese impactante comienzo unido al trabajo con los actores confirma la maestría del director, quien adquiereun mayor valor si cabe por entrar en este jardín inexplorado del universo sobrenatural.

Tampoco deberíamos reprocharle demasiado a Peter Morgan, ya que el guionista habituado a intrigas políticas e históricas se adentra también en un mundo nuevo con acierto, aunque con falta de intriga y emoción. Si algo falla de su trabajo es el desenlace hacia el que nos lleva, quizás por sencillo y poco emocionante, provocando una sensación extraña, como si faltara algo.

La película funciona estéticamente y por el planteamiento que en tímidas dosis deja caer: por qué no se habla de un tema que preocupa a todos y del que sabemos más de lo que parece. La impresionante secuencia de apertura crea unas expectativas demasiado altas que irremediablemente y a pesar de algunos giros van cayendo conforme la historia avanza hacia un desenlace más efectivo que emocionante.